Horacio Rodríguez Larreta toma distancia del ala dura del PRO tras la convocatoria para el banderazo de ayer. “Nosotros no le damos bola. No vamos a mover gente. No es un momento de hacer estas cosas”, dijeron desde el larretismo a Tiempo.
Con los contagios en el punto más alto desde que comenzó la pandemia, en la Ciudad miran de reojo el banderazo federal del Obelisco. “Estamos con otros quilombos, con otros temas”, resumen en Parque Patricios. “Los que están apoyando son los dirigentes que no tienen gestión”, reprochan.
En la sede central del gobierno están alerta: la ministra de Espacio Público, Clara Muzzio, dio positivo de coronavirus, igual que dos funcionarios del área de Comunicación y otros dos de Cultura. “En Uspallata había mucha gente circulando sin barbijos. Vamos a tener que ser más estrictos con las medidas”, explicó a Tiempo un funcionario capitalino.
Desde Juntos por el Cambio no hubo una convocatoria expresa a la marcha de ayer, pero tampoco pidieron a los militantes que no concurran al Obelisco. “Nadie de Cambiemos le va a decir a otro que no vaya a la movilización y eso en última instancia es avalarla. Pero no trabajamos como para en otras marchas”, señalaron.
En el larretismo creen que el “ala dura de Cambiemos”, encabezada por Patricia Bullrich y Marcos Peña, es la principal beneficiaria de la protesta. “Es el mismo espacio que cristaliza el voto duro para decirles ‘acá estamos, pensamos igual que ustedes”, explican.
“No creo que no sea justo, pero no hay que hacerlo en este momento y de esta manera”, agregaron ante la consulta de este diario.
En el gobierno porteño creen que la gente “está enojada, angustiada y amargada por la situación que atraviesa el país y quiere expresar su enojo”. Pero piensan que la marcha no tiene relación con Vicentin, sino que el proyecto de expropiación de la empresa sirvió para vehiculizar el malestar.
En Ciudad mantienen hasta ahora la posición de no cerrar ninguna de las actividades que habilitaron desde principios de junio a pesar de que los contagios pasaron de 400 a 500 y de 500 a 800 en las últimas jornadas. Los policías pasaron de 5 infectados diarios a 20, un aumento que también alcanza a trabajadores de la salud.
“Ya no son solo los funcionarios, en los barrios empezás a ver que de repente hay negocios cerrados porque hubo infectados, ves gente cercana que se contagió. Esperemos que eso tenga un efecto y la gente empiece a cuidarse más”.
Si bien en un primer momento los barrios vulnerables estaban considerados como los principales focos, la epidemia ya está presente en todas las circunscripciones capitalinas. Ahora la mira está puesta en los inquilinatos, que tienen condiciones habitacionales muy similares a las de las villas. Por eso el operativo Detectar, organizado en conjunto por Ciudad y Nación, pasó por Balvanera, Flores, Constitución y La Boca.
Pero con el desborde de casos volvieron las críticas al trabajo del gobierno porteño. “Parece que la Ciudad estaba esperando que apareciera Nación para empujar, sino no había un plan para frenar los contagios. Es increíble pero es así”, criticaron desde el peronismo porteño.