La Cámara Federal de Casación Penal le concedió la prisión domiciliaria por razones de salud a un ex comisario de la Policía Federal condenado a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad durante la dictadura. Se trata de Roberto Antonio Rosa, de 66 años de edad, quien en 1985 fue beneficiado con la ley de Obediencia Debida y se recicló en democracia a tal punto que se lo sindicó como un estrecho colaborador del ex juez federal Norberto Oyarbide, cuando pesaban sobre el magistrado acusaciones de protección a una red de prostíbulos.

Rosa está condenado por su participación en los centros clandestinos de detención conocidos como “Circuito ABO” (Club Atlético, Banco y Olimpo).

Sobrevivientes de la dictadura recordaron, primero ante la CONADEP y luego en el juicio oral que concluyó en condena en 2010, la ferocidad y crueldad con que “interrogaba” a las víctimas.

La Sala Cuarta de la Casación, con las firmas de los jueces Juan Carlos Gemignani y Gustavo Hornos, anuló un fallo del Tribunal Oral Federal número seis, que había rechazado la prisión domiciliaria pedida por la defensora oficial Ximena Figueroa, quien consideró que “el cuadro de salud que presenta su asistido será atendido en mejores condiciones en un contexto familiar con instalaciones y cuidados propias de la detención domiciliaria”.

Rosa fue condenado junto con otros represores dolorosamente conocidos: Raúl Guglielminetti, Julio “el Turco Julián” Simón, Samuel Miara, Juan Antonio “Colores” Del Cerro. Entre sus víctimas figura Lucila Adela Revora, la madre del diputado nacional por el Frente para la Victoria Eduardo “Wado” De Pedro.

Rosa tenía como seudónimo “Clavel”. En el juicio a los comandantes de la última dictadura, Mónica Evelina Brul de Guillén, recordó las circunstancias en que fue secuestrada por “Clavel”: el 7 de diciembre de 1978, en la entonces calle Cangallo casi Pasteur, fue subida a un automóvil cuando caminaba con su bebé de ocho meses en brazos. Integraba “Cristianos para la Liberación”, una organización solidaria que trabajaba en ayuda de los sectores más pobres de la sociedad. Fue llevada al centro clandestino El Olimpo; “Clavel” la llevó ante “El Turco Julián”, quien ordenó iniciar de inmediato la tortura: “a la máquina”. Le advirtieron que el trayecto la mujer había advertido que estaba embarazada, pero la orden de torturar no varió. “Va a aguantar… y además, viólenla”. En realidad, el término utilizado fue otro.

Los torturadores cumplieron. Y se ensañaron por tres razones: no lloraba con la picana, era judía, y además, ciega.

La Cámara de Casación le concedió la prisión domiciliaria a Rosa, ex alias “Clavel”, porque ya perdió el 81 por ciento de la visión de ambos ojos. “El componente medular de la enfermedad de glaucoma sobre el órgano de la visión, resulta ser el estrés producto de las múltiples intervenciones médicas” que recibe en la cárcel, sostiene el fallo que mandó al represor a su casa.
Rosa tuvo otros dos episodios por los que, ya en democracia, quedó expuesto. Uno de ellos, queda dicho, fue la relación con Oyarbide y con el empresario teatral Luciano Garbellano, cuando ambos aparecían sospechados por su vinculación con el prostíbulo masculino Spartacus. El otro fue un extraño “accidente” que ocurrió en su despacho del Departamento Central de la Policía Federal el 4 de enero de 1995. Rosa estaba reunido con el padre de una beba que reclamaba su devolución, después de que hubiera sido encontrada en poder de dos prostitutas. Estaban solos y de repente un disparo del arma reglamentaria del policía atravesó el pulmón de su interlocutor. Hubo una causa penal en la que la propia víctima reconoció que se había tratado de un accidente y el comisario fue sobreseído.

Pero el Estado Nacional terminó condenado en un juicio civil a indemnizar económicamente a la víctima.