Victorio insistía en un proceso de recambio generacional durante los años de recuperación del empleo, de muchos derechos y del regreso de la negociación colectiva al centro de la actividad sindical. Hacía décadas, quizás desde el 73, que no ingresaban tantos jóvenes a las fábricas, solía decir. Insistía en el rejuvenecimiento de la clase trabajadora fabril y en cómo aquel proceso iba a tensionar y finalmente transformar las estructuras sindicales: «Hay que ver cómo va a funcionar la cabeza colectiva de esta clase obrera». Muchos recambios actuales de conducciones sindicales, como la propia UOM, confirman la lucidez con la que solía razonar y el optimismo de un militante que desea siempre más de lo posible. Y al enunciarlo, por la fuerza de su trayectoria y por ser el testimonio de un luchador, expandía el campo de alternativas para todos nosotros.
-Hay más de un modelo sindical en la Argentina, ¿cómo interpretás la actualidad del sindicalismo?
El sindicalismo argentino vive un largo período de transición que para mí empezó cuando Menem toma la decisión política de fracturar la CGT en el Teatro San Martín y ahí entra en cuestión la esencia del modelo que había empezado con el peronismo que es el modelo de correa de transmisión, el sindicato como correa de transmisión de las políticas de Estado. En el primer gobierno de Perón pasaron porque eran políticas de conquista de derechos. Pero cuando las peores políticas neoliberales se aplican desde un gobierno justicialista entonces aquel código de la lealtad del sindicato con el partido fue lo que facilitó el desmantelamiento y todas las reformas laborales regresivas, porque no hubo una sola ley protectora de los trabajadores que no haya sido tocada en el menemismo. Ese proceso simultáneo de reforma del Estado, privatizaciones y reconversión industrial al mismo tiempo hizo que en tres años la Argentina pasara del 7 al 22% de desocupación. Una verdadera masacre laboral, combinada con todas las reformas y las pérdidas de derechos. Todo esto trajo dos fenómenos, por un lado, la exclusión social, que era un dato que en la Argentina no existía, acá había siempre un nivel de desocupación que fluctuaba a un 7, un 8 %, Alfonsín se fue creo que con un 8% de desocupación, y por otro lado la precarización, todo el fenómeno del tercerismo que ahora estalla, se empezó a construir a principios de la década del 90. Ahí el sindicalismo se queda sin respuesta y yo creo que hubo claramente dos caminos. Uno lo marcó la CTA con la propuesta de un nuevo modelo sindical que de alguna manera incorporara dentro de la estructura sindical a los movimientos de desocupados, territoriales, y todo lo que había quedado afuera del mundo organizado del trabajo, en una perspectiva de resistencia. El problema central era la pobreza, no solamente la desocupación, sino que había trabajadores formales que habían caído debajo de la línea de pobreza. Por otro lado, surge el MTA como la corriente interna que recuperaba la idea de la central única y pretendía cambiar la dirección de la CGT peleando desde adentro. Fue lo que a nosotros nos posibilitó también la acción sindical, porque los paros que hicimos en la época de Menem fueron todos paros que hicimos en conjunto con el sector de Moyano, del MTA. Hubo unidad de acción en esa etapa. Todo esto entra en crisis en 2001 porque entra en cuestión todo lo que es la representación en la Argentina, no solamente en el movimiento sindical, fundamentalmente en la política. Hay un proceso medio anárquico de recomposición de fuerzas, de reorganización, en 2003, con la devaluación, la recuperación de un proceso industrial. No es un clásico modelo desarrollista, pero sí claramente hay impulso a la actividad industrial, baja fuerte la desocupación. Una impactante generación de puestos de trabajo en el sector privado. Y atravesando todo esto, un recambio generacional. Tenemos que ir muy para atrás en el tiempo para encontrar, en un período de cinco o seis años, la irrupción de una nueva clase obrera en el mundo del trabajo. El diferencial entre el 22% y 8% que hay hoy, aproximadamente, son jóvenes entre 18 y 30 años. La mayoría de ellos tienen su primera experiencia de empleo. Muchos en condiciones precarias. Muchos sin representación colectiva en una organización sindical. Con estos desfasajes, trabajan en la industria y están representados en el Sindicato de Comercio. Trabajan en la metalurgia y pertenecen a la construcción… Una indefensión muy alta. Aparecen dos o tres experiencias que para mí empiezan a marcar un rumbo. Por un lado, el fenómeno del subte. En el subte los compañeros en determinado momento hacen una medida de fuerza importante y logran meter dentro del convenio colectivo a todo el mundo de los tercerizados que trabajaba bajo tierra, lo que les significó, en ese momento, más de un 100% de aumento salarial, ser parte de la negociación colectiva, recibir los beneficios de los aumentos que consiguen los trabajadores estrictamente de la UTA. Otro es el caso de San Lorenzo, que es otro hecho paradigmático. En la época del rodrigazo las coordinadoras de San Lorenzo son las que llevaron adelante las movilizaciones. En aquel momento, por las últimas paritarias antes del golpe de 1976, pero también en la lucha contra el lopezreguismo. Quizás la última expresión de aquel sindicalismo clasista que se había formado en la resistencia de la dictadura de Onganía y que después se había prolongado durante el gobierno de Cámpora, de Perón. La historia de lucha se transmite, ¿no? , se transmite durante generaciones y ahí la situación en los años 90 en el cordón era que había disminuido drásticamente el empleo. Había pasado en un par de décadas de algo así como 20 mil trabajadores formales en las distintas industrias a 2500 o tres mil trabajadores convencionados, organizados en pequeños sindicatos químicos, petroquímicos, petroleros, ceramistas y donde había avanzado mucho todo este tema del tercerismo. Yo recuerdo que un día muere un compañero en un accidente, en una empresa en San Lorenzo, y estuvieron discutiendo durante semanas para ver de qué empresa era ese trabajador…
– ¿Cómo definirías esa situación?
-Una precariedad, un abandono casi absoluto. Evidentemente cuando vos tenés estos fenómenos y empieza a bajar la desocupación, como cuando empieza a bajar la inundación, aparecen las piedras. Comienzan a aparecer los problemas, hoy yo creo que el problema central que tiene el movimiento sindical en la Argentina ya no es la desocupación. El problema pasa a ser la informalidad, la precariedad. La gran diferenciación que tienen los trabajadores directos de una empresa. Y ésta va a ser una de las cuestiones que vas a corroborar en forma permanente porque al avanzar la organización sindical, al acumularse varios años de negociación colectiva, la gente empieza a organizarse y empieza a ver la diferencia. Entonces te das cuenta que en un mismo puesto de trabajo, un trabajador gana el doble que otro, si no hay una forma racional de salida entrás en conflicto.A este fenómeno hay que prestarle mucha atención, y la otra cuestión es que los procesos sindicales no tienen los almanaques del movimiento político. No se resuelven cada dos años, cada cuatro años en una elección, tienen que ver con los procesos económicos, tienen que ver con los cambios que en general son de varias décadas. Entonces hoy lo que está realmente en riesgo para mí, lo que está amenazado desde el punto de vista de las estrategias patronales, es la organización sindical en los lugares de trabajo
– ¿Y cuál creés que es el escenario de salida de esta transición?
-No vamos a volver a lo que tuvimos, yo no creo que podamos volver ni al pleno empleo, ni a la organización sindical en los lugares de trabajo que tuvimos entonces. Pero tampoco va a ser esto. Porque esto tiende a hacer fuertes aparatos sindicales, porque también hay una recomposición en esta etapa de los aparatos. La CGT a fines de los 90 prácticamente era una sigla…hoy es un factor de poder desde el punto de vista de lo económico, desde el punto de vista de la negociación colectiva, porque en eso hay que sacarse el sombrero, los viejos burócratas saben negociar convenio colectivo, saben discutir salario, saben acumular finanzas para las arcas sindicales, dejando de lado la corrupción y los negocios. Hablo en términos de los intereses de la organización sindical. Lo que viene es una síntesis de lo que fue el viejo modelo del sindicato de correa de transmisión y que pasa los 90 con fuerte crecimiento de la autonomía porque además este fenómeno trae aparejado la cuestión del sindicalismo empresario, o sea, ya no era el viejo burócrata que tenía caballos de carrera y que tenía una buena billetera sino que pasa a ser empresario, manejar AFJP, ART, compra empresas privatizadas… Los principales tercerizadores son parte de eso, son los propios sindicatos, la propia UOM. Entonces este tipo de fenómenos me parece que en algún momento van a estallar. Para que esa cosa estalle tiene que haber una circunstancia en la que haya un crecimiento de la conciencia sindical importante. Desde el punto de vista subjetivo el tema de esta irrupción de la nueva clase obrera implica empezar la escuela primaria de nuevo, porque la mayoría de estos pibes vienen de la nada, vienen de la calle, vienen de la desesperanza, tienen un puesto de trabajo, tienen un salario…y, en toda la primera etapa, su cabeza es la cabeza de la empresa, su puesto de trabajo, y la fantasía de su carrera dentro de la empresa. Bueno si hay una acción sindical, esa masa de trabajadores empieza a cambiar. Pero no en todos lados hay organizaciones sindicales que capitalicen eso en los lugares de trabajo, entonces hay como una especie de limbo. Hoy tenés un peronismo en estado de discusión, prácticamente al borde de la fractura, el peronismo federal, kirchnerismo, el movimiento sindical que siempre estuvo muy atado a ese mundo político, también en estado de tensión, de hecho, además de nosotros está el fenómeno de la partición de la CGT, hay una clara hegemonía del moyanismo. El poder sindical está mayoritariamente ahí, pero hay un estado de debate. Y todo este proceso que se está dando, al interior del mundo del trabajo por los derechos de los sectores más precarizados que son, “a ojo de buen cubero”, la mitad de los trabajadores del sector privado de la industria, abre una perspectiva de un proceso de lucha reivindicativa muy fuerte con la posibilidad de un debate político que permita instalar nuevamente la cuestión del modelo sindical. Todo esto en el marco de un proceso latinoamericano donde el movimiento sindical de nuevo empieza a recuperar un espacio importante. Así que yo en general soy optimista por definición, porque digo…a uno le permitió vivir ser optimista, pero además de lo subjetivo veo condiciones materiales, objetivas, para que se empiece a instalar fuertemente el proceso de cambio del movimiento sindical.
-¿Qué tonalidad nueva te parece que le da el Kirchnerismo a todo este fenómeno? uno podría ubicar dos acontecimientos importantes y estructurantes de la sociabilización, sobre todo de estos trabajadores más jóvenes, de los que vos hablás: uno es 2001 y el otro es el proceso que se inicia a partir de 2008 con el conflicto con el campo, y la muerte de Néstor.
– Yo creo que lo que ha generado son un par de cuestiones. Desde el punto de vista subjetivo empieza a enamorar de vuelta a los jóvenes y a los trabajadores con la política. Porque el neoliberalismo había dejado un encule, una bronca tan grande contra todo lo que es la representación, bueno el “que se vayan todos” creo que fue la expresión más alta de ese rechazo. Hoy me parece que hay otro fenómeno y lo que me cuentan los compañeros, que se veía mucho en las fábricas, con los pibes que ingresaron en los últimos años, pibes que, en general, al sindicato lo miraban así…de política no hablaban -allá tienen los comedores, con televisor, viste, por ahí miran TN- en estos últimos tiempos había cambiado. Desde ese punto de vista, con esta generación nueva de trabajadores, el kirchnerismo es como la apertura, la conciencia política desde otro lugar. Cuando tenés una sociedad con menos del 10% de desocupación, eso habilita la lucha reivindicativa, habilita las conquistas, habilita la pelea. Los burócratas también se mueren, viejos, pero se mueren, y en los recambios también ha ido llegando gente que no está corrompida, gente que tiene experiencia militante, y yo los veo muy balcanizados, muy encerrados en su propio mundo, entonces…hay una necesidad de plantear un debate, de abrir una discusión mucho más allá de nuestros propios límites, hay necesidad de intercambiar con todas estas experiencias, y en eso, bueno, a veces la forma y la estructura de nuestras propias organizaciones también genera autonomía que impide ese debate, porque son militantes sueltos, porque no tienen recursos, porque no tienen aparato, tienen experiencia, tienen su representación en el lugar donde se mueven pero, en términos de generar cómo va a ser ese nuevo modelo sindical que, para mi, está en transición, que no termina de aparecer…me parece que estos son datos que hay que tener en cuenta.
-Vos situás dos grandes diferencias que serían las que hoy está atravesando la Central, una es partido de pobres, o central sindical.
-Empiezo por lo histórico. La CTA nace en una situación de emergencia histórica, con un país que iba camino al 23% de desocupación…cuando Menem articula los dos procesos simultáneos de reconversión industrial, dejó afuera al 30% de los planteles en las grandes fábricas, eso fue entre el 90 y el 92, es decir, todo lo que era el sector privado, Acindar, el cordón industrial de San Lorenzo, un proceso de achicamiento y de aumento de la productividad por cambios en las condiciones de trabajo. Junto con eso, las privatizaciones que dejaron fuera del mundo del trabajo a centenares de miles de trabajadores. En el 91, que fue Burzaco, la CTA se desarrolla en esa etapa de alta desocupación, de proceso de desindustrialización, de crisis del modelo, con la aplicación de políticas neoliberales, que estalla en 2001, ese fue un período de nacimiento y de crecimiento de la CTA que tiene el gran mérito de hacerse cargo, fundamentalmente, de los trabajadores excluidos, que no eran desocupados en términos tradicionales, sino una masa gigantesca de trabajadores borrados con estrategias muy precisas que generaron las condiciones para poder llevar adelante toda la contrarreforma laboral que implementó el menemismo, tanto lo que tiene que ver con derechos individuales como con derechos colectivos…la idea expresa de alguna manera todo ese quilombo, y en su propio desarrollo, en su debate, va buscando los caminos, y encontramos en el esquema, o en la estructura de la CGT la explicación de por qué el movimiento sindical no resistía las políticas más hostiles que habían sucedido, en términos de clase, en términos de empleo, en términos de representación profesional. En esa búsqueda nosotros encontramos el tema del modelo del sindicalismo de correa de transmisión, que había sido el del primer Perón. Frente a eso aparecen dos emergentes…el viejo modelo y nosotros, que damos el portazo y empezamos desde Burzaco a construir una central de otro tipo, con la representación directa, con el voto directo, con la afiliación directa, pero también definiendo cuestiones estructurales, o definitivas, cuestiones coyunturales, por ejemplo el fin de la fábrica, la fábrica es el barrio, la clase trabajadora está en el barrio, hay que buscarla en el territorio. De alguna manera la CTA se hace fuerte en la representación de lo que quedaba de la clase obrera industrial, achicada, disminuida, pero que estaba larvada y que luego se expande nuevamente
-¿Y este escenario, cuál es tu percepción a futuro?
-Yo creo que nosotros marchamos hacia un escenario que tiene dos características, por un lado va a tener, en pocos años más, una fuerte influencia de esta nueva clase obrera que surgió desde 2003, que va a ser, cada vez más mayoritaria en el mundo del trabajo, porque nosotros teníamos un fenómeno de una clase obrera envejecida, fundamentalmente del sector industrial. En el año 2000, el promedio de antigüedad de los trabajadores en la fábrica era de más de 20 años, y hoy la mayoría de esos están afuera, están jubilados, y hay una nueva clase obrera que está ahí, los trabajadores están haciendo su aprendizaje, entonces, hay que ver cómo funciona la cabeza colectiva de esa nueva clase obrera, que no tiene los paradigmas…no conocieron a Perón, no conocieron a Vandor, a Rucci, no conocieron a Ongaro, o sea, no conocieron aquella historia que tuvo continuidad hasta la generación nuestra, y acá hay un corte, en los 90 significa, también, una ruptura del proceso de aprendizaje histórico que normalmente en el sindicalismo viene de los más viejos a los más nuevos…se aprende a trabajar, se aprende a organizar, y se aprende a resistir.
Entrevista realizada en CTA Nacional, en enero y febrero de 2011. Para una versión extendida de esta entrevista, este link de la revista Nación Trabajadora.