En efecto, Argentina redobla su compromiso con el FMI a cambio de más ajuste. Se elimina el último capítulo de gradualismo, si es que aún existía.
El nuevo acuerdo involucra un monto adicional de 7100 millones de dólares en relación al anterior. Es decir, un total de 57.100 millones. Pero además, y no menos importante, se adelantan los tramos de desembolsos pactados anteriormente. Así las cosas, se recibirán 13.400 millones de dólares en 2018 (además de los 15 mil millones ya recibidos y utilizados) y 22.800 millones en 2019. Quedan 5900 millones para 2020; a diferencia del «viejo» acuerdo, nada para 2021. Queda claro que la preocupación pasa por llegar a las elecciones de 2019.
Claro que todo tiene un costo. Y en este caso es muy alto y recae sobre gran parte de la ciudadanía argentina. El discurso del propio presidente Macri confirma esta visión. La conocida y reiterada frase de «lo peor ya pasó» se transformó en «está subiendo la pobreza, pero va a subir más, tenemos meses muy difíciles por delante». Lisa y llanamente, el presidente le anticipa a la población que le espera un sendero de penurias aun mayores a las que ya está padeciendo.
Hace sólo algunos meses atrás, al momento de comenzar las tratativas para obtener un préstamo del FMI y en medio de las presiones cambiarias que comenzaba a atravesar el país, el presidente se dirigía a «todos» los argentinos con algunas frases que intentaban ser esperanzadoras. «Hay un camino con obstáculos, pero es el camino en el que, con el esfuerzo personal, nos va a ir mejor a todos». Sin lugar a dudas, estaba utilizando una de las herramientas preferidas de aquellos que pregonan la ideología neoliberal, que los argentinos hemos vivido en varias oportunidades. Suenan como conocidas las expresiones «estamos mal pero vamos bien» o «hay que pasar el invierno». Una alusión a soportar los problemas actuales con la idea de que estamos atravesando una transición consecuencia de errores pasados y la felicidad está más adelante. La posverdad en su máxima expresión, ya que resulta imposible que con políticas de ajuste las grandes mayorías puedan finalmente disfrutar de un futuro venturoso.
Lo más importante es dejar en claro que la situación actual no es fruto del fracaso de las medidas tomadas por el gobierno de Cambiemos. Todo lo contrario. En lo fundamental, y dentro de los verdaderos objetivos de gobierno (la mayoría de las veces no expresados abiertamente), las políticas han tenido éxito. Prueba de ello es que el salario promedio de los argentinos, medido en dólares, habría llegado en septiembre a casi la mitad que el valor de diciembre de 2015. De la misma forma, la variación en el año de los salarios en pesos registrados por el Indec, contando el mes de julio, estuvo en todos los sectores (privado, público y privado no registrado) bien por debajo de la inflación.
Por su parte, los indicadores económicos dados a conocer esta semana siguen la misma línea. El nivel de actividad económica para el mes de julio registró una caída interanual del 2,7%, luego de tres meses de cifras también negativas. A esta altura del año, no puede adjudicarse este desempeño negativo a la sequía que experimentó la cosecha de los principales granos de exportación. En efecto, el sector que más contribuyó a la caída fue el de la industria manufacturera. Un dato previsible dados los indicadores de actividad industrial de ese mes, que mostraron una caída del 5,7%. Un sector en el que todos los bloques que lo componen cayeron, excepto la industria automotriz y la de metálicas básicas, tanto por una base de comparación baja (2017) como por una leve mejora en el perfil exportador de vehículos a Brasil.
Otra novedad fueron los datos de la balanza comercial del mes de agosto. A pesar de la caída de la actividad y el achicamiento del mercado interno, el valor de las importaciones superó al de las exportaciones y, por lo tanto, el déficit comercial sigue creciendo. Este último experimentó una variación negativa de más de U$S 2500 millones en el acumulado en los primeros ocho meses del año, si se lo compara con igual período de 2017. El pobre desempeño de las exportaciones de bienes primarios y MOA (Manufacturas de Origen Agropecuario) no fue contrarrestado por las ventas al exterior de otros sectores, excepto un modesto incremento de las MOI (Manufacturas de Origen Industrial). Las ya mencionadas exportaciones de vehículos a Brasil jugaron un rol importante dentro de este rubro. Además, las importaciones de bienes intermedios, especialmente las relacionadas con las adquisiciones de porotos de soja, junto con las de combustibles, registraron incrementos. Cabe mencionar además que las compras al exterior de bienes y piezas de capital registran caídas interanuales desde hace tres meses.
En este contexto, es fundamental lo que ocurra en el Congreso de la Nación con el tratamiento del Presupuesto 2019 y que este no se convierta en una formalidad para avalar lo que se acordó con el FMI. Sin preocuparse por las formas, el organismo comunicó oficialmente que «un elemento central del plan de las autoridades (argentinas) será alcanzar el equilibrio presupuestario para 2019», a lo que agregó que «un siguiente paso esencial es la aprobación por parte del Congreso del Presupuesto para 2019».
La esencia de este Presupuesto indica, además, una dolorosa retirada del Estado como garante del bienestar de la sociedad, al incluir fuertes recortes en todas las áreas en las que es esencial su presencia. La reducción en las partidas de infraestructura de edificios escolares, ciencia y tecnología, salarios docentes, tarifas sociales de servicios públicos, servicios de salud para los jubilados y pensionados, son sólo algunos casos.
Un Presupuesto de ajuste y una política monetaria que conlleva una tasa de interés del 60% como mínimo hasta que no se evidencie una definitiva desaceleración inflacionaria, deja a los empresarios pyme y a las familias prácticamente sin posibilidades de financiarse, agudizando aun más la ya tensionada cadena de pagos.
La aprobación sin cambios profundos de este Presupuesto, en aras de asegurar la «gobernabilidad», sería un fiel reflejo del visto bueno a todas las indicaciones del FMI en materia económica en Argentina. Es decir, una gran pérdida de soberanía para la Argentina. La aprobación de varios bloques legislativos de la desregulación del mercado de capitales, el pago a los fondos buitre, los cambios impositivos en beneficio de los grandes conglomerados económicos, y muchos ejemplos más causaron un gran perjuicio a vastos sectores sociales y ayudaron a concentrar aun más la riqueza en pocas manos.
La discusión de este Presupuesto del FMI es una verdadera oportunidad para que los distintos bloques opositores aúnen esfuerzos para rechazarlo, y así intentar ir construyendo una opción política que sostenga un programa con otro modelo, que pueda enamorar a la población. «