Algunos eligen perseguir cometas y asteroides. Otros prefieren analizar los espectros que se desprenden de las estrellas. Están aquellos que gastan mucho dinero para lograr fotografiar el universo de la mejor manera posible. Y otros simplemente eligen mirar al cielo a través de un telescopio. Pero todos, de una manera u otra, comparten de manera aficionada la misma pasión: la astronomía.
Víctor Buso es uno de esos apasionados. De oficio cerrajero, una noche de septiembre de 2016, sin que él se lo imaginara, se convertiría en toda una celebridad mundial de la astronomía. Esa noche, después de cenar, subió al observatorio que tiene construido en el techo de su casa, conectó su flamante cámara fotográfica al telescopio y apuntó hacia una lejana galaxia. Esa noche Víctor logró fotografiar por primera vez en la historia de la humanidad una supernova: una explosión intensamente luminosa que sucede como acto final al momento de morir una súper estrella. Algo que, desde hace mucho tiempo, la ciencia estaba intentando conseguir pero todos los esfuerzos quedaban en la nada.
Pero esta pasión no es nueva en Argentina. En el año 1871, por iniciativa del entonces presidente Domingo Faustino Sarmiento, se creó en Córdoba el primer Observatorio Astronómico del país. En homenaje a esa fecha, cada 24 de octubre se celebra el Día de la Astronomía Argentina.
Hubo que esperar hasta el 4 de enero de 1929 para que se fundara la primera institución astronómica amateur en el país: la Asociación Argentina Amigos de la Astronomía (AAAA). Su primera sede se encontraba en el centro porteño hasta que en el año 1944, gracias al aporte de sus asociados, se logró inaugurar el actual edificio que se encuentra en el Parque Centenario, situado en el barrio porteño de Caballito. En la actualidad, la institución cuenta con 300 socios entre activos y vitalicios.
“La Asociación es básicamente un club de socios, tiene una comisión directiva y el funcionamiento es bien horizontal”, detalla Carlos Magliano que está asociado al lugar desde hace 7 años. “Acá viene un socio y puede hacer un curso básico y después se puede incorporar a las actividades que quiera incorporarse; pero también puede desarrollar proyectos propios”, añade Magliano.
De chico, Carlos Cebral era fanático de la cohetería. Recuerda a su madre como una gran admiradora de la llegada del hombre a la luna (juntaba recortes de los diarios de la época sobre el tema) y siente que toda esa pasión le fue heredada. “La astronomía siempre fue una materia pendiente en mi caso y ahora de grande puedo despuntar mi vicio. Te metés acá y es difícil salir”, relata de manera entusiasta.
Magliano y Cebral pasan gran parte de sus noches en el taller de astrometría de la AAAA. Allí se encargan de calcular las órbitas de cometas y asteroides para predecir dónde se encontrarán en el futuro; incluso saber si estos objetos encierran algún peligro de colisión con nuestro planeta. “Todos esos datos se reporta a un departamento de la Unión Astronómica Internacional y con la información que nosotros aportamos ellos van teniendo el día a día de los objetos que nosotros informamos”, describen.
En el lugar se dictan varios cursos entre los que se encuentran: iniciación a la astronomía, manejo de telescopios, fotografía astronómica, y hasta un curso para que el asociado pueda construirse su propio telescopio. Además uno se puede encontrar con la biblioteca más grande del país sobre el tema. Allí se puede hallar más de 10 mil volúmenes, como así también, cartas estelares hechas a manos que datan del año 1884.
Desde el año 1929, la AAAA publica la Revista Astronómica que en 2006 recibió el premio Santa Clara de Asís.
Durante la semana, la Asociación organiza visitas guiadas para alumnos de colegios de todos los niveles. “Vienen desde sala de cuatro hasta los que cursan el secundario”, cuenta Yasmín Olivera Cuello, encargada de organizar la recorrida y agrega: “Vienen, se sorprenden, se divierten y la pasan bien; pero cuando llegan arriba y ven el telescopio, inmediatamente se les ve en la cara la sorpresa que eso les genera”.
Claudio Pietrasanta se dedica a la astrofotografía y, además de socio, es el casero de la AAAA desde hace cinco años. “Cuando falleció el casero anterior dejé el trabajo que tenía, le regalé la casa a mis hijos y junto a mi señora nos vinimos a vivir acá”, relata emocionado.
Pero hacer fotografía astronómica no es una tarea sencilla. Para lograr obtener una buena imagen hay que dedicarle mucho dinero, y en especial, mucho tiempo. “Las últimas fotos que hice me llevaron entre 70 y 180 horas de exposición por cada objeto”, describe el fotógrafo. A eso hay que sumarle entre 70 y 200 horas de post procesado.
Aficionados de todo el país organizan reuniones anuales para compartir su pasión a través del conocimiento individual. El más importante de esos encuentros es la Star Party que se desarrolla desde hace 15 años en la ciudad mendocina de Valle Grande, Departamento de San Rafael. Hasta allí se acercan cada año entre 100 y 150 personas entre profesionales y amateurs para compartir una misma pasión.
“Hay diferentes charlas, cada una con un tema en particular. También hay observaciones y astrofotografía”, cuenta Cecilia Luraschi que es parte de la organización del evento. “Hace tantos años que hacemos esto que ya somos como un grupo de amigos”, agrega.
A nivel universitario, la carrera de astronomía se dicta en las Universidades Nacionales de La Plata, Córdoba y San Juan. El Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR) y el Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE) son algunos de los sitios argentinos donde se realizan investigaciones sobre el tema. Para encontrar el telescopio más grande instalado en nuestro país hay que desplazarse hasta la provincia de San Juan, al Complejo Astronómico El Leoncito (Casleo).
Entre esos especialistas se encuentra Gabriel Bengochea que es Doctor en Ciencias Físicas, investigador del CONICET y realiza su labor en el Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE). También es Presidente del Club de Astronomía Ing. Félix Aguilar (CAIFA), un grupo de admiradores del universo que se reúnen todos los sábados en la ciudad bonaerense de Vicente López. “Como profesional, actualmente busco transmitirle a los aficionados contenidos con un poco más de profundidad que la divulgación estándar”, dice Bengochea y agrega: “Enseñarle a los aficionados a hacer mejores preguntas; de manera más crítica, más objetiva. Que la pregunta sea lo más técnicamente correcta”.
En el CAIFA se realizan charlas y conferencias a cargo de los miembros del club como así también de investigadores especializados. Allí se tratan diversos temas astronómicos y de otras ciencias. También cuentan con un observatorio ubicado en la ciudad de Martínez, partido de San Isidro. En el lugar se realizan observaciones planetarias, galácticas y extragalácticas y se puede hacer uso de la biblioteca y de la videoteca.
Gabriel Bengochea asegura que los aficionados le siguen aportando el interés genuino, desinteresado y objetivo de querer entender algo. Y él como profesional siente que se alimenta de esa pasión y así lo expresa: “La parte profesional viene por el hecho de que empezás a contestarte preguntas que te hiciste como aficionado y que a nivel divulgación llegó un límite que no te podías contestar. Y con la investigación empezás a encontrar esas respuestas. Pero con esas respuestas aparecen un montón de otras preguntas y eso es lo que alimenta el ciclo: ese espíritu de aficionado que sigue motivando tu curiosidad”.