«Poco, poco a poco mi sueldito / se termina rapidito / Sólo pago los impuestos / No me alcanza pa’ comer…» El carnavalito suena fuerte en las calles de San Salvador. Lo cantan los maestros jujeños que copan la capital en la tarde del miércoles. La marcha de las antorchas en San Salvador tuvo una nutrida columna de los gremios docentes. Los trabajadores de la tiza luchan por la reapertura de las paritarias y contra los salarios del hambre que paga el gobierno del cambiemita Gerardo Morales.
Sonia Burgos es maestra de primaria. Da clases en la Escuela N° 119 General Savio de Palpalá, una combativa localidad enclavada a 13 kilómetos de la capital. Dice que su sueldo básico, con 14 años de antigüedad, es de míseros $ 32 mil pesos. «¿Cómo se alimenta a una familia con ese sueldo? El resto son ingresos grises y muchos negros, que no se aportan a la ANSES. Así nos tiene Morales, hambrea a los trabajadores de la tiza».
Los docentes prendieron las chispa que encendió la resistencia del Jujeñazo contra la reforma constitucional hace varias semanas atrás. «Venimos con paros y marchas. Morales había puesto un presentismo hace tiempo, y por eso no podíamos hacer paro, pero la situación no da para más, y por eso las movilizaciones son tan masivas», dice Burgos, mientras marcha por las calles de San Salvador agitando una gigantografía de un miserable recibo de sueldo que no deja mentir. Lleva tatuada los números del hambre: $ 32.306, 41.
Suma información Soledad, maestra llegada también desde Palpalá. Cuenta que esta mañana, el gobierno publicó una solicitada en El Pregón, medio arrodillado ante el mandamás Morales: «En la contratapa del diario, pagaron un aviso mentiroso, que dice que todos los docentes tenemos sueldos arriba de los $ 130 mil pesos. Gastan en pauta y siguen recortando en educación. Esa es la política de este gobierno mentiroso».
La situación social y económica de las familias jujeñas se vino a pique después de la pandemia. Las políticas sociales del gobierno cambiemita no asistieron a los sectores más necesitados. Clara es una maestra llegada desde Perico. Ataviada de punta en blanco con su guardapolvo, cuenta la realidad de sus estudiantes: «Morales recorta y recorta. Antes de la pandemia se daban meriendas con leche, queso y frutas. Ahora es puro té y miñones. Las familias pasan hambre, no se aguanta más».
La deriva de la columna docente recorre las calles de la capital en la noche bajo una llovizna que no afloja. Otro carnavalito que cantan los trabajadores de la educación sube hasta los cerros, llega hasta la Puna y mucho más allá: «Morales gato, te robaste la educación.»