En cuestión de horas Daniel Feierstein se volvió una celebridad en las redes. Dos hilos en Twitter le bastaron a este doctor en Ciencias Sociales profesor en la UBA y en la Untref y también investigador del Conicet especializado en temas de genocidio, para hacerse visible en radio, TV y gráfica como uno de los analistas más lúcidos de la pandemia. “Es obsolescencia instantánea, te dura una semana y después…”, se burla intuyendo fama de corta duración, y aclara que no quiere ser considerado el “director técnico de turno” sobre temas de pandemia.
“La negación no tiene color político, está en cada uno de nosotros”, dice sobre las consecuencias que tienen los contextos de crisis en los seres humanos. Resalta la “potencia” de la mesa que integran Alberto Fernández, Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof, pero cree que los mensajes son “contraproducentes” cuando llevan “tranquilidad a la población” en medio de una “situación de gravedad”.
–¿Los muertos son la única vía para construir la “inmunidad del cagazo” o hay otras alternativas?
–No creo que sea la única posibilidad y tampoco garantizan la inmunidad del cagazo. Se trata de un proceso social que se vincula más a las percepciones de lo que está ocurriendo. Uno puede no percibir aunque estén los muertos o podría percibir muchas cosas aunque los muertos no sean tantos. Hay que preguntarse por los discursos de los medios de comunicación y sobre cómo incidir de la mejor manera. Si uno lo plantea como si fuera “lo que quieren unos” y “lo que quieren otros” pasa a ser el River-Boca en que se transformó la política argentina en las últimas décadas. Nadie quiere que se mueran los argentinos. Por un lado hay perspectivas muy interesantes y percepciones muy incorrectas de lo que está pasando que hacen que tus objetivos resulten fallidos y que tus intenciones no se expresen en un resultado efectivo.
–¿A qué se refiere?
–Llevar tanta tranquilidad a la población con un discurso que minimiza la situación en la que estamos, por más que le pida a la gente que se cuide, ha tenido en los últimos meses un efecto contraproducente. Estamos en una situación de gravedad y dar cuenta de esto es decirle una verdad a la sociedad que la sociedad necesita conocer. El sistema de salud está al borde del colapso en algunas ciudades y en otras ya está colapsando. Esta enfermedad tiene un delay de 15 días y cualquier cosa que hagamos hoy veremos su resultado en 15 días. Por eso la única manera de decir que el sistema va a colapsar en 15 días es decir que colapsó hoy, si no vamos a tener 15 días de colapso.
–Expresó que la raíz del fracaso de las estrategias contra la pandemia son sociológicas. ¿Qué quiso decir?
–Se les pide a los médicos que planifiquen acciones sociales, eso es como si me pidieran a mí que desarrolle una vacuna. Esto fue una discusión eterna con la medicina: la medicina entiende una fracción del proceso de salud o enfermedad, pero acá hay un profundo componente social y psicológico. Necesitamos comprender esas dimensiones porque si no, no podemos actuar correctamente frente a la pandemia. Hay hasta un componente epistemológico, ya no solo político. Un médico no pude definir cómo se va a implementar una cuarentena porque no tiene las herramientas para decidir.
–¿Cómo cree que debería abordarse?
–Estamos en un contexto de dificultad que necesita de muchas cabezas de las disciplinas sociales como Psicología, Sociología y Antropología que reflexionen, que piensen distinto, como sucede con el comité de especialistas que asesora sobre la pandemia.
–¿Cómo se produce la pérdida del sentido de comunidad frente a una situación límite?
–La negación y proyección se potencian en la situación límite. La pérdida de la noción de comunidad es previa, el tema es si la situación límite nos permite recomponerla. La pérdida de comunidad implicaría la disposición a aceptar que muchos de los que me rodean pueden morir y que eso no me afecte. La existencia de una comunidad implica la comprensión de que el destino de todos los que habitamos en un territorio es responsabilidad de todos. Esto lo perdimos antes del coronavirus. Aceptamos cosas que son inaceptables, como que miles de personas duerman en la calle y pasen frío, y pasamos frente a esas personas como si fueran un objeto. Hay muchos quiebres previos en la noción de comunidad. Una pandemia nos pone contra los ojos las consecuencias de no construir una comunidad más sólida.
–¿Entiende las críticas al uso del tapabocas?
–Si queremos actuar en la realidad social, todo nos tiene que resultar entendible. Lo entiendo desde una profunda negación, porque es pensar que la pandemia no existe y por otro lado es la expresión de un individualismo feroz. El tapabocas no te protege a vos, sino que protege a los demás de vos. Si hay alguien que tiene el virus y no tiene tapabocas, por más que vos lo tengas te vas a contagiar. El segundo elemento es una falta de interés en la protección del otro. Muchos de los argumentos de la gente que se mueve igual llevando a cabo acciones que no son necesarias es “yo decido si me expongo o no me expongo, es mi derecho”. Pero es un razonamiento totalmente errado. En cambio, es muy importante resaltar la contracara de eso: el porcentaje de la gente que es responsable y no circula innecesariamente. No solamente se cuida a sí misma y a los otros que no circulan, sino que cuida a los que circulan también. La inmunidad se construye sobre los que circulan; si circulan menos, esa inmunidad se construye más rápido, por eso el responsable está cuidando al irresponsable. Y el irresponsable no es solamente que no se cuida él, sino que nos está jodiendo a todos, incluso al que se cuida y paga los costos de cuidarse.
–¿Cómo puede modificarse ese comportamiento?
–En la medida en que comprendamos que lo que hacemos tiene una consecuencia social, podemos pensar de otra manera las situaciones. No es “yo veo a mis nietos porque los extraño y estoy dispuesto a morirme antes de pasar un mes más sin verlos”. Se trata de que en ese ver a mis nietos yo los expongo a ellos, expongo a otra gente. Ocupo una cama para Covid o para otros temas y esos otros temas los puede tener cualquiera.
–Cuando comenzó, el aislamiento tenía mucho apoyo pero rápidamente todo pareció derivar en «que se mueran los que se tengan que morir».
–No fue tan rápido, yo creo que jugaron varias cosas. Por un lado hubo muchos problemas y equivocaciones en la forma de salida de la cuarentena que, insisto, no era fácil, era todo nuevo. Esto me parece muy importante destacarlo porque si no, parece que cada vez encontrás un director técnico nuevo para la pandemia y no quiero que me conviertan a mí ahora en eso. Esto no lo va a resolver nadie solo, es muy difícil, nuevo y muy dinámico, y cuando analizo los errores quiero dejar en claro que no es porque son todos ineptos, se equivocaron porque era muy difícil, pero hay que entender que se equivocaron porque si no, no lo podemos resolver.
–¿En qué se equivocaron?
–En que para suprimir el virus no hace falta una cuarentena de un año y medio que es lo mínimo que va a durar el virus. Hace falta que cuando se hace, sea muy estricta, y ese muy estrictos no necesita durar mucho porque el virus no vive más de 15 días y, aunque lo social siempre lo extiende un poco, uno podría decir que probablemente con 20, 22 días alcance. Ahora, en esos días que buscan suprimir el virus debe ser muy estricta, no podemos aceptar el nivel de violaciones que hubo en el momento más estricto en la Ciudad de Buenos Aires porque eso no permitió suprimir el virus en lugares donde había menos presencia. En Buenos Aires esto se combinó con una pésima gestión de los retornos. En el mismo momento que la gente más se estaba cuidando estábamos importando miles de casos que era la gente que venía del exterior y era derivada tardíamente a hoteles. Con que una mínima porción de esa gente no se cuidara suficientemente ya alcanzaba para que el virus no fuera suprimido. El segundo elemento es que para poder salir de la cuarentena se necesita una política de trazabilidad. Identificar muy rápido a los casos remanentes que vayan surgiendo y aislar a todos sus contactos. No se dio ninguna de las dos cosas, entonces vino una sensación de hastío y cansancio. La cuarentena seguía pero no seguía, era una especie de “como si”, pero a la vez que limitaba actividades, generaba consecuencias económicas y la curva de contagios no bajaba. Esa ecuación fue nociva.
–Y en ese marco se habilitaron más actividades.
–Esto fue una ratificación de todos los mecanismos de negación: “Estamos bien, vamos a dar un nuevo paso, el pico ya llega, ya va a pasar”. El ministro de Salud de la Ciudad al principio actuó con inteligencia pero después se fue desarmando en su discurso hasta plantear esta idea de una estabilidad que no es tal. Me parece que esto hizo un daño enorme a la percepción de lo que está ocurriendo porque relaja a la población y hace que cada vez más gente se movilice y nunca podés ni siquiera estabilizar la curva. Hacerlo en este nivel en Buenos Aires es imposible porque igual colapsa el sistema de salud y porque para estabilizarla necesitarías que se mueva la misma gente. Si vos vas logrando que cada vez más gente salga, entonces nunca estabilizás porque el porcentaje de población susceptible es cada día mayor y lo que inmunizás por un lado lo perdés por el otro.
–¿Qué opina sobre la comunicación del gobierno que hoy pone la responsabilidad en los ciudadanos?
–Creo que es un error porque el ciudadano no tiene la información correcta para saber qué hacer porque no se la están comunicando correctamente. Siempre la responsabilidad está en el ciudadano a menos que estemos dispuestos a resolver esta pandemia con represión, que no es el camino. Eso no quiere decir que no haya que dejar claro qué tiene que hacer el ciudadano, darle información clara, o que haya que analizar qué hace el ciudadano con la información que le damos. Yo entiendo que quisieron comunicar y no dudo de la buena fe, pero no tomaron en cuenta que en una situación de crisis las formas de interpretación están trastocadas y que la comunicación oficial no es solo lo que se dice sino el gesto. Yo creo que hubo algunos gestos interesantes del gobernador Kicillof en el tono, el modo, el cuidado, la preocupación expresada para compartir con la población la gravedad de la situación.
–La mesa de las conferencias de prensa de a tres refleja discursos muy distintos
–Esa mesa tiene una potencia enorme y hay que sostenerla porque me parece que a esta pandemia se la enfrenta colectivamente y trascendiendo la grieta, pero después hay que acordar una comunicación común y tomando en cuenta qué produce. Insisto, tiene que ver con que cada uno le habla a su público electoral y falta mucho para las elecciones y les va a redundar a todos de modo mucho más positivo que podamos tener una situación lo más controlada posible. Y para eso tal vez hay que decirle al propio electorado cosas que ese electorado no quiere escuchar. No creo que los funcionarios no estén viendo la gravedad de la situación, pero quizá se ven presionados por el costo político que pueden tener algunas decisiones. Hay que trascender eso porque el mayor costo político va a ser tener los muertos apilados en las calles. «