El Eternauta finalmente llegará a la pantalla chica. Se cierra así un ciclo de varias décadas de intentos fallidos por traducir al formato audiovisual el clásico del guionista Héctor Germán Oesterheld y el dibujante Francisco Solano López. Así lo informó el miércoles pasado el CEO y director ejecutivo de Netflix, Reed Hastings, luego de su reunión con Alberto Fernández en la Casa Rosada. El anuncio se hizo en el marco de la presentación del paquete de producciones que la plataforma digital realizará en la Argentina entre 2020 y 2021. El proyecto se llevará adelante bajo la dirección de Bruno Stagnaro, consagrado por su trabajo en Pizza, birra, faso, Okupas y Un gallo para Esculapio, quien contará con el asesoramiento de Martín Oesterheld, nieto del guionista. El formato elegido, la serie, recuerda al original de la historieta, que se ofreció en la revista Hora cero a través de entregas semanales desde 1957 hasta 1959.
Las aventuras de Juan Salvo, el viajero del tiempo que organizaba la resistencia de los habitantes de la Tierra a una invasión alienígena, fueron un éxito en su época. Sin embargo, serían las derivas posteriores del país las que convertirían a la historieta y a su creador en íconos políticos vigentes hasta el presente. Los hechos son tan conocidos como atroces: durante la última dictadura militar, Oesterheld, sus cuatro hijas –dos de ellas embarazadas– y tres de sus yernos fueron blanco de la represión estatal clandestina debido a su militancia en la organización Montoneros. Cuarenta años después, sólo fueron encontrados los restos de una de ellas –Beatriz, la menor–, desconociéndose hasta la actualidad el paradero de los demás.
El derrotero político y el trágico final de Oesterheld reforzaron una lectura de El Eternauta que interpretaba su contenido más allá del relato de ciencia ficción. Juan Salvo encarnaba, como su mismo creador lo sugirió más de una vez, al héroe colectivo que, lejos de la salida individual, buscaba mancomunar los esfuerzos de las personas para construir un frente común contra la amenaza externa. La analogía entre la resistencia al invasor extraterrestre y las luchas contra las diversas dictaduras que atravesó la Argentina durante siglo XX, en especial a la de 1976, constituyen al día de hoy una imagen recurrente. La resignificación política de El Eternauta tuvo su último episodio en la creación de la figura del “Nestornauta” a modo de homenaje póstumo al ex presidente Néstor Kirchner. Este recorrido de la creación de Oesterheld genera que la noticia de su adaptación al formato serie resuene más allá de la industria del entretenimiento: el anuncio del ejecutivo de Netflix ofrece, sin quererlo, la oportunidad de reflexionar en torno a lo sucedido en los años de la última dictadura argentina y a las políticas públicas que tienen como eje esa etapa de la historia nacional.
Héctor Germán Oesterheld fue secuestrado en abril de 1977 por personal del Ejército, según denunció su esposa Elsa ante la CONADEP, información que luego fue confirmada en la sentencia del Juicio a las Juntas. Según los testimonios de sobrevivientes que compartieron el encierro con él, su cautiverio transcurrió entre los centros clandestinos de detención conocidos como “El Vesubio” y “Sheraton”, ubicados en el partido bonaerense de La Matanza. El primero, además de ser uno de los mayores espacios de cautiverio de la provincia de Buenos Aires, fue también el lugar de secuestro de otros referentes de la cultura argentina comprometidos con la realidad política de su tiempo: el escritor Haroldo Conti y el cineasta Raymundo Gleyzer, ambos desaparecidos. El Sheraton debía su nombre al ingenio macabro de los represores: la comparación con el famoso hotel cinco estrellas hacía referencia a que allí las condiciones de reclusión eran supuestamente menos inhumanas que en otros lugares. Ambos centros clandestinos funcionaron bajo control del Primer Cuerpo de Ejército y en estrecho contacto con distintas dependencias militares, policiales y penitenciarias de la provincia. Su máxima autoridad fue el entonces general Guillermo Suárez Mason, férreo impulsor de la masacre represiva y uno de los personajes más oscuros de aquella época.
Los días de Oesterheld en cautiverio, reconstruidos a partir de los aportes de los sobrevivientes, configuran un cuadro fragmentario que expresa las condiciones de aislamiento a las que eran sometidos los secuestrados y que se compone de momentos arrancados al dispositivo aplastante del centro clandestino. Una sobreviviente, que con sólo doce años permaneció cautiva más de dos meses en El Vesubio y el Sheraton, recuerda la insistencia del guionista de El Eternauta en la importancia de continuar sus estudios y las lecciones que improvisaba para la joven sobre temas específicos de historia y geografía. El relato de otra sobreviviente, embarazada de ocho meses al momento de su secuestro, ilustra cómo los propios represores reconocieron las capacidades de Oesterheld: el mismísimo jefe de El Vesubio en ese entonces, el ex coronel Pedro Durán Sáenz –apodado “Delta”–, lo obligó a escribir el guión de una historieta sobre la gesta del general José de San Martín. Las referencias al creador de Juan Salvo, que no se agotan en los dos ejemplos citados, llegan hasta enero de 1978. A partir de esa fecha su pista se pierde definitivamente.
Actualmente, el Tribunal Oral Federal 4 lleva adelante el tercer juicio por los crímenes cometidos en El Vesubio, cuyos tramos precedentes recibieron sentencia en 2011 y 2014. Entre los trescientos setenta casos de víctimas de la represión en ese centro clandestino sobre los que deberán expedirse los magistrados se encuentra, como en las etapas anteriores, el de Oesterheld. Estos procesos, que continuaron el trabajo realizado en el informe de la CONADEP y el Juicio a las Juntas, fueron el ámbito donde se volcaron los testimonios que permitieron conocer lo sucedido con el creador de El Eternauta y el resto de los desaparecidos y asesinados en El Vesubio. No obstante este aporte, los integrantes de la Comisión de Vesubio y Puente 12, que reúne a familiares y sobrevivientes, denunciaron graves demoras en el desarrollo de las audiencias del juicio en curso, que los miembros del tribunal atribuyen a la falta de empleados, de disponibilidad de la sala e, incluso, a las dificultades para hacer confluir sus agendas personales.
La noticia de la adaptación del gran clásico de la historieta argentina al formato serie, celebrada por el reconocimiento que significa a la obra de Oesterheld, abre también la oportunidad para exigir la dinamización de los juicios por los crímenes de lesa humanidad, cuyo ritmo languideció durante los últimos años. Esa es la senda que hace cuarenta años marcó el movimiento de derechos humanos, héroe colectivo de la historia argentina reciente, para combatir la impunidad y los negacionismos.
*El autor es historiador, autor de Militancia humanitaria y testimonio. Los sobrevivientes de “El Vesubio” y la denuncia de los crímenes de la última dictadura (1978-2016)