Desde siempre, se han marcado a Occidente y Oriente como grandes distancias no solo geográficas sino también civilizatorias. El contexto pandémico manifiesta como pocas cosas lo distintas que aparecen hoy esas civilizaciones, ya que el virus no hace diferencias geográficas ni políticas. Hagamos una comparación tomando como representación occidental a los Estados Unidos actuales y como representación del Lejano Oriente el paradigma de la civilización oriental, China, desde el Imperio del Centro hasta la República Democrática de hoy.
Al advertir la existencia de un virus desconocido que empezaba a causar muertes, el gobierno chino, luego de un tiempo de hesitaciones, comprensibles frente a algo de lo que no se tenía experiencia, declaró en cuarentena a 50 millones de personas y dio aviso a la Organización Mundial de la Salud, la que, a su vez, comunicó la situación al resto del mundo. Se puede debatir si Beijing actuó o no con la suficiente rapidez, pero no habría una conclusión definitiva por la excepcionalidad de la situación y las graves consecuenciasde dar una falsa alarma sobre estas cuestiones.
A partir de allí, el gobierno chino controló la pandemia en un punto que lo pone entre los países con mejores resultados. Basta comparar infectados y muertos cada millón de habitantes. Al mismo tiempo, Beijing comenzó a enviar ayuda médica y de equipamiento sanitario a los países que la requirieran, llamó a crear una comunidad mundial sobre salud y se comprometió a declarar bien público universal la vacuna que se descubra en China.
El gobierno norteamericano desoyó las recomendaciones de la OMS, y cuando la pandemia empezó a hacer estragos dio indicaciones confusas y contradictorias, sin plan común ni articulación entre el gobierno federal y los estados. Al aumentar las víctimas, a un punto en que EE UU está en el primer lugar absoluto de infectados y muertos, la reacción del presidente Donald Trump ha sido la de echarle culpasal gobierno chino y a la OMS.
El mandatario norteamericano no se ha privado de recomendar, a través de Twitter, medicamentos no aprobados por la comunidad médica mundial y se ha notado permanentemente la sola preocupación por la continuidad de la actividad económica y del consumo y una evidente insensibilidad por la vida de los habitantes de su país.
Hoy, en medio de la pandemia, la Casa Blanca enfrenta una de las más masivas y extendidas rebeliones populares. Por la discriminación racial y la brutalidad policial, sí, pero que expresa la queja de amplios sectores por la discriminación económica y la exclusión social. Con 40 millones de desocupados, EE UU se enfrenta a una recesión que podría hacer caer el PBI en dos dígitos.
China hoy se dispone a seguir creciendo “modestamente” y cumplir con su palabra de que no haya más pobres en su territorio en dos años. Dos mundos, dos civilizaciones (y dos sistemas políticos, económicos y sociales) distintos.