Daniel Tarnopolsky pasó los últimos 46 años en un duelo interminable, marcado por los hechos que ocurrieron entre el 13 y el 14 de julio de 1976, cuando fue secuestrado su hermano Sergio, militante de la JUP que hacía el servicio militar en la ESMA, y luego toda la familia: sus padres Hugo y Blanca, su hermana menor Betina y Laura, esposa de Sergio. Sólo él sobrevivió a la persecución del grupo de tareas de la Marina y logró exiliarse. Un mes antes, su padre lo había sacado de la casa familiar para protegerlo.
«Ustedes están ahí, todo el tiempo, en imágenes, en sensaciones, presencias. Entro y salgo todos los días y es un ir y venir entre lo real y lo imaginario, entre lo vivo y lo ausente, lo presente y lo faltante», le dice Daniel a su familia en su libro Sergio clandestino en la ESMA, en el que, en forma de diálogo con sus desaparecidos, reconstruye parte de esa historia y discute en una contienda personal contra sus propios demonios, como él mismo lo describe.
Daniel integra el directorio del Espacio Memoria Ex ESMA, actualmente de licencia, y forma parte de la Asociación Civil Buena Memoria y de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas. Este nuevo libro, que publicó de manera independiente en agosto, surgió a partir de un pedido de su hija de que continuará lo que había empezado en Betina sin aparecer, de 2011, donde prácticamente no menciona a su hermano. Allí, contaba su trabajo con videntes y médiums para contactar a su hermana, desaparecida cuando tenía apenas 15 años y que creía que había sobrevivido al horror de la ESMA. «En ese libro, mi búsqueda era llegar a Betina, cosa que no sucedió. Nunca sabré si de verdad ella sobrevivió a la muerte en el ’76 o si es toda una construcción mía. En este libro busco reencontrarme con mi hermano», explica en diálogo con Tiempo Argentino.
Sergio tenía 21 años cuando fue desaparecido. Era el hijo mayor de una familia de clase media alta porteña: le seguían Daniel, de 18, y Betina de 15. Militaba en la Juventud Universitaria Peronista (JUP) junto a su compañera, Laura De Luca, con quien se casó en 1975. A fines de ese año, ingresó por primera vez a la ESMA como conscripto.
Como soldado fue asistente de Jorge «El Tigre» Acosta, una posición que le daba acceso a todo el predio, que tras el golpe de Estado se convirtió en sede de uno de los mayores centros clandestinos de detención, tortura y exterminio del país. Allí pudo ver el funcionamiento del aparato del terrorismo de Estado en la ESMA: los secuestros, los tormentos, las desapariciones. Realizaba informes para la inteligencia de Montoneros que también eran utilizados por Rodolfo Walsh para los despachos de la Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA), que son recuperados en el libro a través de fragmentos de Rodolfo Walsh y la prensa clandestina, 1976-1978, escrito por Horacio Verbitsky.
Luego de largos meses siendo testigo del horror, el 13 de julio Sergio colocó un explosivo en uno de los patios de ESMA. Fue descubierto antes de que detonara, pero quedó bajo sospecha y fue secuestrado a las pocas horas. Luego fueron por el resto de su familia. Todos fueron desaparecidos. El secuestro de la familia Tarnopolsky fue parte importante de Juicio a las Juntas y de la megacausa ESMA.
Daniel recuerda que no se llevaba bien con su hermano mayor, tenían duras peleas, a veces por cosas de hermanos y otras sobre la militancia, que para él ponía en riesgo a toda la familia. «Yo le decía que podía traer la muerte a casa y él me decía que la vida individual no tenía valor frente a lo social y el bien común», recuerda.
Todos esos reclamos hacen eco en el libro, a través de diálogos crudos, llenos de reproches y enojo por las consecuencias que tuvo esa decisión. Son conversaciones que quedaron estancadas en el tiempo por el accionar del terrorismo de Estado y que, a lo largo de estas conversaciones Daniel logra tramitar y comenzar a cerrar.
«El problema de todo esto es que uno termina desviando la responsabilidad, porque los asesinos son los milicos, pero uno termina sintiendo: «Carajo, si mi hermano se hubiera manejado de otra manera, estarían todos vivos». Pero lo hicieron los milicos. Massera murió preso, Videla murió preso, pero no me alcanza. A veces esta Justicia es injusta. Seguimos sin saber qué pasó. Se están muriendo, guardándose los secretos, se los llevan a la tumba, es aberrante. Lo que podemos hacer nosotros es esto, en mi caso escribir un libro para resolver los conflictos internos con mi hermano, pero nunca voy a poder resolver los conflictos del odio hacia los militares y que se mueran así, tan tranquilos», sostiene.
Daniel cuenta entre risas que conversa seguido con sus padres y hermanos. Siempre fue muy místico y bastante religioso, destaca. Cantante litúrgico, oficia ceremonias en sinagogas, como lo hizo este miércoles durante Yom Kippur, el día del perdón judío. «Durante la ceremonia me aparecieron mis hermanos primero y después me aparecieron todos. Muy sonrientes, muy felices. Yo pienso que mi hermano está reconciliado o al menos yo me reconcilié con él. Estaba adentro mío en un lugar muy oscuro y violento y logré cambiarlo a un lugar de luminosidad. Están todas las almas juntas, algún día me juntaré con ellas», comenta y añade: «Pienso que si no los hubieran secuestrado y asesinado a todos, con el tiempo mi hermano y yo nos hubiéramos encontrado de alguna manera, siendo más adultos».
Sergio clandestino en la ESMA se presentará el próximo jueves 20 de octubre a las 19 en el Instituto Ana Frank, en Superí 2369 (CABA). Además del autor, estará la integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Vera Jarach; el juez Sergio Torres y el periodista Martín Granovsky. «