A José Luis Sampedro, escritor, humanista y economista español que propiciaba una economía «más humana y solidaria», se le atribuye la siguiente frase: «Si usted amenaza con la guillotina pero luego no mata a nadie, puede esclavizar a quien quiera. Ellos pensarán: ‘Al menos no estamos guillotinados'». En el blog Microfilosofía, Andrés Huergo sugiere que el uso político del miedo es una vieja herramienta de los totalitarismos y ciertos modelos democráticos que buscan la cohesión social generando en la comunidad la disyuntiva de elegir entre lo malo y lo peor.
Mauricio Macri, ayudado por su dispositivo mediático-judicial, convirtió «el miedo a lo peor» en la premisa de la segunda etapa de su gestión en el gobierno nacional. La que va por las reformas profundas del plan de «reformismo permanente». Terminó 2017 y comenzó 2018 instalando temores: a las consecuencias de una devaluación abrupta del peso, a la pérdida de las fuentes de trabajo, a la persecución política con cárcel incluida, a la estigmatización, al regreso de los genocidas al barrio, a gastar más de lo que «corresponde» y así
Utilizó un manual infalible: mientras una buena parte de la población goza del merecido descanso anual en playas o montañas, o tal vez en su propia casa, otra cantidad siente en carne propia el rigor de la pérdida del empleo y se convierte, allí mismo, en un mensaje disciplinador para los demás. Las escenas de trabajadores llegando a sus lugares de empleo para enterarse de que nunca más atravesarán el molinete de ingreso no constituyen un error ni expresan falta de sensibilidad. Hacen visible la división entre los que van a seguir participando y los que no. Hiere a ambos lados del molinete, pero convierte a los «salvados» en involuntarios culpables de lo que les sucede a los excluidos. Y además, como si fuera poco, en la segunda etapa de la perversión los empujará a aceptar condiciones laborales que en otro contexto no hubiesen podido imponerles.
Para los que resisten estas decisiones, la estrategia del miedo tiene otro plan: la licitación para la compra de 14 millones de postas de bala de goma con entrega previa al mes de abril de la que hoy informa este diario y la desopilante operación que buscó incriminar al Partido Obrero en un poco creíble atentado contra la sede de la Policía Federal, advierten a los menos temerosos sobre los «riesgos» de confrontar en las calles. Preparan el terreno para un marzo caliente. Saben que el miedo sólo se supera con la acción colectiva y, a juzgar por la impresionante capacidad de movilización que vastos sectores de la sociedad argentina exhibieron esta semana masiva movilización de ATE, escraches al genocida Etchecolatz, protestas por los cortes de luz, pueblada en Azul todavía quedan (citando nuevamente a Huergo) muchos dispuestos a ejercer la libertad dándole batalla al miedo. «