Si alguien esperaba liturgia, un ritual previsible y quizá gastado, hablarle a los propios y que se descuidaran todos los detalles que comunican a la audiencia que sigue el discurso por televisión, esa expectativa –por supuesto- se frustró.

Porque Cristina cambió. Eligió cambiar y encabezó un acto en el que la centralidad estuvo puesta en lo colectivo. En las biografías de los argentinos y de los residentes en el país que vieron deteriorada su vida cotidiana desde que asumió Mauricio Macri.

“No me parece justo que estemos sufriendo. No me parece justo que nos hayan desorganizado la vida. Esta Unidad Ciudadana tiene que representar las voces, los intereses y los problemas que tiene la sociedad”, exhortó CFK desde el escenario, un palco no muy grande, que se había montado en el medio de la cancha, entre la gente, y a una altura bastante baja, lo que formaba una panorámica en la que la ex mandataria estaba casi en los hombros de los manifestantes.

Lejos del monumentalismo de otras épocas, cuando Cristina estaba en el gobierno y en la Plaza de Mayo se combinaba el teatro experimental con la escenografía peronista de la relación líder-masas, la ex mandataria compartió el estrado con hombres y mujeres anónimos. Eran trabajadores, científicos, estudiantes, jubilados, empresarios PYMES, pequeños productores agropecuarios del Gran La Plata y pensionados a quienes les quitaron el subsidio por discapacidad.

Cristina no sólo se encargó de ir presentando a cada uno de ellos. Los invitó a subir al palco, los saludó (recibió muestras de afecto; hubo alguno que se emocionó al compartir el momento junto a CFK y frente a miles de personas) y al terminar la jornada cantó el himno nacional abrazada a quienes tenía más cerca.

La multitud que se había acercado hasta Sarandí por todos los medios posibles, en un feriado muy frío pero con un cielo azul, sin una nube, intentó varias veces llevar a Cristina hacia las definiciones electorales. La ex mandataria no les dio el gusto en ningún momento. Incluso pareció fastidiarse –adelantó la mano en el gesto de cuando alguien pide que se detenga una acción- cuando algunos intrépidos reconvirtieron el “Cristina senadoraaaa” inicial en un más audaz “Cristina presidentaaaa”.

“No confundamos a nadie, no desunamos. Lo que necesitamos es poner un límite. Las próximas elecciones son parlamentarias. Las elecciones de medio término son la herramienta que prevé la Constitución para que la sociedad haga saber si no le gusta un gobierno”, remarcó con el tono de un reto en la primera parte de su discurso.

Otra sorpresa del acto fue que CFK no emitió ninguna señal contundente sobre si aceptará alguna candidatura en este turno legislativo. Ni siquiera repitió lo que ya había dicho en la entrevista que le hicieron en el canal C5N: que si era necesario para darle más caudal electoral a una lista, y se lograba una propuesta de unidad, ella estaba dispuesta a ser candidata.

Según sus allegados, la ex mandataria no quiso incorporarle a su discurso –pensado para describir la problemática social y económica y sus efectos sobre la vida de los argentinos- ningún condimento electoral.

Otra explicación atribuye el silencio a que todavía faltan cuatro días para el cierre de la inscripción de candidaturas, previsto para este sábado 24 de junio. Entre los asistentes, al retirarse, se vieron algunos gestos de decepción: muchos habrían querido irse con la certeza de algún anuncio por parte de CFK.

Horas después de que terminara el acto, el intendente anfitrión en Sarandí, Jorge Ferraresi (Avellaneda), ratificó que la ex mandataria encabezará la boleta del frente Unidad Ciudadana como primera candidata a senadora nacional por la provincia de Buenos Aires.

El alcalde local estuvo ubicado en primera fila de una de las plateas, la que estaba detrás del escenario. Desde allí, en la tribuna que está bajo las cabinas de transmisión, se habían instalado todos los dirigentes –políticos y sindicales- más las personalidades de la cultura y los Derechos Humanos que llegaron hasta el Viaducto. En ese lugar se codeaban caras conocidas con familias y grupos de amigos que agitaban sus banderas argentinas mientras esperaban sentados. Ferraresi estaba flanqueado por el diputado Máximo Kirchner, el jefe del bloque del FpV en la Cámara Baja, Héctor Recalde, y el ex ministro de Economía Axel Kicillof, también diputado.

El concepto de la Unidad Ciudadana

La ubicación de los invitados especiales en la misma platea que el resto estuvo en sintonía con la idea de subrayar las historias de vida. De contar con testimonios reales las consecuencias de las políticas de Macri.

En esa línea, la propia CFK envió un mensaje bastante fuerte a sus compañeros del justicialismo y de otras agrupaciones: “Yo quiero volver a ser parte de un movimiento político donde lo importante es el pueblo, los que sufren y necesitan. Esta es la Argentina que queremos, para construir algo mejor de lo que tenemos hasta ahora. De eso se trata Unidad Ciudadana. De representar los intereses de hombres y mujeres de carne y hueso”, remarcó.

“¿Qué ganamos con la especulación? Se trata de éste, nuestro país, para que vuelva a tener futuro”, agregó luego, en una recomendación que aconsejaba poner en segundo plano las pujas por posicionamientos y candidaturas, tanto para 2017 como para 2019, y entender la gravedad del momento.

En su diagnóstico de la actualidad, Cristina fue muy dura con la decisión del gobierno de colocar un bono argentino a 100 años y a una tasa altísima, de interés anual de 7,9%. “Es necesario ponerle un límite y un freno a tanto disparate. ¿Dónde se ha visto? Que nos hagan endeudar a 100 años. Yo quiero que la Argentina con los 42 millones de argentinos lleguen a 2019”, aseguró.

La ex presidenta también utilizó la ironía para criticar por elevación, aunque sin nombrarla, a la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal. “A mí nunca me salieron las caritas de buena. Yo nunca guioné mi vida, yo nunca guioné mis pensamientos, yo nunca guioné mis ideas”, se diferenció. En el mismo párrafo había dicho que en la política se suelen utilizar los ‘coachs’ (asesores de imagen y de marketing político), una práctica que Cambiemos llevó al primer plano con su gurú estrella, el ecuatoriano Jaime Durán Barba.

El momento más sorpresivo del discurso llegó luego de que ella misma avisara que no iba a hablar tanto, que su mensaje no sería tan largo como otras veces. Vestida con calzas, botas y un suéter azul largo, más un poncho de lana con los colores de la bandera, que se sacó al subir al escenario, la ex mandataria puso el foco sobre la pérdida de poder adquisitivo, el aumento del desempleo, el recorte de derechos.

“Claro que tenemos pasado (por el gobierno del FpV), el problema que tenemos es que con ellos (por Cambiemos) no tenemos futuro”, advirtió para ir entrando en clima. Y entonces llegó el turno de las historias de vida.

Vidas ordinarias

La propia CFK se encargó de presentar a Guadalupe y Julia, becarias del Conicet; Laura Bagnato, docente de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ) de Florencio Varela; Agustín, alumno secundario que perdió a dos compañeros que abandonaron el colegio para trabajar; Ezequiel, universitario de Pergamino que se quedó sin el plan Progresar; Fernando, estudiante de Historia cuya madre perdió el empleo; Susana, directora de escuela pública de Berazategui, quien contó que aumentó la matrícula porque muchos padres ya no pueden pagar la cuota de una escuela privada; Luisa, de la biblioteca popular Islas Malvinas: “Las familias iban a pedirle libros, ahora van a pedir comida”, dijo Cristina sobre la experiencia reciente de Luisa.

El escenario se completó con María Cañete, voluntaria en un comedor; Víctor, del polideportivo Solano, jaqueado por los tarifazos; Emma, de un centro de jubilados; Lorena y Flavia Battistol, hijas de desaparecidos que siguen buscando a una hermana apropiada (“2×1, por favor”, cuestionó CFK al presentarlas); el comerciante Agustín; Norma, pensionada y dueña de un pequeño comercio; Verónica, propietaria del frigorífico Pilar de Avellaneda; Karina, de la empresa Microenvases. Todos los emprendimientos productivos que mencionó Cristina están afectados por la caída del consumo, la suba de los servicios públicos y la apertura indiscriminada de las importaciones.

Las medidas tomadas por el gobierno de Cambiemos, siguió CFK, afectan a la panadería de Alejandro, de Ezeiza, que vendió las máquinas para pagar indemnizaciones; o a Bárbara, a cargo de una PYME del sector del calzado con 15 empleados. Lo mismo sucedía con Adrián, de la ex Rainmat, fábrica metalúrgica recuperada de Bernal. Un momento especialmente emotivo fue protagonizado por Pablo, boliviano residente desde hace 10 años en el país y estudiante de Agronomía en la Universidad de La Plata, y Graciela, de la cooperativa La Primavera. Ambos son productores de lechuga, morrón, tomate y otras verduras en la localidad de Melchor Romero. Cristina también presentó la historia de Sabrina, madre un niño electrodependiente de 14 años, y del matrimonio de Luis y Antonella: él es ciego, ella albina. “Hace poco le notificaron a Antonella que como él tiene una pensión de 4 mil pesos, ella no puede seguir cobrando la suya, de 3800 pesos. Le dijeron que ya no le corresponde nada”, denunció la ex presidenta.

La multitud, indignada, reaccionó con un rugido: “Hijos de puta/ hijos de puta”. CFK paró los insultos con otro reto a la muchedumbre: “No, no. Nosotros vinimos para construir, para destruir ya están ellos”, amonestó.

El acto terminó sin que hubiera definiciones sobre candidaturas. Tampoco hubo un cierre con espectáculo de fuegos artificiales más un in crescendo con lluvias de papelitos metalizados. Todo lo opuesto de la euforia de una campaña que se lanza. Se cantó el himno nacional, en la versión de Mercedes Sosa, con el agregado de un “Oh, juremos con gloria, vivir”. Al final de todo, Cristina se limitó a abrazar y a saludar. A recibir besos y a aceptar los pedidos de ‘selfies’ que le hacían a su alrededor. En los parlantes sonaban -otra vez- Los Redondos.