Marcos Peña, al igual que su jefe Mauricio Macri, está en campaña. El funcionario aprovechó su informe ante los Diputados para profundizar esa estrategia política de Cambiemos. En ese sentido habló y gritó como si fuera un candidato. Utilizó el conflicto docente, como si fuera heredado, para cuestionar la gestión del gobierno kirchnerista, sin duda su adversario electoral.En base a ello desarrolló un diagnóstico lapidario del sistema educativo para afirmar, con vehemencia, que su gobierno no va convocar a la paritaria nacional. Una posición que le valió duras críticas desde toda la oposición, incluso de aquellos bloques que habían sido más comprensibles con el oficialismo.
Haciendo gala de la lógica empresarial que rige el gobierno macrista y despegando al Estado nacional de toda responsabilidad, Peña afirmó que la paritaria debe hacerse con los empleadores directos, que son las provincias, para que cada provincia pueda manejar su política salarial. Desligándose de la cuestión salarial prefirió rescatar como lo único válido el plan maestro que anunció Macri durante la jornada del martes pasado. Unas horas después, la massista Graciela Camaño se encargó de destruir el plan maestro. Le recordó a Peña que buena parte de los puntos que había destacado en realidad forman parte de la ley de Educación Nacional que se sancionó en 2006.
Peña habló del tema docente mientras miles de trabajadores de la educación poblaban las calles de la ciudad de Buenos Aires. Lejos de esos reclamos el jefe de Gabinete insistió que son las provincias las que deben resolver el tema salarial. Son las provincias las que pueden decidir un cero por ciento (de aumento) como hizo Santa Cruz o un 30 o 40 por ciento como hicieron otras provincias (Tucumán y San Luis)». La chicana contra el kirchnerismo fue la primera de muchas de las que se valió el funcionario durante su presencia ante los diputados.
Para el funcionario en particular y el gobierno en general la paritaria nacional se realiza una sola vez y para siempre. Se entendió eso cuando dijo que el año pasado, durante la paritaria nacional que ahora niega, se fijó un piso salarial por encima del salario mínimo, vital y móvil en un 20 por ciento y por ello Peña consideró que la discusión es de estricta responsabilidad de las provincias.
Héctor Recalde, el presidente del bloque del FPV, se ocupó de aclararle cuál es el sentido de las paritarias. Los salarios y las condiciones de trabajo son permanentes y lo regula la Constitución Nacional. En ese sentido, ¿cuál es la contraindicación de analizar las propuestas de los docentes, de debatir con ellos la paritaria? Los damnificados son los alumnos, los familiares, la sociedad, los trabajadores de la docencia. Peña no reculó un centímetro e insistió con la cultura del paro docente que para el funcionario termina fortaleciendo la fuga a la educación privada. Esto está comprobado en los números.
Peña mantuvo un áspero cruce con Axel Kiciloff que en realidad desnudó la estrategia de Cambiemos: polemizar sólo con el kirchnerismo. El ex ministro de Economía recurrió al golpe que recibió el presidente Macri con la conductora Mirtha Legrand para recordarle que no ve la realidad, no ve los 100 mil docentes que hoy va a haber en la calle y le insistió en que le perdona impuestos a los ricos y se los sube a los pobres. Es más, ya que le gusta hablar de herencias ustedes lograron, por primera vez desde 1975, hacer caer el PBI y crecer las importaciones.
Peña se sintió llamado a su juego electoral y le respondió con la retahíla del Indec, el default, el supuesto vaciamiento de la arcas del Banco Central y le gritó: Háganse cargo de algo. No tenemos ni troll ni call center. Reiteró luego, a los gritos, que la economía está estancada hace más de cinco años. Negó que se haya abierto de manera indiscriminada la importación. No hay apertura indiscriminada por más que lo digan una y otra vez. Lo que hay es una economía frágil, un sistema laboral frágil que no compite pero que necesitamos que generen millones de puestos de trabajo y lo tenemos que hacer juntos. A Peña lo vivaron los pocos diputados del oficialismo que ocupaban sus bancas, el resto estaba almorzando.
La estrategia electoral de Cambiemos que encarnó Peña es tan diáfana que sólo fue vehemente cuando tuvo que contestar a los legisladores kirchneristas. La massista Camaño tuvo un discurso durísimo y el jefe de Gabinete apenas si pestañeó. La legisladora le dijo que el gobierno que Peña representa es el constructor de un nuevo relato, no quieren hablar de la coyuntura pero ella nos muestra la realidad de la calle.
La legisladora le pidió que abandone el verso de la revolución educativa: Cómo carajo no vamos a estar de acuerdo con resolver el sistema educativo, pero no vengan con ese discurso cuando tienen el certificado de incapacidad para poner los pibes en las aulas. Es más, prácticamente le gritó a Peña que el gobierno no puede seguir echándole la culpa a los docentes. Son trabajadores y que reclaman un salario justo. Dejensé de joder, no puede ser la variable de ajuste el maestro.
Peña puso cara de oír llover y ni se inmutó cuando Camaño le dijo que no es de ingenuo lo que se hace con los docentes. Lo que se pretende hacer es lo que en el pasado terminó con la Banelco. Usted era joven, tal vez no lo recuerda, pero eso fue querer destruir los derechos colectivos de los trabajadores.
Felipe Solá también fue duro, aunque una pizca menor que Camaño, cuando se refirió a los casos Correo Argentino y Avianca. Para cuestionar el manejo del gobierno en estos temas recurrió a la ironía al comparar el gobierno de Macri con el personaje de Peter Capusotto, Juan Domingo Perdón: Es todo un gran papelón que se resuelve con el perdón y la vuelta atrás. Juan Domingo Perdón. Disculpen, íbamos a hacer una macana, dijo.
Siguiendo con su ironía el diputado señaló que a lo mejor la democracia está funcionando porque los agarramos cada vez que están por hacer algo.
Con Solá, el jefe de Gabinete perdió un poco la paciencia. No sólo le refrescó su pasado kirchnerista sino también menemista para luego afirmar que el gobierno trabajó transparentando la administración del Estado como no se hizo nunca y no es pido perdón y marcha atrás, sino la valentía de un presidente que dice que en este tema deberíamos ser más cuidadosos y de ninguna manera cometimos un hecho de corrupción.
Una frase que le sirvió para justificar los decretos que, como dijo Peña, buscan prevenir los conflictos de intereses. Incluso llegó a subir un poco el tono de su voz porque recordó que Solá le hizo una referencia a la grieta: La única grieta es la marginalidad y la exclusión. Solucionemos eso y no versiemos(sic) más con una agenda política para buscar posicionamientos mediáticos.
No hubo más momentos de tensión. Peña escuchó y respondió al resto de los bloques con más o menos entusiasmo. La construcción firme y de paredes gruesas del Congreso evitó que se sintieran los ruidos que llegaban de las calles y de las movilizaciones docentes. Cuando todo terminó, los más de cincuenta empleados de los diferentes ministerios cerraron sus computadoras desde donde escribían las respuestas para el jefe de Gabiente.
Fue un virtual call center que se armó en Salón de Pasos Perdidos que gracias a unos paneles de más de dos metros de altura y estrechamente unidos evitó que los curiosos pudieran pispear la tarea que realizaban. En el recinto había solo 85 diputados escuchando las últimas definiciones de Peña. Si hubiera sido una sesión ordinaria, el presidente de la Cámara baja, Emilio Monzó, la habría levantado por falta de quórum.