Nosotros y nosotras somos los violentos. Dicen.
Pero, Túpac Amaru y su final.
Pero, Mariano Moreno, su cuerpo y el mar.
Pero, Manuel Dorrego, el pelotón y sus fusiles.
Pero, la Patagonia Trágica.
Pero, el 6 de setiembre del ‘30 y el primer cuartelazo.
Pero, los aviones, la Plaza y ese 16 de junio del ’55.
Pero, el decreto 4161 y la proscripción.
Pero, Felipe Vallese y sus 22 años.
Pero, el 24 de marzo del ‘76 y los y las 30 mil.
Pero, aquel 2 de abril del ‘82 en Malvinas.
Pero, Rafael Nahuel, Kosteki y Santillán.
Pero, el 19 y 20 de diciembre del 2001.
Pero, Santiago Maldonado.
Pero, Sandra y Rubén.
Pero, la Bersa 32 y su financiamiento.
Pero, los 45 mil millones de dólares, ¿dónde están?
Pero, Clarín, La Nación y Papel Prensa.
Pero, el Poder Real y la guerra judicial.
Pero, Milagro Sala y su carcelero.
Pero, Maqueda, Lorenzetti, Rosenkrantz y Rosatti.
Nosotros y nosotras somos los violentos. Dicen.
Pero ¿qué decimos nosotros y nosotras? ¿Y qué haremos?
La radio. Música suave y penetrante se desliza entre la poesía urgente del Indio Zabala, un tipo exultante de literatura, historia, ideología, pasión. Uno de nosotros, nada menos. Lo recita en Borroni cuenta nueva (AM 990). Su listado imprescindible invita, entre tanto sendero a recorrer, a los recuerdos. Va uno, acuciante: en esta semana en que la cooperativa que edita Tiempo cumple siete años, salta la imagen de la redacción hecha destrucción por la patota de uno de los tantos execrables que nos cruzó la vida, ahora preso pero no por las bravuconadas que nos infligió. Peor es ese otro pérfido, nuestro patrón original, que camina muy orondo por ahí, sin dolor tras haber arrojado familias enteras a la calle, sin remordimiento tras forrarse a costa de quienes dejó colgados del pincel de la pobreza y la orfandad. Desvergonzado gamberro, no purga ni un céntimo de sus culpas. Ni olvido ni perdón: ni a ellos ni a quienes los protegen.
Pero nosotras y nosotros somos los violentos. Dicen.
¿Que un pibe (o un grande) deba mendigar por una migaja no es violencia? Que padezcamos semejantes niveles de hambre en un país productor de alimentos; que nos digan que la macroeconomía mejora mientras la pobreza crece; que haya más empleo, pero a costa de pisotear condiciones laborales y dignidades individuales. Que los comedores populares estén cada vez más desbordados.
Que el presidente resalte que ahora «se tomarán medidas contra la inflación» luego que los salarios se nos hayan licuado y no acabe de culpar al destino de sus impotencias. O tanto que se dice peronista, levanta los dedos en V y, a la vez, celebra la impunidad de renovar acuerdos con organismos que nunca hicieron otra cosa que hambrearnos. Que nos corran con el dólar que llena los bolsillos de un racimo de inescrupulosos.
Que el campo ricachón no los liquide. Que La Rural, los formadores de precios, el Llao Llao, el círculo rojo…
Que le hayan querido disparar a una líder popular y que la Justicia se haga la sota sin el más mínimo pudor. Los que taparon con insultos el cartel de la vereda de enfrente: «Abrazame hasta que vuelva CFK». Las dos infames que nos insultaron a todos cuando diagnosticaron por tele a Florencia; ese periodista con fama de serio que lo hizo con su madre, destilando odio. Que no nos ruborice no llenar las plazas exigiendo hacer tronar el escarmiento. Que Milagro siga presa.
Que tanto imbécil desafíe al pueblo y se postre ante un puñado de empresarios, mirando al lago, comiendo de sus residuos. Que los líderes opositores presidenciables se resuman en quien, entre tanto otro pergamino, tiene el de robarle a jubilados, promover que la gente se arme, sacarse fotos con nazis en Catamarca, ser un hazmereír cuando se le propone una pregunta seria. O que luego de trascurrir una historia tan trágica, de lucha y conquistas, de haber llorado a nuestros muertos, de crecido entre tantas alegrías y frustraciones, debamos admitir que, en una de ésas, nos gobierne un pelafustán misógino, autoritario, un payaso que malcopió el peinado a McCartney y que promete quemar el Estado, dolarizarnos, vender órganos, hijos y calles, arrasar lo que dejó sin arrasar el macrismo… Y lo peor: que convenza a millones a costa del hartazgo que producen los demás.
Los canales propios y extraños que nos pasan millones de veces cómo roban una bicicleta, o hieren, o matan. Que nos venden, empecinados, que la vida es una porquería. Ese Poli que nos mira con desprecio o nos maltrata, que se cree dueño de la vida ajena y no le entra que es mero servidor de la sociedad. O tanto papanata con un mínimo de poder que se cree Dios y da órdenes. Las empresas que nos trampean y se parapetan en contestadores automáticos. La IA que amenaza con suplirnos en nuestro laburo, abaratando costos, despreciando capacidades, bajando al subsuelo la calidad.
O cuando mienten con descaro, se mofan de cuestiones elementales, se meten con cosas que no tienen repuesto… Nos quitan el pan y el vino, la playa y el sol, nos pintan una pileta en el asfalto, nos dicen que no debemos disfrutar. Cuando niegan los 30 mil o fomentan las fake news, el narcisismo, el consumismo, la meritocracia, las sociedades de descarte. Cuando colonizan la subjetividad, usan discursos de odio para demoler, vociferan sobre la aniquilación, imponen la fiesta de la doble vara en un sistema impúdico y siempre nos imponen a nosotras y nosotros, a poner la otra mejilla.
Que ese diario, desbordante de tipos cínicos hasta cuando hacen una Vitina, que un domingo a la madrugada echa a medio centenar de trabajadores, sea el mismo que hace poco preguntó “¿Hay que preocuparse?” en una nota en que desliza que “BlackRock, Vanguard y State Street controlan demasiado la economía global”. ¿Una buena parte de sus acciones no pertenecen a grupos de inversión multinacionales relacionados con los fondos buitre que litigan contra el país? Que esa BlackRock controle capitales equivalentes a siete veces el PBI de Francia… Que siete de los países más desiguales sean de Sudamérica.
Que vengan milicotas yanquis a decirnos qué hacer o qué no hacer.
No, nunca la lista será completa. Siempre el silencio será cómplice cuando se trata de sobrevivir en la cubierta del Titanic. Y como grita otro Indio genial, el Indio Solari, «violencia es mentir».
Pero, definitivamente entre esos tipos que tan bien retrató el Nano («para no ensuciar van a cagar a casa de otras gentes») y quien cavila estas elucubraciones tan parecidas a una catarsis, hay definitiva algo personal. Es que los años vividos, ya muchos, nunca demasiados, hacen perder estribos, crispar el ánimo, hartar la paciencia.
Y porque hubo un General pillo, inteligente, y un Pingüino astuto, entrañable, que nos recordaron que a nosotras y nosotros también nos cabe el derecho vital de reaccionar, sublevarnos, despotricar y algo más.
Y una última cosa: a los enemigos, ni justicia…
anibal del prado
23 April 2023 - 11:56
Hermosa. Sin entrar en detalles sobre el General pillo ( que indudablemente, fué muy pillo)