Cada hecho relevante del universo panperonista parece modificar todo. En realidad, eso es lo que buscan instalar quienes lo protagonizan. Así sucedió con la última cumbre de siete gobernadores justicialistas –más Sergio Massa y Miguel Pichetto– alineados en el espacio Argentina Federal que se celebró en la Casa de la Provincia de Entre Ríos. Los diarios oficialistas interpretaron la convocatoria, que tuvo al mandatario entrerriano Gustavo Bordet como anfitrión, como el relanzamiento a todo vapor de aquel sector político. Una suerte de PJ alternativo al oficial, que comanda José Luis Gioja, y que si se presentara a las urnas como una segunda coalición panperonista –paralela al tándem de peronismo/kirchnerismo– favorecería objetivamente a Cambiemos. «Nosotros estamos planteando una alternativa superadora al macrismo y al kirchnerismo», declaró el gobernador de Salta Juan Manuel Urtubey ante los periodistas que se acercaron hasta la representación de Entre Ríos en Buenos Aires, sobre la calle Suipacha.
Pero las fotos, las «cumbres» y las convocatorias realizadas casi de urgencia para poner en escena un contrapeso a otros hechos y otras reuniones previas –como en este caso puede haber sido el discurso de Cristina Fernández en el Foro del Pensamiento Crítico de Clacso– encierran siempre una debilidad. Sus definiciones nunca son definitivas. Las declaraciones públicas y los posicionamientos personales suelen ser, en este tipo de iniciativas tácticas consumadas a contrarreloj, fugaces y transitorias. Y eso es lo que está pasando en el sigiloso y escondedor mapa del panperonismo.
Los grandes medios describieron la juntada del miércoles a la noche como una prueba elocuente de que todos los participantes de esa reunión –es decir, los gobernadores Bordet, Hugo Passalacqua (Misiones), Rosana Bertone (Tierra del Fuego), Domingo Peppo (Chaco), Sergio Casas (La Rioja), Mariano Arcioni (Chubut) y Juan Manzur (Tucumán)– están convencidos de la necesidad de construir una tercera opción política nacional que compita en 2019. Eso es muy fácil de contar, pero será difícil de confirmar en los hechos.
Para interpretar con más elementos la actualidad justicialista hay que sumarle al contexto otra serie de hechos que no generan entusiasmo ni en los pasillos de la Casa Rosada ni en los jardines de Olivos. El primero fue el acuerdo explícito de la bancada en Diputados del FpV-PJ (con su componente esencial de kirchnerismo, más viejos y nuevos aliados), el Frente Renovador y el bloque de los gobernadores que permitió al panperonismo concretar con éxito su ¿primera? movida conjunta en el Congreso desde la derrota electoral de Daniel Scioli en 2015. Esa unidad en la acción se coronó con la recuperación de los dos asientos en el Consejo de la Magistratura que le corresponden al bloque mayoritario.
La jura de Eduardo «Wado» De Pedro y Graciela Camaño como nuevos integrantes del órgano que tiene como objeto revisar la conducta de los jueces reflejó lo que en el ambiente del peronismo se comenta por lo bajo: que Massa y CFK vienen dialogando, ya sea directamente o a través de terceros. La propia senadora y exmandataria lo dejó entrever en varios de los diálogos que mantuvo y sigue manteniendo en el Instituto Patria. Y ese es, justamente, otro de los datos que hay que sumar a la foto del momento. Dirigentes políticos que en coyunturas no tan lejanas aseguraban que Cristina ya formaba parte del pasado –un ejemplo de ello es Manzur– desde hace un tiempo ya no ocultan su convicción de que en algún momento habrá que hablar «incluso con Cristina». «Hoy es tiempo de que todo el peronismo se una, sin exclusiones», aseguró el tucumano.
Del espacio que se reunió en la Casa de Entre Ríos sólo dos dirigentes parecen firmes y resueltos a no participar de ningún acuerdo electoral del que forme parte Cristina. A lo sumo son tres. Se trata de Urtubey, el cordobés Juan Schiaretti y el rionegrino Pichetto. El resto, por contraste, irá viendo cómo evolucionan los acontecimientos. «Es muy temprano para adelantar posicionamientos. Además, muchos gobernadores prefieren esperar para evitar que empiecen a operar contra ellos desde la Justicia, los servicios y los trolls de Marcos Peña», reconoció en diálogo con Tiempo un asesor legislativo muy bien informado que trabaja para el peronismo de una provincia del «Norte Grande».
Algunos gobernadores justicialistas optaron por la estrategia de desdoblar las elecciones provinciales de las nacionales. Siempre que la Carta Magna local se los permita, claro. Es una alternativa que, confían, les permitirá preservar el territorio propio y evitar que los radares de la Casa Rosada los pongan en la mira prematuramente. Pero, una vez atravesado el calendario electoral del distrito, todo puede cambiar. Mientras todo esto pasa en las jurisdicciones gobernadas por el PJ, entre El Calafate, Río Gallegos, el Instituto Patria y las oficinas de Cristina en el Senado se percibe un clima de creciente entusiasmo: aunque la exmandataria sigue optando por el bajo perfil, por la táctica de «entrar y salir» de la agenda con apariciones puntuales, todos los indicadores del mundo exterior transmiten que CFK ha recuperado la centralidad.
Es, como lo reflejaron sus discursos en el debate sobre el Presupuesto 2019 y en las instalaciones de Ferro, la figura que más expectativa despierta entre todos los probables candidatos opositores. Hace diez días, en una actividad organizada en la Facultad de Ciencias Sociales, un grupo de encuestadores convocados para dialogar con docentes y alumnos ofreció un panorama contundente: «Cristina los opaca a todos». Esa misma percepción tuvo en los últimos días, de manera muy cruda, el diputado y exministro de Economía Axel Kicillof. Hombres de negocios, de las grandes empresas, de los bancos, e incluso representantes de organismos financieros, intentaron acercarse a Kicillof para tener una idea de qué está pensando Cristina en materia económica.
Un indicador, si se quiere, de que el poder económico no descarta lo que al mismo tiempo es su peor fantasma. Para algunos, hasta una pesadilla. «