Las diferencias dentro del Frente de Todos son pocas, pero estructurales. Más allá del ruido y los enojos, los dos espacios mayoritarios de la coalición de gobierno plantean caminos distintos a implementar como modelos de desarrollo, uno más vinculado a la exportación y las empresas y otro más centrado en el consumo y los ingresos de los sectores populares. Pero también hay divergencias sobre cómo resolver esas diferencias: mientras el cristinismo pide implementar un mecanismo de toma de decisiones más colectivo, Alberto Fernández se refugia en la tradición presidencialista.
Hasta el momento, las diferencias están planteadas en cinco ejes: inflación, derechos de exportación (retenciones), política exterior, tarifas e institucionalización del Frente de Todos, un mecanismo de toma de decisiones dentro de la coalición que nunca –hasta ahora– se llegó a implementar.
Desde el albertismo aseguran que los beneficios del crecimiento llegarán a la base de la pirámide social y que solo es una cuestión de tiempo. Por el contrario, el cristinismo descarta que se trate de una cuestión de velocidad y apunta al corazón del plan económico de Martín Guzmán.
Los funcionarios del área económica del gobierno plantean una especie de teoría del derrame por la que los números macro que muestran desde el Ministerio de Desarrollo Productivo y de Economía –como la suba de la recaudación, pero también la baja de la tasa de desempleo– se verán reflejados pronto en los ingresos de los sectores populares debido a la reactivación de la economía pospandemia.
Si bien en el albertismo no se escuchan en voz alta argumentos monetaristas que le adjudiquen a las subas salariales la culpa de la inflación, en los hechos, el FMI exige una disminución en la emisión monetaria. Es por eso que este viernes la vicepresidenta mostró cómo con menos dinero en poder público desde 2015, la inflación se había disparado igual. “La inflación es por la escasez de dólares y no, como dicen en la tele, por la emisión”, sintetizó.
“Hay una insatisfacción democrática grande porque la plata no alcanza, la gente no llega a fin de mes, y se produce un fenómeno en la Argentina que nunca lo habíamos conocido y que es que hay un segmento de trabajadores en relación de dependencia que es pobre; la pobreza la ubicábamos en los sectores informales, vulnerables. Esto es producto de dos políticas de concentración de los ingresos, de distintos métodos de apropiación de rentabilidades y una política de salarios bajos. Hay un modelo en América Latina, que tuvo lugar también a principios del siglo XX en Argentina, exportador con bajos salarios. Eso debería generar dólares en el Banco Central, pero si además me faltan dólares, hay que revisar las políticas porque alguien o algunos están fallando”, expuso Cristina Fernández en Chaco.
De la mano de la inflación y el consecuente deterioro de los salarios y jubilaciones, las tarifas de los servicios públicos también están en medio de la disputa. Guzmán ya puso primera para empezar con las audiencias públicas la próxima semana, el primer paso de un proceso que, según el cristinismo, terminará con el aumento del 65% tras la quita de subsidios implementada bajo la metodología de la segmentación (por ingreso y por zona), y no en el 20% que se había acordado entre ambos sectores.
En este contexto, para paliar la inflación, el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, propuso el uso de derechos de exportación (retenciones) no como un mecanismo de recaudación sino como una herramienta de control de precios. La respuesta no tardó en llegar de la mano del ministro de Agricultura, Julián Domínguez, quien lo descartó de plano. Si bien el FMI, en su afán de cobrar, no ve con malos ojos imponer más impuestos a los sectores más beneficiados, lo que lo impulsó a Guzmán a anunciar un no nato proyecto de ley de captura de “renta inesperada”, ninguna ficha movió el Ejecutivo hasta el momento en ese sentido.
Otra de las diferencias profundas que atraviesa el oficialismo se da en la política exterior. Si bien ambas facciones se pronuncian a favor del multilateralismo, la guerra entre Rusia y Ucrania se metió en el conflicto interno. Este jueves el canciller Santiago Cafiero expuso en el Senado, donde adelantó que Argentina no acompañará la propuesta de algunos países centrales de separar a Rusia del Grupo de los 20. Sin embargo, votó en su contra en la Asamblea General de la ONU, por lo que se suspendió a Rusia del Consejo de Derechos Humanos que forma parte del organismo, decisión que desde el cristinismo le adjudicaron a la mayor influencia que ejerce Estados Unidos sobre el país a partir del acuerdo con el Fondo.
Otra de las grandes diferencias reside en la forma en que la coalición de gobierno –experiencia singular en el verticalista movimiento peronista– toma las decisiones. Si bien este problema existió desde el comienzo de la administración Fernández, se agravó con la derrota electoral y con el acuerdo con el FMI.
Mientras el cristinismo quiere que se institucionalice una mesa en la que estén representados todos los sectores del frente a la hora de tomar decisiones –un esquema similar al que lanzaron en la provincia de Buenos Aires–, Alberto insiste en la tradición presidencialista que pone el acento en el jefe de Estado. Por eso el cristinismo insiste en remarcar que la mayoría de los votos en 2019 los aportó CFK. «