Esta semana salió una resolución que habilita a los adolescentes desde los 13 años a ingresar y operar en el mercado de capitales. El gobierno promueve este tipo de medidas mientras la “epidemia” de apuestas virtuales es uno de los temas de mayor discusión pública, con los efectos que produce: adolescentes presionados por deudas y con estrés permanente, asociado al mandato de tener éxito en ganar dinero rápido, en un contexto de extrema precariedad.

Es importante descartar cualquier señalamiento moral sobre les pibes para comprender la complejidad del fenómeno, dado que son parte de un contexto en el que la financiarización de la vida es un paisaje cotidiano para gran parte de la población.

Como venimos destacando, este paisaje social incluye la estabilización, por lo menos desde 2028, del recurso al endeudamiento masivo para subsistir, y para completar ingresos que no paran de caer. Este fenómeno se profundiza y reconfigura durante la pandemia cuando crece la utilización de billeteras virtuales, no sólo como vías de pago sino también como forma de endeudamiento, al mismo tiempo que creció exponencialmente el uso de dispositivos digitales en la juventud. 

De aquí que la ultraderecha modula, promueve y exalta una realidad ya existente de financiarización de las vidas populares. Esta modulación es un intento de aplanar la capacidad de imaginar el futuro de los jóvenes únicamente a una dimensión especulativa financiera. El objetivo es que nuestros pibes sean entrenados como especuladores y emprendedores al mismo tiempo que en la reposición de modelos de masculinidad asociados al éxito individual y a las jerarquías de género (como vienen señalando desde el Instituto de Masculinidades y cambio social).

De allí que el título de esta nota se refiere a la campaña que nació en Lima, Perú, en diciembre de 2016 como oposición conservadora a las políticas de género en la educación por su dimensión de “adoctrinamiento”.

La educación es la escena predilecta de la batalla cultural que han decidido implementar para buscar una coherencia entre un modelo económico colonial financiero y el conocimiento que se imparte en las escuelas y universidades.

Mientras se la desfinancia, la educación sexual integral es y ha sido un proyecto pedagógico transformado en ley en el año 2006 que fue construido desde abajo y militado por miles de docentes en todo el país para incluir en la currícula un espacio de reflexión sobre los mandatos, no sólo de géneros y su relación con estructuras de opresión.

El terror al género

Como dice Judith Butler en ¿Quién le teme al género?, bajo la idea de “ideología de género” se esconde un ataque ideológico por excelencia que apunta a reponer jerarquías sexuales y a restaurar un supuesto paraíso patriarcal perdido y que teme a la discusión sobre la materialidad del cuerpo a la que lleva el género.

Desde un sector del movimiento feminista venimos trabajando sobre esta disputa sobre la educación de la juventud proponiendo una discusión pública, que incluya a les pibes, sobre cuáles tienen que ser los contenidos de la educación financiera en un país en el que la deuda es la principal vía por la que se fuga la riqueza generada en el país y una realidad cotidiana de las familias argentinas.

El proyecto macrista tanto en Nación como en Ciudad ha sido un antecedente fundamental de este adoctrinamiento especulativo, promoviendo la inclusión financiera desde edades tempranas al mismo tiempo que se implementó un programa de pasantías para “adoctrinar” a los jóvenes en el trabajo precario. Insisto: es necesaria una discusión pública sobre los contenidos de la educación financiera. No se trata de negar el problema, ni de intentar borrar la “cuestión financiera” de las currícula, -dado que son habilidades que los propios adolescentes demandan-, sino de politizar las finanzas.

Se trata de aceptar que no se puede seguir despolitizando el mundo financiero, y tratando de reducir la educación financiera a habilidades personales para gestionar finanzas o elegir inversiones. La politización de las finanzas también es parte de disputar un modelo alternativo que no puede aceptar que el único debate sea el déficit fiscal, así como sucedió en el gobierno anterior en el cual se señalaba de “antiprogreso” a quienes atinamos a discutir el rol de Galperín y de la inclusión financiera impulsada por empresas cuyos ceos hoy militan abiertamente la privatización de la educación pública.

Finalmente, en los últimos meses legisladores han propuesto la regulación de las apuestas, así como una política de mayor intervención estatal frente a los que lucran con la salud mental de los chicos. Todas estas iniciativas marcan un avance en el abordaje de un problema que excede el marco de la escuela y muestra una realidad extendida en la cual gran parte de la población vive desde hace años en la precariedad y en la especulación, ya sea para pagar deudas o para gestionar lo poco que se tiene de ingresos buscando generar ganancias rápidas para la subsistencia.

Por último, creo que se trata también de apoyar y promover instancias de debate, de organización y de afectación donde surjan otras formas de relación con el dinero, con el éxito, con la relación con los otros, donde la experiencia de pedagogías feministas tiene mucho que aportar. Por lo pronto, mientras se discute el presupuesto de la educación pública en tomas, asambleas, encuentros, también se enseña y se imagina un futuro. «