Es una tarde peronista en La Matanza. El cielo de Isidro Casanova es diáfano, celeste y blanco, bello en el oeste del Conurbano plebeyo. El fresco bonaerense digno del artista Daniel Santoro se pinta entero con la militancia del precandidato a presidente Juan Grabois creciendo en una esquina de la Plaza Portugal, a pasitos de la siempre transitada Ruta 3, pleno corazón delator e industrial matancero.
La pintura suma una larga fila de sonrientes pibas y pibes. Pacientes esperan por los regalos que entregan en los puestos de la municipalidad comandada por el caudillo Fernando Espinoza. Jornada para las infancias: hay pilas de autitos, cocinitas, muñecas, juegos de mesa, pelotas que esperan dueño. El justiciero peronismo de juguete. Un cuento de Soriano.
«Si los pibitos de Recoleta tienen sus juguetes, también tienen ese derecho los que crecen acá en mi barrio. Ya sabe, los únicos privilegiados son los niños», dice la señora Alicia Gornatti, vecina arrimada al ágape con su sobrino nieto Tahiel desde San Justo. El nene abraza una lustrosa Ferrari, lista para rodar por las veredas. Doña Alicia, blonda como santa Evita, cuenta que es justicialista desde la cuna: «Lo mamamos de mis viejos, los nueve hermanos. Ser peronista es tener amor por los niños, por los jubilados, por las mujeres, por los de abajo. Por eso lo voy a votar a Grabois, porque sabe de las necesidades de mi pueblo». A unos pocos metros, un gorila perdido que cruza la plaza maldice a los cuatro vientos contra Perón, los «kukas», la justicia social y la mar en coche. Furioso, rápido se pierde entre los secos árboles de la plaza.
«¡¡¡Juancito presidente, Juancito presidente!!!». En el oeste está el agite. Suena fuerte en Casanova el grito de los militantes del Frente Patria Grande poco antes de que se raje la luz del día. Bombos, trompetas y tres tiros completan la banda de sonido. El fundador del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) se hace esperar para el cierre de campaña en territorio bonaerense. Antes recorre un polo productivo en Lomas del Mirador con Patricia «La Colo» Cubría, precandidata a la intendencia matancera por el Movimiento Evita. Avisan por WhatsApp, vienen en caravana con sorpresa: se estrena el Juangramóvil.
Obreros con sus cascos, recicladores, comerciantes, costureras, cooperativistas… Laburantes que, con suerte, llegan contando las monedas a fin de mes. «Somos los de abajo los que estamos con Juan, los olvidados, y muchos más», asegura Claudia Gómez, cocinera comunitaria. La morocha para la olla en el comedor Arco Iris del barrio Tierra y Libertad: «Venimos golpeados, defraudados, con muchas necesidades. Pero la receta para salir no es que vuelvan los que nos hambrearon siempre, los que gobiernan para los ricos. Queremos alguien nuevo, que cambie la historia». Que la tortilla se vuelva de una buena vez.
A las 18:30, como una bendición que llega desde el Vaticano, o por simple casualidad del destino, doblan las campanas de la Parroquia Nuestra Señora de Fátima, erecta frente a la plaza Portugal. Urbi et orbi: llega el precandidato montado en la Graboneta. Lejos de los oropeles y falsas promesas noventistas del Menemmóvil, la setentista kombi Wolkswagen hace gala de su belleza popular y nobleza albiceleste como bandera para la victoria.
La caravana avanza a los tirones hasta el Club Portugal, donde habrá un acto junto al intendente Espinoza. Grabois saluda con medio cuerpo afuera de la camioneta. Unos groupies con la camiseta de Lafe y Brown gambetean a los de seguridad para darle la mano. En el gimnasio de la institución parida por migrantes lusos no entra un alfiler. San Martín, Cristina, El Diego, Perón, El Gauchito Gil, Juana Azurduy, Maxi y Darío… Las paredes están tapizadas con imágenes del santoral nacional y popular.
El escenario está casi pelado. Lo custodia la imagen de la Virgen de Luján y carteles que llevan los rostros de la santísima trinidad de la Iglesia de base por estos pagos: el Padre Mugica, el cura Angelelli y el beato Wenceslao Pedernera. Al pie se lee: «La solidaridad debe vivirse como la decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde». Es palabra del amigo Francisco. «Es que Juan representa ese puente entre la Iglesia combativa y los sectores populares, y eso no se ve desde Mugica», dice desde la primera fila Sergio Párraga, dirigente de Liberación Popular. El militante nacido en Laferrere agrega: «No sé qué va a pasar, creo que no va a haber milagros, pero el piso de votos de Juan va a ser alto. Sirve para marcar la cancha adentro de UP, y en el escenario futuro, para reagruparnos y organizar la resistencia a la derecha».
Jean gastado, buzo con capucha y zapatillas veteranas para Grabois. Sube al escenario a cantar el himno. Luego, el local Espinoza toma la palabra y lo baña en elogios. En una pantalla se proyecta un video que habla de «los negros y negras de La Matanza». De sus batallas, de su trabajo, de las veces que pusieron el cuerpo para sacar el país adelante. También, de cómo fueron masacrados, discriminados, esquilmados. La historia de un distrito del Conurbano, de la Argentina. Cierra Grabois: «Si de cada necesidad nace un derecho, cuando ese derecho no se cumple nace una lucha. Y de esa lucha que se da en lo social cada día y se da en lo electoral cada dos o cuatro años, nosotros queremos poner una agenda sobre la mesa, que es la agenda de Tierra, Techo y Trabajo».
A Leyla González, una estudiante de Derecho oriunda de Los Pinos, la cruzo cuando salimos apretujados del Club Portugués: «Dicen que los jóvenes estamos desencantados, puras mentiras. Fijate, acá hay mística, hay ganas de pelear, de organizarnos, de seguir luchando. Por eso voy con Juangra». Afuera cae la noche. El pueblo se pierde en las calles de La Matanza. A la espera de un oscuro día de justicia. «