Según los datos de la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (Asap), en base a las cuentas oficiales, entre 2015 y 2019 el presupuesto nacional destinado a la función «salud» cayó en términos reales un 20%. Esto quiere decir que si se miran los números que representa la plata puesta a disposición del cuidado de la salud de la población, puede observarse que hubo un crecimiento nominal, pero éste fue menor que la inflación. El año 2019 concentró buena parte de la rebaja, con una reducción real del 11%. 13 millones de personas se atienden en el sector público de la salud.
Estos datos no son novedad. Lo sabía cualquiera que siguiera la información que publicaban los medios de comunicación que no estaban comprometidos con el sostenimiento del proyecto político, económico y social de Cambiemos. Naturalmente, todos los que tenían los pies dentro de ese plato siempre negaron la realidad, escudados en la relativa complejidad que tienen las estadísticas vinculadas al presupuesto nacional y su ejecución.
Ahora, el que viene a admitir este descalabro es Adolfo Rubinstein, quien entre 2017 y 2019 fue el principal funcionario de salud de Cambiemos, primero como ministro y luego como secretario, cuando el gobierno de Mauricio Macri resolvió bajar, en septiembre de 2018, la categoría de la cartera. Rubinstein aseguró en una entrevista días atrás que «la salud pública no fue una prioridad en el gobierno anterior». Agregó que estuvo «muy en contra» de la decisión de rebajar el ministerio a secretaría y que la causa de todo ello fue el fracaso económico del gobierno: «La prioridad fue la crisis financiera y tratar de mantener la macroeconomía», justificó.
Rubinstein dice estas cosas por el simple hecho de que quiere despegarse del macrismo en un área en la que sólo cosechó retrocesos. Y lo hace ahora porque integra una lista porteña referenciada en la UCR que compulsará en las próximas PASO contra otras dos.
El oportunismo, que forma parte del ADN de muchos políticos, no deja lugar al sentido de la oportunidad. Rubinstein hace su declaración cuando la segunda ola de Covid-19 sigue golpeando a la población, con la amenaza de la variante Delta en gateras, lista para concretar una tercera ola. ¿Cuánto limita a la respuesta sanitaria de hoy el hecho de que la salud pública no haya sido una prioridad durante el gobierno anterior?
La gestión de la pandemia por parte del gobierno de Alberto Fernández mostró que no hay disposición a superar, justamente, esas barreras que le dejó el macrismo: un sistema de salud pública pauperizado y otro, el de la salud privada, intocable. Y junto a ello, un presupuesto de salud para este año que recortó el gasto en términos reales en un 9% con el argumento de que en 2020 hubo un excedente vinculado al Covid, como si las obligaciones que genera la pandemia no corrieran para este año. El Ministerio de Economía llegó a decir que, descontado el gasto Covid, el presupuesto de salud era, en términos reales, un 8% mayor al de 2020.
La emergencia de la segunda ola y la crisis en la que puso al sistema de salud, al borde del colapso, indican que no hay más margen para desinvertir, que se deben ampliar los presupuestos, tanto nacionales como provinciales, que hay que incrementar los salarios de los trabajadores del sector y mejorar sus condiciones laborales.
Es ineludible.