A pesar de la complicada situación económica y la difícil historia con los préstamos del FMI, la oposición social al programa es más tenue que la esperada.» La frase figura en la página 26 del último informe interno del Fondo Monetario Internacional sobre la coyuntura actual del país. El documento del organismo financiero se filtró y la definición disparó un inexorable debate sobre si la sociedad argentina se ha vuelto más «tolerante» al ajuste que en otros momentos.
La mayoría de los datos históricos desmienten la afirmación del Fondo. A modo de ilustración, Carlos Menem se reeligió como presidente en 1995 cuando el desempleo rondaba el 15%, entre otras cosas porque quienes tenían trabajo todavía «gozaban» del freno a la inflación que había traído la Convertibilidad desde 1991. A las variables sociales y económicas hay que sumarles las ideológicas, las políticas y comunicacionales. Para ponerlas todas sobre el tapete, Tiempo consultó a distintos analistas y dirigentes políticos.
«A la población todavía le quedan activos de la década pasada. Lo central es el desempleo, que es el gran desorganizador de la sociedad. Eso es lo que hay que mirar para medir la tolerancia y todavía tiene un dígito», remarcó el sociólogo Artemio López, director de la consultora Equis. «A mí me parece que lamentablemente va a empeorar en los próximos meses, cuando la recesión se profundice. No hay que olvidarse de que cuando Fernando de la Rúa asumió como presidente la desocupación era mucho más alta que la recibida por Macri. De la Rúa impulsó el famoso déficit cero sobre esa base. La mayor resistencia actual es porque las tasas de desempleo a fines de 2015 eran muy bajas. Había que remontarse a mediados de los ’80 para encontrar cifras similares.»
El consultor incorporó al análisis el rol de la mayoría de los medios de comunicación, que trabajan denodadamente por minimizar y ocultar la situación social. «Ayudan a bajar el mal humor, a transformar y amortiguar el trauma individual. Hasta las propagandas hablan de transitar el ajuste con un tono épico. Lo plantean como un hecho uniforme para todos. No es que hay ganadores y perdedores. Transforman el ajuste en una suerte de gesta colectiva y a eso se suma la negación de lo que sucede en muchos lugares.»
«El oficialismo –agregó Artemio– despliega una estrategia convocando a una suerte de resistencia al populismo, al peronismo. Es un elemento que tiene una tradición en Argentina y que congrega. El gobierno dejó de hablar de la herencia de los 12 años kirchneristas para hacerla más grande y transformarla en una de los últimos 70 años.»
Para el referente del Movimiento Evita y exdiputado provincial, Fernando «Chino» Navarro, dirigente que palpa el territorio cotidianamente, «esta crisis es muy grave, aunque no se puede comparar con la de 2001 porque en ese momento se venía de un ajuste que había arrancado en el ’97». «Macri se encontró con un país que tenía cosas para resolver pero que funcionaba. Había trabajo, consumo, producción», remarcó Navarro.
Yendo al nudo de la situación actual, el referente del Evita disparó: «Los sectores más humildes están mucho más arrinconados, jaqueados por la pobreza. El macrismo mantuvo las políticas de ingresos universales del kirchnerismo, pero se perdió mucho poder adquisitivo por el aumento de los alimentos. Sólo el Evita tiene 1700 merenderos en el Conurbano bonaerense. Ahí la gente va a merendar y se lleva algo de comida para la noche. Esos sectores están en una situación durísima».
Sobre la tolerancia a la actual situación, el exdiputado se preguntó: «¿Hay más paciencia que antes? No creo. Está creciendo la violencia intrafamiliar, las peleas por cualquier cosa en los barrios. Son síntomas. Hay tristeza, desazón y bronca. Un gran conflicto social puede detonarse con un disparador que no tiene por qué ser un paro. El río puede desbordarse por una pelea en un cumpleaños de 15. Nadie puede saber qué pasará la semana que viene. Los pueblos se equivocan pero no se suicidan».
Navarro remarcó que, a su criterio, hay un recuerdo traumático sobre la crisis del 2001 en los sectores populares. «En un estallido social terminan pagando los platos rotos los más humildes. El cuerpo lo pone esa gente y hay una sabiduría sobre eso. El problema es que puede llegar la desesperación.»
Carlos De Angelis, sociólogo y coordinador del Observatorio de Opinión Pública de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, sostuvo: «Los ajustes se aguantan hasta que de pronto pasa algo, una gota que rebalsa el vaso. No es algo que se puede calcular, que se ve venir. Cuando se impulsó la reforma previsional, en diciembre del año pasado, todo se complicó. Desde ese momento el gobierno ha decidido hacer un ajuste homeopático. El colectivo, por ejemplo, sube un peso por mes».
«La represión en las calles-remarcó el académico-puede despertar disparar una convulsión también. Por eso la CGT quiere evitar la movilización junto con el paro».
De Angelis destacó el esfuerzo de la mayoría de los medios y el propio oficialismo por distraer la atención. Sostuvo que la gran amenaza que sufre hoy la gestión de Mauricio Macri no viene de los sectores opositores, ni de los sindicatos, sino de la propia dinámica del modelo económico impuesto. “La bomba latente está en los propios capitales especulativos que volvieron para jugar con la tasa de interés y que en cualquier momento levantan campamento y producen una nueva devaluación. En el horizonte hay una larga lista de empresas que van a quebrar. La dinámica del modelo es autodestructiva”. «