Teófilo Lafuente fue cofundador y primer secretario general del primer sindicato argentino del tanino, fundado en 1919 en el norte de Santa Fe. La organización se llamó entonces Sindicato de Obreros en Tanino y Anexos de La Forestal. Tenían la idea de formar más adelante una federación, que agrupara a los tanineros (obreros fabriles) y demás trabajadores del quebracho. Aquella primera experiencia sindical terminó trágicamente en 1921.
Hubo fallidos intentos de resindicalización al finalizar los años ’20, con Hipólito Yrigoyen en su segundo mandato. En 1936, se fundó el Sindicato de Obreros de la Industria del Quebracho (SOIQ), una experiencia guiada por activistas comunistas que alcanzó al Chaco y el litoral del norte santafesino. Quince años más tarde, bajo el peronismo, cuando la industria languidecía en el norte de Santa Fe, se fundó la FATITA, con epicentro en Chaco. En esta provincia y en Formosa, el quebracho todavía es transformado en tanino.
Aquella primera experiencia sindical lo tuvo a Teófilo entre sus promotores. Lafuente era correntino de origen. Estando en Villa Ángela, Chaco, se habría enterado que en Villa Guillermina comenzaría a funcionar una fábrica de tanino, que demandaba muchos brazos. A poco de funcionar, aquella fábrica fundada por capitales alemanes cambió su denominación y aparecieron nuevos dueños: los ingleses de La Forestal. Teófilo trabajó como electricista.
Las condiciones laborales y de vida no eran buenas ni por asomo. Jornadas de doce horas de trabajo, un agobiante calor, ruido ensordecedor, una magra paga. En enero de 1911, Teófilo se unió a sus compañeros para fundar el primer Centro Recreativo Obrero. En 1918 vinieron las luchas abiertas, las primeras huelgas y la fundación de la primera organización sindical. Lafuente, que rondaría los treinta años, fue el primer secretario general y uno de los encargados de llevar la voz sindical a cada rincón del Chaco santafesino.
A fines de 1919, mientras se expandía la organización sindical, fue despedido de la empresa, junto a una treintena de compañeros. La readmisión y el reconocimiento de la organización fueron una de las 35 exigencias del pliego de condiciones que inspiró la gran huelga comenzada el 14 de diciembre. El último ítem reclamaba a la jerarquía “más respeto hacia los obreros”.
La huelga fue exitosa, pero la empresa no tardó en responder. La Forestal financió hasta la última bala y montura que utilizaron los represores de la Gendarmeía Volante, creada a pedido de la patronal.
Fueron días de abusos, golpizas, allanamientos e incendio de casas obreras. Tras la revuelta del 29 de enero de 1921, Lafuente fue llevado detenido a Santa Fe. Antes de ser interrogado en un juzgado, dijo ante la prensa que en Villa Guillermina estaba “el cuartel general de los apaleadores”. “No se me permitía hablar ni comer, ni comunicarme con nadie. Con frecuencia, durante la noche, penetraban los agentes de policía o de gendarmería y nos despertaban apuntándonos con winchesters. Hemos pasado un verdadero martirio”, declaró.
Detenido en Santa Fe, frente a un estado que se aprestaba a juzgarlo, De la Fuente ensayó un pronunciamiento público sobre la dignidad obrera y la avaricia empresarial: “Yo no soy huelguista y he tratado en todo momento de calmar los ánimos de los compañeros. Son alrededor de 6000 argentinos que desde Resistencia hasta Margarita viven como las fieras entre las selvas, porque La Forestal los ha dejado sin trabajo y sin hogar». A Lafuente se lo dio por muerto y esta barbarie empresarial fue silenciada y negada por mucho tiempo. Ahora las luchas de aquellos hombres y mujeres del tanino quedan en aquella tierra extraña, enraizadas como los quebrachos, partisanos de la memoria.