Si lo llaman por el nombre con el que figura en el documento de identidad, Fernando Cavarozzi, es posible que tarde en responder. Desde hace muchos años se lo menciona por su nombre de payaso, Chacovachi, “Chaco” para los amigos. Alejado totalmente del estereotipo del payaso, – peluca, roja nariz postiza, cara pintada y ropas estridentes- trabajó y continúa haciéndolo en todo el mundo. En Marruecos compartió la plaza pública con faquires, encantadores de serpientes, narradores orales  y sacadores de muelas. En Brasil se presentó en los lugares más insólitos. En Buenos Aires recorrió la costa, diversos puntos del país  y en algún momento fue parte del “elenco estable” de los artistas callejeros de Plaza Francia. No sólo vive de su profesión de payaso y está casado con una payasa. Además, ha reflexionado sobre su arte. Fruto de sus reflexiones es el Manual y guía del payaso callejero que publicó en 2015. Su dramaturgia y su poética han sido abordadas también desde el ámbito académico.

 Hoy, como todo artista callejero, aunque con más recursos que la mayoría en razón de su trayectoria, enfrenta los problemas que ya ha comenzado a generar la ley que impulsa el jefe de Gobierno porteño Horacio Larreta referida a los artistas callejeros  y que, de aprobarse, restringirá aún más de lo que se viene haciendo el trabajo artísticos en los lugares públicos de la ciudad.

“En principio el proyecto que lanza Larreta involucra a los músicos callejeros -dice Chacovachi-, pero dentro de ese gran paquete hay muchas cosas. Hay una persecución de los artistas callejeros que es evidente y que no se da sólo en la ciudad de Buenos Aires, sino en todo el país. En mi muro de Facebook tengo la foto de un hombre ciego que desde hace 30 años toca la armónica en una peatonal del Conurbano. En la foto aparece tirado en el suelo y con la policía llevándoselo por tocar la armónica en la calle. A los artistas callejeros los corren, les quitan los  instrumentos de trabajo, pero como todavía no hay todavía una ley que prohíba su presencia en las calles, al esa persecución no se hace pública. Hay una bajada de línea desde arriba sobre los artistas callejeros en todo el país. Lo que sucede es que Larreta la quiere institucionalizar a través de una ley que habla de” ruidos molestos” aparte de la ocupación de espacios públicos. Lo peor de todo es que en el proyecto de ley se establece que a cualquier artista callejero se le puede impedir que trabaje  a partir de una denuncia anónima. De modo que estamos a merced de ellos, porque si la denuncia es anónima ya sabemos cómo se manejan esas cosas: puede no haber ninguna denuncia porque eso no se puede comprobar. Hay una labor que lleva adelante el Frente de Artistas Ambulantes Organizados (FAAO) bajo la consigna ´El arte callejero no es delito´.”

“El noviembre  del año pasado -continúa contando Chacovachi-,  yo quise trabajar en Parque Rivadavia y me dijeron que no. Dije que hacía una función y me iba. Me contestaron que tenía que tener un permiso. Fui a buscar ese permiso a la Comuna 6, pero no me lo dieron.  Hay que tener permiso pero no te lo dan. Para poder trabajar como artista callejero en Buenos Aires tenés que tener un permiso que no existe, creo que ningún artista lo tiene. Esto es muy típico de este gobierno que habla de una libertad que no es real.”

Debido a su larga trayectoria, la actitud del Gobierno de la Ciudad lo afecta menos que a otros, pero no deja de considerarla una restricción a la libertad de trabajo, por lo que el martes próximo estará en la puerta de la Legislatura porteña con sus compañeros para reclamar por sus derechos.  “Desde hace años –explica- estoy viviendo de festivales, viajo y estoy en teatros. Voy a una plaza pública cada tanto, cuando estoy un fin de semana en Buenos Aires. Mi caso es particular porque trabajo desde hace mucho y soy conocido, por lo que convoco por Facebook y van a verme 200 personas y eso es algo que me contiene. Pero la situación de los artistas callejeros estables, que trabajan en los subtes, en los bondis, en las peatonales, es más grave. Los más perseguidos son los músicos callejeros a los que la aprobación de la ley les impedirá trabajar  con el argumento de los  “ruidos molestos”. Yo me entero por lo menos de dos casos por semana de artistas callejeros a los que no sólo se les impide trabajar, sino que son reprimidos como se reprimen las protestas sociales. Les quitan los elementos de trabajo, les prohíben volver y los amenazan.”

Cuando se le pregunta a qué otros momentos del país, con excepción de la dictadura, le recuerda este tipo de restricción que se pretende imponer no duda. “En la época de Menem –dice- pasaba algo parecido. En ese momento yo fui preso varias veces por trabajar en Plaza Francia porque de un día para el otro se decidía que no podía haber artistas callejeros en la ciudad, pero era tanta la gente que nos iba a ver que se les hacía difícil echarnos. Así  y todo estuve meses sin poder trabajar en allí  y más de una vez terminé en una comisaría y atrás de las rejas  durante un fin de semana. En esa época existía el “delito de disfraz”, un invento por el cual no podías trabajar en la calle disfrazado.  Era gracioso, porque era el momento de los punks y emos que andaban todos vestidos de negro y que parecían más disfrazados que nosotros. Recuerdo que en el 96 o 97 llevaron presos a varios artistas callejeros, pero en Página 12 salió un compañero que hacía títeres. El titular decía que se habían utilizado no sé cantidad enorme de móviles y fuerzas policiales para detener a un titiritero. Hasta hubo carros de asalto para llevarse preso a un titiritero con todos sus títeres.  Recuerdo razias en las que nos llevaban a todos y pasábamos el fin de semana tras las rejas. El pensamiento de ese gobierno era el mismo que el de éste. No se podía estar en la calle porque, según argumentaban, eso afectaba los negocios privados o no pagábamos impuestos. Ese argumento es el de quienes no quieren que trabajemos: ´ustedes no pagan impuestos y están ocupando un espacio público.´ Es algo muy viejo.”

Y agrega: “En Europa es distinto. Está muy claro en cuáles lugares se puede trabajar y en cuáles no. En mi muro de Facebook aparece un chico que trabaja en Oslo.  Yo trabajo mucho en España. Ahora voy contratado, pero durante años y años fui por las mías y las cosas eran muy claras. En Europa hay una larga tradición cultural, es cierto, pero Buenos Aires es, sin duda, la cuna del espectáculo callejero de Sudamérica. De acá salió todo. Los grandes artistas callejeros de aquí están por todo el mundo. Estoy hablando de los artistas que están profesionalizados porque artistas callejeros hubo y habrá por siempre. Yo quiero trabajar de esto el resto de mi vida.”

Viene al caso recordar en esta nota que en 1997 visitó la Argentina Kronos Quartet, uno de los grupos de cuerdas más famosos del mundo. Se presentó en el Teatro Colón pero también, sin que estuviera programado por ningún empresario, el cuarteto bajó a la estación Perú del subterráneo para brindarles su música a los transeúntes. Es algo que sus integrantes hacen de forma habitual en diversas ciudades. ¿De repetirse la visita, Larreta los echaría por considerar que producen “ruidos molestos”?  Lamentablemente, la respuesta es sí porque su gobierno considera que, como decía un slogan de 1974, “el silencio es salud”. Es por eso que quiere que se callen no sólo los artistas callejeros, sino también los periodistas, los obreros, los líderes de movimientos sociales y todo aquel que se oponga a sus políticas de remate del país.