Puerto Argentino
Ezequiel Martel es un argentino de 35 años que decidió viajar a las Malvinas para cumplir su sueño de surfear en la playa donde cayó su padre durante la guerra que azotó las islas en 1982, y así sentirse «más cerca de él», según explicó a Sputnik Nóvosti.
«Para mí Malvinas es un lugar de encuentro, mi padre dejó la vida aquí, murió haciendo lo que amaba, volar; volví para cumplir mi sueño, sentirme más cerca de él que nunca», dijo en tierra malvinense Ezequiel, quien como su padre Rubén es piloto de la Fuerza Aérea Argentina.
Ezequiel tiene 35 años, la misma edad de su padre cuando murió hace exactamente la misma cantidad de tiempo.
La muerte de Rubén Martel comenzó el 1 de junio de 1982, cuando un misil británico impactó en el Hércules C130, de matrícula TC-63.
Ya fuera de combate, mientras la nave yacía flotando en el mar, el Sea Harrier dio la vuelta y con sus cañones 30 milímetros terminó con la vida de los siete tripulantes argentinos.
Lo único que recuerda Ezequiel de su padre es un día de playa, tiene presente ese momento solo porque quedó documentado en una foto que conserva para sentirse más cerca de ese hombre con el que nunca conversó.
Fue antes de que partiera para la guerra de Malvinas, y Ezequiel no llegaba al año de edad.
Los restos del avión que tripulaba Rubén yacen a unos 70 kilómetros mar adentro, en algún sitio del fondo submarino de la isla Borbón.
Ezequiel llegó a Malvinas con una tabla de surf.
«Elegí esta forma de homenajearlo porque el surf tiene algo que nos conecta con nuestro entorno, cada ola es un desafío; lo que hacemos en esas tablas es levantarnos, caernos y volver a ponernos de pie; el legado de mi padre en mi vida tiene que ver con eso», explicó.
Las Fuerza Aérea Argentina tenía varios Hércules dispuestos en Malvinas, aunque el TC-63 que tripulaba Rubén fue el único derribado durante la guerra.
Estas aeronaves conectaban el archipiélago con el continente: realizaban reabastecimiento, transportes, lanzamientos de carga y vuelos de exploración y reconocimiento.
Desde chico, Ezequiel tuvo la inquietud de saber en detalle cómo habían sido los últimos momentos de su padre.
Cada año desde su muerte concurría al acto celebrado en la base aérea de Palomar, provincia de Buenos Aires, en honor a los siete caídos ese primer día de junio, a 13 días de la rendición de Argentina.
Fue durante esos actos que escuchó el nombre Nigel Ward, el piloto inglés encargado de derribarlos.
Para recabar información, Ezequiel leía revistas de aviación; cuando tenía 14, una de estas publicaciones realizó un especial con pilotos de Sea Harrier.
El suplemento contenía fotos y una breve descripción: nombre, apellido y cantidad de derribos realizados durante el conflicto.
«Fue así como pude ponerle una cara al nombre que había escuchado durante tanto tiempo, Nigel Ward, el hombre que mató a mi padre; esa foto me acompañó durante mucho tiempo», indicó.
Ezequiel explicó que «quería armar el rompecabezas de lo que pasó ese día».
«Quise saber todo acerca de este hombre, investigué a escondidas de mi familia para no herir sentimientos de mi mama y hermanas; necesitaba saber más de ese 1 junio 1982», señaló.
En 2011 sonó el teléfono en la casa de los Martel: llamaban de «Perros de la calle», un programa popular de la radio Metro, de Buenos Aires, buscando familiares para realizar una nota por el aniversario de la Guerra; atendió Ezequiel y hablaron durante más de 45 minutos al aire.
La nota fue un éxito, repercutió en los medios más importantes del país, la gente llamaba a la radio y pedía saber más.
A raíz de eso surgió una segunda entrevista, esta vez contactarían al piloto inglés.
«Yo no tenía ningún derecho a hacer esto solo, por eso contacté a todas las familias de los demás caídos, todos habíamos perdido algo ese día», agregó Ezequiel.
Se pusieron de acuerdo, la llamada se realizaría.
La entrevista tuvo lugar el miércoles 27 de abril, y la producción del programa no le había dicho al británico que el hijo del soldado a quien mató estaría en el estudio.
A medida que avanzaba la nota le iban dando más información; los conductores le indicaron que junto a ellos había un chico cuyo padre murió durante la guerra.
El piloto no tuvo inconvenientes en seguir la charla, luego le dijeron que ese hombre había sido piloto de un Hércules, y que creían que su escuadrón había sido el responsable de eliminarlo.
El inglés confirmó que ese 1 de junio él había derribado al Hércules, y fue entonces cuando huérfano y verdugo cruzaron palabras.
«Fue respondiéndome todo lo que le preguntaba, me explicó que él había estado allí haciendo su trabajo, al igual que mi padre; me dijo que por las circunstancias se vio obligado a enfrentarlo y que fue un honor haberlo hecho, luego se hizo cargo: admitió ser él el responsable del dolor que sentí todos esos años», indicó el joven.
Al aire, Ezequiel le dijo haber visto una foto de él con su hijo menor, quien también siguió los pasos de su padre y se convirtió en piloto.
«Había visto una imagen de su primer vuelo, ese día su padre había estado a su lado; él había podido volar con su hijo; ni mi padre ni yo tuvimos esa posibilidad», contó Ezequiel.
Y añadió: «El día que hice mi primer vuelo me baje del avión y no había nadie; conmovido, Ward ofreció seguir en contacto, algún día me gustaría poder conocerlo».
Ese día aún no llegó, sin embargo el inglés sigue escribiéndole y generaron un vínculo de respeto.
Para el aniversario 29 del derribo del Hércules, el británico le envió una corona de flores para honrar al soldado que había matado, con un mensaje: «Para un héroe que ahora vuela con los ángeles».
Hoy a Ezequiel le toca escribir su propia historia, y a un día de concretar su sueño dice sentirse tranquilo.
«Hace 35 años que espero este momento: tener la posibilidad de surfear en la playa donde cayó mi padre es como tener ese diálogo con él que nunca tuve», afirmó.