Durante el atardecer del 27 de octubre de 2017, el subsecretario de Gobierno y Asuntos Municipales bonaerense, Alex Campbell, un funcionario muy querido por María Eugenia Vidal, se reunía en La Plata con la recién electa senadora Felicitas Beccar Varela, famosa alguna vez por sus apariciones en el programa Jugate conmigo, de Cris Morena. Entre ambos flotaba la alegría, ya que él era su padrino político. De pronto recibió un mensaje por WhatsApp.
“Hola Alex, ¿cómo estás? –leyó en su smartphone–. Te molesto porque recién salgo de ver a Susana Martinengo (la coordinadora de Documentación Presidencial, con despacho junto al de Mauricio Macri) y hablamos de algunas cosas sobre las cuales me dijo que estaría bueno que las hable con vos. Si la semana que viene tenés un ratito, paso a verte. Abrazo”.
El remitente era nada menos que el esbirro de la AFI, Leandro Araque.
Lo cierto es que Campbell –quien desde el 10 de diciembre ocupa una banca de diputado provincial– no atraviesa su mejor momento. Convaleciente de Covid-19 –y sindicado como el hombre que contagió a la ex gobernadora–, supo en su lecho que es investigado por el juez federal de Lomas de Zamora, Federico Villena, por no ser ajeno a las maniobras generalizadas de espionaje del régimen macrista desde dicha central de inteligencia.
De hecho, este mensaje en particular puso al descubierto su vínculo con la señora Martinengo, una pieza clave de tal estructura.
Primero saltó a la luz que ella había mantenido en la Casa Rosada no menos de 12 reuniones con los agentes Araque, Leandro Melo y Jorge Sáez, entre el invierno de 2018 y enero del año siguiente, donde recibía informes de sumo interés para el “uno”, tal como solía referirse al presidente.
Ahora hay indicios de que la ubican en un lugar más trascendente que el de una simple mensajera. Y hasta es señalada como hacedora del seguimiento al ex funcionario del Ministerio de Planificación, Roberto Baratta (detenido con posterioridad), de quien era vecino en el distrito de San Martín.
Robustece tal hipótesis alguna sapiencia suya en semejantes lides, dado que aquella mujer –que se asomó a la política como puntera del Movimiento de Dignidad Nacional (Modin), del militar carapintada Aldo Rico– llegó a ser directora de Seguridad de ese municipio en 2001. A la vez está acreditado que Martinengo tenía con el agente Sáez una amistad previa a estos asuntos.
Lo cierto es que su directiva al agente Araque para hablar “de algunas cosas” con Campbell no solo dejó al desnudo su papel ejecutivo en aspectos puntuales del espionaje ilegal sino que Campbell y ella tenían entre manos algunas epopeyas en común.
En este punto bien vale regresar a octubre de 2017, específicamente al martes 31, cuando Araque le escribe a la secretaria de Campbell en referencia al encuentro con él solicitado cuatro días antes.
“¡Hola Erika! –fue su saludo, tratándola por su nombre de pila–. Estoy por llegar. Te aviso para cuando te llamen del ingreso, que estoy con Sáez”.
Su respuesta fue: “Ok. Anunciate vos igual al subsecretario de Gobierno y Asuntos Municipales Alex Campbell”.
Araque obedeció. Y su ingreso con Sáez quedó debidamente asentado.
En virtud del profuso material incautado por el juez Villena en el celular de Araque –una extraordinaria cantera informativa– surge que su vínculo con Campbell fue extendiéndose en el tiempo. Y se conoce su propósito.
Resulta que a los jefes y ejecutores de esta simpática asociación ilícita enquistada en el Estado (nacional y provincial) los desvelaba –en este caso– la figura del Sumo Pontífice. Porque algún bromista les había hecho creer que el Papa Francisco trabajaba, desde las tinieblas vaticanas, en un armado político de corte populista con dirigentes del ámbito local.
Ya en 2018, otro espía orgánico, Leandro Matta, le manda a Araque una voluminosa carpeta con información y seguimientos al ex intendente platense Pablo Bruera. Y anuncia: “Ahora voy por el obispo”.
La respuesta fue: “Sos un groso, amigo. Ya le paso a Alex”.
El obispo es Jorge Lugones, titular de la diócesis de Lomas de Zamora. También era fisgoneado su hermano, Luis Lugones, un alto dirigente del PJ de La Plata. La proximidad de monseñor con el Papa y los frecuentes contactos de su hermano y suyos con Bruera no podían sino explicarse en el hecho de estar unidos en aquella presunta conspiración. En realidad los agentes no se habían tomado la molestia de averiguar el lazo familiar entre ellos: Bruera es sobrino de los Lugones. Simplemente eso.
La semana pasada el juez Villena citó a Bruera para explicarle con lujo de detalles la operatoria que desplegó la AFI contra él.
El ex intendente pidió ser querellante en esa causa, al igual que Cristina Fernández de Kirchner y Horacio Rodríguez Larreta.
La ex gobernadora pensó tomar un camino similar, mientras aguardaba la citación formal del magistrado.
Hasta es posible que le haya comentado su decisión al bueno de Alex en la reunión que mantuvieron el día del contagio.
Estando las cartas ya sobre la mesa, ¿qué pensará ahora “Mariu” de él? «