Daniel Rosso es sociólogo especialista en medios. Sabe mucho de campañas electorales y en los últimos años se convirtió en una referencia en el análisis de la comunicación política, sobre todo para quienes se identifican con el espacio ideológico de lo nacional-popular. La experiencia de Rosso no se limita a las funciones de asesoramiento o consultoría. Durante el kirchnerismo ejerció la función pública vinculada al área, con responsabilidades en el diseño y ejecución de la comunicación gubernamental. Rosso también es uno de los coordinadores del colectivo de comunicadores Voces Libres del Pueblo, un ámbito integrado por profesionales y trabajadores de medios autogestivos, en su mayoría creados desde el llano y como resistencia al neoliberalismo, que no se resignan en el postergado objetivo de democratizar el mapa de medios en la Argentina.
En diálogo con Tiempo, Rosso analiza el último tramo de la cuenta regresiva hacia las PASO, para las que faltan apenas diez días. La recta final hasta las primarias coincidió con la instalación de los temas económicos como eje principal del debate. Alberto Fernández, candidato presidencial del Frente de Todos, forzó al oficialismo a meterse en el terreno en el que se siente menos cómodo. Los portavoces económicos de Cambiemos se vieron obligados a contestar luego de que Fernández anunciara que en un gobierno suyo el Estado cubrirá el 100% de los medicamentos para los jubilados. El candidato presidencial del Frente de Todos completó ese anuncio con otra definición, todavía más impactante: planteó que hay que reorganizar las prioridades presupuestarias para bajar la tasa de interés que se paga por las Leliq.
“Lo que está haciendo Alberto Fernández es muy inteligente. Porque en un escenario con tanta paridad gana el que conduce la polarización. Porque todo el mundo dice que la elección está polarizada, lo cual es cierto, pero lo que no se plantea tanto es que hay una secuencia final de conducción de esa polarización. Y eso es lo que viene haciendo Alberto, con gran potencia, con este tipo de declaraciones. ¿Y cuál es la potencia que yo veo? Que él es alguien que arriesga y que para conducir este tramo final de la polarización, cuando sólo queda por distribuir un 6% o 7% de indecisos, no es todo el tiempo políticamente correcto”, evalúa Rosso en esta entrevista.
-En el primer tramo de la campaña el gobierno instalaba anuncios bastante forzados pero sobre los que terminaban opinando buena parte de los candidatos de la oposición, como el Servicio Cívico Voluntario en Valores o el preacuerdo entre Unión Europea-Mercosur. En los últimos quince días la discusión se trasladó al eje de la economía y su impacto en la vida cotidiana. ¿Este cambio puede incidir en el resultado de las elecciones?
-Efectivamente, en los últimos días se logró instalar el eje económico. El eje económico se despliega cuando Alberto Fernández empieza a anunciar medidas, con todo el tema de las Leliq, del dólar sub-valuado, pero además cuando el oficialismo responde y cuestiona esas medidas. Y entonces aparece un tercer campo argumental, que es cuando Alberto y sus economistas aclaran los anuncios iniciales y los desarrollan. Es una suerte de cadena en la que hay un anuncio de medidas, el oficialismo reacciona –incluso especializa a algunos voceros, como Martín Lousteau o el ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires (Hernán Lacunza), para intervenir en esa discusión- y después viene un tercer tramo de esa misma cadena, cuando Alberto y sus economistas aclaran y desarrollan las medidas iniciales. Se desencadena así un eslabonamiento argumental. Esto es un logro de Alberto. ¿Por qué? Porque Cambiemos hasta ahora había intentado situar la campaña en un terreno no argumental, en una suerte de eslabonamiento de una cosa por otra: como nombrar al Frente de Todos como kirchnerismo, al kirchnerismo como La Cámpora, y a La Cámpora como Venezuela. Ese encadenamiento no es un campo argumental. Es, por el contrario, un campo de degradación del otro: de destitución y de estigmatización. Pero todo cambia cuando Alberto logra meter la agenda económica. Porque entonces no sólo pone la discusión en un terreno que le es propicio, sino que la campaña entera se instala en el terreno argumental del que el oficialismo intenta sacarla.
-Desde el oficialismo acusaron a Fernández de hacer anuncios efectistas o populistas porque no informaba con detalle cómo se implementarían esas iniciativas. La misma crítica hicieron algunos periodistas, al menos en un primer momento.
– Alberto Fernández entiende una cosa, que es maravillosa. Que en el ejercicio de anunciar medidas hay un momento para impactar con la propuesta y que luego, en el desarrollo mismo de esa argumentación, se puede explicar la racionalidad de las mismas. ¿Cuál es la gran potencia que logró Alberto Fernández en este momento de la campaña? Que arriesga y que no es todo el tiempo políticamente correcto. Porque el gobierno lo que intenta instalar es que hay un único camino. Por lo tanto, si hay un solo camino, sólo puede haber un único discurso. Y entonces, cuando aparece una diferencia con ese discurso único, sale todo el sistema concentrado de medios a perseguir esa diferencia: pretenden capturarla y destituirla. ¿Por qué? No quieren discutir con otro discurso, lo que intentan es eliminar cualquier diferencia que amenace al discurso único. Alberto construye su diferencia con el discurso único, lo construye sin miedo.
-¿Y por qué Alberto Fernández decidió cambiar, de un inicio de la campaña más moderado y prudente a este momento más rupturista y hasta con cierta épica?
-Acá gana el que conduce la polarización. Porque todo el mundo habla de que hay polarización. Es así, claro. Pero vos tenés una secuencia final de conducción de esa polarización. Y, bueno, gana el que conduce la polarización. Porque estamos hablando de hoy, en esta elección presidencial, queda por distribuir apenas un 6 o 7% de indecisos. O sea, estamos ante un sistema muy polarizado. En términos de indecisión ante el voto queda disponible un porcentaje muy chiquito. Y da toda la impresión que el modo de capturar ese porcentaje –el 6% o 7% de indecisos- no es con las retóricas políticas clásicas sino ofertando beneficios concretos, promesas concretas.
-¿Usted cree que en esta elección puede haber un voto vergonzante, un voto que no sea fácil de registrar porque en determinadas franjas sociales existiría cierta preocupación o timidez para expresarlo públicamente? Y si ese voto vergonzante existe, ¿es hacia el oficialismo o hacia el Frente de Todos?
-Sí puede existir. Incluso puede existir voto vergonzante para ambos lados. Pero es tanta la estigmatización, quiero decir, es tan fuerte la acción del gobierno en la estigmatización de cualquier diferencia, que me parece lógico que haya sectores que tengan temor de ubicarse en el lugar del estigma. Porque ubicarse en el estigma es ubicarse en un lugar muy desautorizado y muy cuestionado. Por todo eso creo que es muy probable que haya un voto vergonzante, un voto silencioso, hacia la oposición: en particular hacia el Frente de Todos.
-¿Y un voto vergonzante hacia el oficialismo?
-También puede existir. Creo que, si existe, es menos. Pero puede existir.