En Diciembre de 2020, Cristina Fernández nos convocó a dar la pelea por la integración del sistema de salud. El sábado pasado, en Rosario y junto al ministro Nicolás Kreplak, renovó la apuesta y agregó elementos. Un discurso con profundidad que deja interrogantes y tareas. Algunas ideas sobre las virtuosas y también las destructivas formas de vinculación entre la política y el sector salud.

Una realidad

Todas y todos tenemos un amigo, familiar o nosotros mismos con algún problema de salud. Sabemos el tiempo y energía que lleva acompañar las distintas formas del dolor. Además, desde una mirada económica, el sector representa 10 puntos del PBI en nuestro país. Esta realidad espiritual y material contrasta con la escasísima energía que le dedica “la política” al tema, que suele aparecer poco en debates de campaña, en la agenda y en los planes de gobierno de los partidos. ¿Por qué pasa eso?

Los políticos

La mayoría de los políticos no saben del tema. Piensan que es una cuestión de médicos o cuadros técnicos. No garpa en campaña ni es fácil demostrar cambios reales una vez en la gestión.

Además, no padecen los problemas de acceso que sí sufren los pobres. Aunque el privado no está exento de problemas, quienes pueden resuelven sus problemas pagando. La ausencia de experiencia vital los aleja de este tema, en contraste con otros que pueden vivir con relativa cercanía como la inseguridad o la economía.

Los sanitaristas

Existen muchos y muy buenos cuadros técnico-políticos en el sector, pero no alcanzan. Muchos asesores en la gestión tienden a estar colonizados en su formación por las teorías de los organismos internacionales y/o ideas foráneas (mucho Marc Lalonde, poco Ramón Carrillo).

En el mejor de los casos están llenos de buenas intenciones pero sobre ideologizados, carecen de mirada político/situacional, planifican en condiciones ideales y luego no pueden trabajar de forma adecuada con el político que necesita más sentido de la realidad y más resultados.

En el peor de los casos obturan las buenas políticas y/o fomentan las malas adrede: por la acción de la corrupción, por la inacción de la mezquindad o por impericia (inexperiencia al respecto de los temas a resolver).

Trabajadores de la salud

Las y los profesionales realizan una tarea heroica en condiciones de trabajo ingratas y con tres o cuatro fuentes de ingreso para vivir. No ven en la política una vía de resolución sino más bien todos sus problemas concentrados allí y en la culpa de los políticos.

Algunos olvidan que pudieron formarse gracias a la universidad pública y que deben devolver algo de eso al pueblo; la mayoría intenta tener compromiso social pero no siempre encuentra las vías o los espacios para llevarlo adelante.

Aunque no de forma automática, un gobierno que regule y ponga límites a la concentración económica del sector es un gobierno materialmente pro trabajador de la salud porque supone mejores condiciones para repartir esos 10 puntos del PBI entre financistas y trabajadores.

Un gobierno que desregula selectivamente en favor de los dueños de la salud privada, aunque sea en sus ideas generales afín al trabajador, solo genera peores condiciones para negociar salarios. Las prepagas grandes son el mejor ejemplo de esto: nunca la velocidad y tamaño de los aumentos de las cuotas de los afiliados es igual a la de los bonos y prácticas para los profesionales.

Los usuarios

Quienes acceden por el sistema público ven cómo se deterioran las condiciones edilicias, la agilidad de los turnos y la calidez de la atención. Las obras sociales están desfinanciadas por el desplome de los salarios. Los usuarios de prepagas afrontan aumentos desquiciados de sus cuotas y cada vez tienen que judicializar más a las empresas para que cumplan con los planes.

Todo atravesado por una crisis humanitaria en la atención con consultas cortas, despersonalizadas (“ni me miró”, “ni me revisó”) y atravesadas por los intereses económicos de quienes venden medicamentos o estudios complementarios.

Este drama lleva décadas. Las personas fueron perdiendo la esperanza en que uno u otro gobierno pueda resolver o empeorar las condiciones de acceso a la salud. Se cristalizó la idea de que gane quien gane, la cosa seguirá más o menos igual.

Los que ganan

Las empresas financiadoras del sector están cada vez más concentradas. Las cinco más grandes superan el 60 por ciento de los afiliados. Esta concentración y poderío les permite colocar funcionarios en lugares clave del gobierno, como el propio ministro (dueño del sanatorio Güemes) o el director de la Superintendencia de Servicios de Salud (funcionario en OSDE durante 30 años).

Su agenda está expresada de forma muy clara en el discurso de apertura del Congreso de este año de la ACAMI (Asociación Civil de Actividades Médicas) que pueden ver acá. Así las cosas, pueden imponer aumentos a los usuarios que carecen de opciones por el proceso de cartelización e imponer condiciones a los profesionales con aumentos de pagos por debajo del de las cuotas de los usuarios.

Cristina

Si Unión por la Patria no fue capaz de construir una propuesta de campaña el año pasado (cosa que sí pudo sintetizar Milei con la propuesta de “vouchers de la salud”), el discurso de Cristina en Rosario del sábado puede ser un eje axial sobre los que se articulen los esfuerzos por venir.

Cristina historizó los problemas, contrastó las políticas de los 12 años con las políticas de Macri/Milei desde una mirada del conjunto e incluso les habló a los usuarios de prepagas “para que vean que con el peronismo pagaban cuotas justas”. A su vez, identificó adversarios/intereses contra los que pelear, eligiendo una vez más el camino de la confrontación.

La ex presidenta identifica una espiritualidad general de la propuesta: integrar el sistema que está desordenado. Plantea una estrategia: mejorar el primer nivel de atención y el sector público en general desde una búsqueda de la eficiencia del Estado. Y lo hace en el marco de una propuesta de país: donde los trabajadores cobren más y mejor. Pasan los años y Cristina no pierde magnetismo, se la ve enérgica y decidida a enderezar lo torcido, en este caso todos los problemas antes mencionados del sistema sanitario.

Es razonable esperar una avanzada más brutal sobre el sector salud desde diciembre próximo. Van a empeorar todo lo que ya estaba mal y a romper lo que estaba bien para después privatizarlo, cerrarlo o delegarlo en las provincias. El movimiento sanitario nacional va a estar de pie y dando la pelea, desde la resistencia y también desde importantes experiencias de gestión como la llevada adelante en el gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Pero como siempre, lo que ordena es la política y necesitamos ayuda. De ahí la importancia de propuestas como las de Cristina para recuperar el viejo axioma de que la medicina es una ciencia social, y la —buena— política es medicina a gran escala.