Por primera vez desde que la pandemia de coronavirus llegó a la Argentina hay más pacientes internados en camas de terapia intensiva en el interior del país que en la Ciudad y la provincia de Buenos Aires. Eso está relacionado con una combinación de factores que ya configuran una tendencia: un leve descenso en la curva de contagios de las dos jurisdicciones que hasta ahora habían sido las más castigadas por el virus; y un acelerado crecimiento en el resto del territorio nacional, que preocupa a las autoridades. Hoy, uno de cada cinco pacientes internados en estado crítico está en Córdoba. Y en Rosario, la ocupación de camas de terapia llegó al 97 por ciento.
Santa Fe diagnosticó en promedio 1451 nuevos infectados en los últimos siete días, lo que significó un crecimiento de un 30% respecto de la semana anterior y la ubicó como la segunda provincia con mayor cantidad de casos nuevos después de Buenos Aires. Como advirtió Tiempo la semana pasada, eso se condice con una preocupante saturación en su sistema sanitario. Según informó el Ministerio de Salud de la Nación en su último reporte sobre la situación de las camas críticas, Rosario tiene apenas un 3% de plazas disponibles.
General Roca (Río Negro) tiene un 95% de ocupación de camas de terapia y Manuel Belgrano (el departamento donde se encuentra la capital de Jujuy) está al 90 por ciento. Entre las zonas más complicadas también están el Gran Mendoza (87% de ocupación) y Salta capital (85%), dos zonas que encienden las alarmas por su gran densidad poblacional.
“La situación de Rosario me alarma tremendamente”, señala a Tiempo Arnaldo Dubin, integrante de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI). “Es una ciudad con un gran desarrollo de terapia y están al borde del colapso. Ya están internando pacientes Covid en todos lados y estoy muy preocupado por el personal de salud que se está infectando”, añade el jefe de terapia intensiva del sanatorio porteño Otamendi.
Este ejemplo pone en evidencia la amenaza que representa el virus en el interior del país, donde hay una mayor proporción de población susceptible, menores restricciones a la movilidad y una capacidad de respuesta muy distinta según la jurisdicción. Para mensurar el riesgo basta decir que el viernes las camas de terapia intensiva con pacientes Covid del AMBA representaban un 49,6% del total. El 1 de julio eran el 92,5% por ciento.
Más allá de las camas
La disponibilidad de camas y respiradores no es el único factor para medir la presión sobre el sistema de salud y su capacidad de respuesta. “El cuello de botella, ya lo dijimos, es el personal sanitario”, agrega Dubin.
“A mí me cuesta ver una luz incluso en el AMBA, donde estamos en una meseta y con una tendencia a la disminución. Porque siguen siendo muchos casos nuevos cada día y no deja de preocuparme ver el comportamiento social. Hay mucha gente que no guarda las distancias, que no usa el barbijo o lo tiene de adorno”, insiste.
La SATI viene advirtiendo desde hace años sobre la escasez de trabajadores de terapia intensiva. Hoy, según sus registros, hay 1800 especialistas para atender las 12 mil camas críticas que tiene el país. Los números, evidentemente, no cierran.
A pesar de ello, Dubin se esperanza en que esta pandemia haya sido suficiente para mostrar la importancia de un cambio. “Por primera vez en la historia nos han escuchado y tengo expectativas de que las cosas cambien en un mediano plazo”, señala.
“Las terapias ya hubieran colapsado en todos lados sin el concurso de médicos extranjeros que vienen a hacer la especialización al país. Basta decir que cada año más de la mitad de las vacantes para residencia en terapia intensiva no se ocupan”, añade. Y entre los puntos que cree importantes para corregir están jerarquizar la actividad, mejorar la remuneración y también incluir contenidos de la especialidad en la carrera de grado.
¿Cuántos son los fallecidos?
En la última semana, el promedio de muertes diarias de pacientes con Covid creció un 60% y pasó de 215 a 343. Ese aumento extraordinario se debió a un subregistro de varias semanas por demoras en la carga de fallecimientos al Sistema Integrado de Información Sanitaria Argentina (SISA), de donde el Ministerio de Salud de la Nación toma los datos para sus reportes diarios. Es obligación de todas los efectores de salud mantener ese registro actualizado y de las jurisdicciones garantizar que eso suceda. Pero en los hechos no ocurre.
La Organización Mundial de la Salud advirtió sobre los problemas globales en el registro de los fallecimientos y pidió a los países que revisen su sistema para garantizar un conteo eficiente en tiempo real. El Ministerio de Salud de la Nación identificó entre las causales de las demoras lo que sucede con los testeos de personas fallecidas con sospecha de Covid-19 pero sin diagnóstico confirmado. El protocolo indica realizarle un PCR post mortem cuyo análisis y carga de resultados, por no ser prioritario, tarda más de lo habitual.
Pero a ese subregistro ya conocido, el viernes se sumó un nuevo factor que generó preocupación. En busca de tener la mayor precisión posible, el gobierno de la Provincia de Buenos Aires decidió cruzar la base de datos del SISA con la del sistema informatizado de gestión de camas y la de certificados de defunción que recientemente digitalizó. Al hacerlo, descubrió que 3523 personas fallecidas con diagnóstico de Covid no habían sido cargadas en el sistema sanitario. La tarea ahora será cargar esos registros para unificar una base fidedigna a nivel nacional. Pero la pregunta que subyace es si las demás provincias realizan ese tipo de entrecruzamientos para garantizar que el número sea fiable.