En tiempos en los que estamos desinformados por abundancia de información; donde se suceden noticias fragmentadas y manipuladas, tenemos que ofrecerle a la gente un lugar desde donde entender y cambiar el mundo. Los medios cooperativos sobreviviremos si somos capaces de construir un espacio de sensibilidad compartida, sustentado en la confianza que los lectores depositen en las redacciones. Pero también sustentado en la capacidad de las redacciones de reconocerse como dinamizadoras de una comunidad de conocimiento conformada por quienes sostienen el medio. De esta forma estaremos elaborando una agenda y un abordaje distinto, que nos permitirá hacer mejor periodismo y construir nuestra singularidad.
Pero además debemos construir junto con nuestra comunidad un relato y una épica: quienes sostengan nuestros medios con sus pequeños aportes económicos tienen que sentir que están haciendo historia junto con nosotros; que están contribuyendo a salvar al periodismo de las más crueles tendencias que enfrentamos.
En el futuro será incomprensible que una sola persona haya tenido tanto poder en el mundo como para manipular a gran parte de la humanidad desde una empresa que se llamaba Facebook. También será incomprensible cómo una asociación para delinquir que además editaba el diario más vendido del país haya podido disponer a sus anchas y con complicidad de la mayoría del Congreso argentino del precio del papel con el que acogotaba a su competencia. Y todo en nombre del libre mercado, la transparencia y la democracia.
Tarde o temprano, asumiremos como sociedad que para que los medios de comunicación sean realmente democráticos y estén al servicio del bien común, tendrán que pasar por lo menos dos cosas. Primero, que la propiedad de las empresas periodísticas estén en mano de las trabajadoras y los trabajadores organizados en cooperativas. Segundo, que se sostengan en una fuerte alianza con los ciudadanos, que pagan para que alguien cuide de la calidad de la información que reciben. Estos dos factores serán determinantes para preservar la vitalidad de la democracia, mediante la que –ojalá– podamos seguir dirimiendo nuestras diferencias.
Es entre cooperativismos o barbarie. «