Hemos ganado terreno, sin duda: la masacre de obreros cometida por la empresa británica La Forestal en 1921 en el norte de Santa Fe está oportunamente documentada. Ya no hay lugar para negar, olvidar, relativizar o justificar aquella reacción barbárica de la empresa. Además, comprendemos mucho mejor los motivos que la configuraron: la lucha obrera que había conseguido mejoras de vida y trabajo; el desafío al orden despótico empresarial; el reparto del mundo y sus recursos entre las grandes potencias; la irrupción de la república democrática; una larga crisis económica; y los ecos de la Revolución Rusa. La secuencia final de aquellos sucesos puede sintetizarse muy bien con tres titulares de diarios de aquella época: “Una maniobra de La Forestal. Más de 20 mil obreros encuéntranse amenazados de quedarse sin trabajo”; “Los obreros de La Forestal inician un movimiento armado”; “Un Crimen de Lesa Humanidad está cometiendo La Forestal”. Situados aquí, a cien años de aquellos sucesos, este Encuentro de compañeros y compañeras del norte santafesino se pregunta, en voz alta: ¿qué conmemoramos? Para respondernos, nos aferramos a certezas y convicciones.
En primer lugar, podemos decir que entre aquel país y el de hoy, hemos atravesado un siglo XX desbordado de violencias de todo tipo, que no tenemos una sociedad más justa que hace un siglo, que las violencias privadas y las prácticas represivas estatales no han sido eliminadas de nuestra cultura; pero también que hemos podido tejer una conciencia pública que incorpora los Derechos Humanos y las prácticas democráticas dentro de sus valores fundamentales. En segundo lugar, sabemos que para crecer y multiplicarse, un bosque necesita desplegar sus raíces. Este Encuentro pretende crecer junto con él y, en ellas, en sus raíces, enredarse. Remover las memorias, reconstruir nuestra historia: es necesario para proyectar. Pero no podemos hacerlo paralizados en el oprobio y la tragedia, que bien conocemos. Por eso elegimos el 29 de enero como fecha conmemorativa: el día en que una revuelta obrera y popular sacudió el orden injusto que se vivía en los dominios de La Forestal.
Expresión de aquella larga rebelión que se extendió abiertamente por al menos dos años, fue Teófilo Lafuente. A él lo elegimos para homenajear aquellas luchas. Su mensaje buscamos hacerlo nuestro y difundirlo. El monumento que construimos tiene su rostro, una mujer que sostiene la lucha, una calandria que lleva al hachero hacia la libertad y un manifiesto que le habla al mundo, en pasado, presente y futuro. Teófilo fue un trabajador y un luchador. Expresaba la alegría de la rebelión y la dignidad de los que poco tienen, pero reparten.
El monumento será instalado en una parte del predio de la vieja fábrica de tanino de Villa Guillermina, convertida en Parque de la Memoria y la Identidad de los Pueblos Forestales. Desde allí, venciendo al negacionismo y al olvido, Teófilo nos convocará, siempre, para incomodarnos frente a las injusticias, para sacudirnos la cobardía y para buscar la unidad de las luchas populares.
Se transformará en quebracho, Teófilo, partisano de la memoria, para recordarnos, sin descanso, que, para construir un mundo sustentable, más justo, más democrático, más inclusivo y más diverso, tenemos derecho a desobedecer.