El escenario del discurso pronunciado por Macri en la apertura de sesiones, el #1M, nos mostró algunas claves centrales para entender el juego político actual. Allí pudimos ver a un presidente debilitado, arañando el fondo de la olla. Pero que, aun así, dio el mejor discurso que podía dar. Eligió el terreno desde donde habló, apuntaló la narrativa de Cambiemos y arengó a la tropa propia. Enfrente, una oposición que buscó confrontar en un escenario adverso, y que no tuvo una voz que pudiera ser oída. Ambos, oficialismo y oposición, se atrincheran en los terrenos que le resultan más cómodos: el oficialismopone en juego narrativa, emociones y símbolos; la oposición, razón y realidad.
El ABC que suelen repetir los viejos manuales de consultoría política nos dicen que una de las cuestiones más importantes de una estrategia es definir el escenario donde se va a confrontar con el adversario. Es importante, dice ese ABC, elegir aquellos temas y circunstancias donde tenemos ventaja para confrontar. La cuestión parece simple: elegir los terrenos, temas y circunstancias favorables, y evitar los adversos.
El recinto del #1M fue un escenario, por supuesto, favorable para el oficialismo, dado que, entre otras cosas, la transmisión del acto estuvo en sus manos. Allí, Macri eligió los temas que le resultaron cómodos. No se salió del libreto que lo mantiene en pie desde diciembre de 2015, y aprovechó para apuntalar la narrativa originaria de Cambiemos. Esa que mezcla aspiración, meritocracia y oportunidades, que escenifica una lucha entre la verdad y la mentira, entre el sacrificio y el atajo, contra un enemigo multifacético que encarna los miedos más primarios de los argentinos. Habló del futuro y de la esperanza.
Esta narrativa originaria ha estado siempre más apoyada en símbolos y emociones que en «hechos» de la realidad concreta. Por eso ha sido caracterizada como «falsa», «mentirosa», como un mero producto del focus group y como instrumento de la manipulación. Pero por el momento, no tiene competidora o alternativa, ya que la oposición ha centrado su estrategia en esperar que la frustración socioeconómica generalizada se traduzca en sanción social contra el gobierno, y poco más.
Como resultado, a pocos meses de las elecciones presidenciales, no hay narrativa de futuro más tangible y más al alcance de la mano para el ciudadano promedio, que la que le ofrecen Macri y Cambiemos. Aunque esté tan, tan distanciada de la realidad. Aunque pida sacrificios irracionales. Aunque sea «mentira».
En el recinto, además, Macri arengó a la tropa, porque nunca hay que dar por sentado el apoyo de los propios. Habló de la construcción de «cimientos profundos», de la transformación «de problemas estructurales», de «pensar y vivir de una manera diferente». De que «esto es importante, es de verdad, y es para siempre», como si de votos matrimoniales se tratara. Habló de que no hay vuelta atrás. Del equipo, «la generación que decidió un cambio en serio». De la valentía. De «estar preparados y fuertes para enfrentar nuevas tormentas».
A su alrededor y en semicírculo, representantes de la oposición presentes. Limitados por el terreno desfavorable, donde los micrófonos cerrados no eran un dato menor. Aun así, parte de esta dirigencia experimentada ignoró el ABC e intentó confrontar. Gesticuló en abundancia, se mostró muy crítica de las «mentiras» del presidente. Pero de lo que la oposición dijo, nada se escuchó. El efecto final, aquello que el espectador pudo ver fue a una oposición sin voz.
Sin embargo, lo que sí se vio y se escuchó con mucha claridad fueron los fervorosos aplausos de pie de las coordinadas tropas de Cambiemos, cuando Macri habló, por ejemplo, de «hacer crujir estructuras viejas y oxidadas». El oficialismo buscó apropiarse de la emoción y para ello Macri sobreactuó su fervor y su convicción.
Y aunque en el fondo de la olla Macrit tampoco pudo encontrar ninguna habilidad escénica ni capacidades oratorias mejoradas, cosechó algunos momentos de impacto, que le fueron obsequiados por la oposición. Se lo escuchó y se lo vio claramente, por ejemplo, cuando respondió algunas críticas (inaudibles) «yo estoy acá por el voto de la gente». O cuando afirmó con impostada honorabilidad, «no saben lo que se siente con algo tan simple como el agua limpia», o «sus insultos no hablan de mí, hablan de ustedes».
La oposición insistió con contrastar el discurso de Macri con la realidad. Las principales críticas ex post fueron, una vez más, que el presidente «mintió», que «no tiene una propuesta económica alternativa», que «no tiene contacto con la realidad». ¿Es necesario recordar que desde hace más de tres años Macri y Cambiemos vienen prescindiendo del «contacto con la realidad»? ¿Forma parte de la estrategia insistir en que es necesario que hagan alguna autocrítica en ese plano? Porque, convengamos, no la harán.
Oficialismo y oposición cumplieron, así, con el ABC que recomienda asegurar el terreno propio, con resultados variados. Pero decidieron ignorar que a ese ABC le sigue otro, fundamental: el que nos dice que no hay que temer avanzar sobre el terreno del adversario.
Y aquí hay una gran diferencia entre ambos: Cambiemos no puede salir del terreno seguro que ha elegido, no puede contrastar su discurso con la realidad, no puede hablar de su pésima performance económica, ni de sus promesas incumplidas. Y lo sabe. Y por eso, aun arañando el fondo de la olla, se para firme en su terreno, habla de lo que quiere (y puede) hablar, se mantiene alejado de la realidad, y recrea hasta donde es posible y más la narrativa que sigue manteniéndolo vivo. Aun en el fondo del fondo, Cambiemos sigue siendo dueño del único relato que le habla de algún futuro a la sociedad argentina.
Por el contrario, la oposición sí puede (y debería) avanzar sobre el terreno del adversario. Esto supone construir un relato alternativo al de Cambiemos, arriesgarse fuera del terreno seguro del «tener razón”»y de la crítica económica.
Una narrativa que sea tan equidistante de Cambiemos como del pasado, porque es fundamental que en la misma se reconozca a la sociedad a la que le habla, sus necesidades y privaciones, pero también sus sueños.
Pero, evidentemente, la oposición ha decidido no hacerlo. O ha decidido esperar. Aunque sepa que, como sucede en política, nunca es posible estar seguros de lo que puede uno encontrarse en el fondo de una olla. «