La ingeniera rosarina Susana Malcorra casi duró 17 meses al frente del ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la gestión de Cambiemos. Este lunes, rodeada por el presidente Mauricio Macri y por el jefe de Gabinete Marcos Peña, oficializó su renuncia por problemas personales y desató todo tipo de especulaciones sobre su partida. Los interrogantes giran en torno a los desacuerdos internos dentro del Gobierno sobre su rol en temas como la detención política de Milagro Sala, o la relación con Venezuela, hasta las posibles demoras en la tramitación de exhortos solicitados por la justicia local en investigaciones vinculadas con el mega escándalo de las coimas que la multinacional brasileña Oderbrecht dice haber pagado a funcionarios argentinos entre 2006 y 2016.
Desde que su candidatura a secretaria General de la ONU fracasó antes de fin del año pasado, comenzaron los rumores sobre un posible paso al costado de Malcorra. Dentro de la Casa Rosada algunos funcionarios consultados por Tiempo interpretaron la salida de la primera Canciller de Cambiemos como el cierre de un ciclo, cuyo vencimiento ya había sido programado hace medio año atrás, cuando la jefa del Palacio San Martín quedo afuera de los ternados para suceder al coreano Ban-Ki Moon al frente del máximo cargo que tiene la ONU. Otros le dan crédito a sus problemas personales, y al agotamiento de una tarea que la mantuvo demasiado lejos de su marido y de su familia, desde que aceptó el cargo y volvió a una Buenos Aires que había decidido abandonar hace casi dos décadas atrás.
Sin embargo, entre el fracaso de su candidatura a la ONU y la dimisión de este lunes, hubo más desacuerdos que coincidencias entre Malcorra y el Presidente, sobre puntos clave donde algunos funcionarios de la Casa Rosada hablan de tibieza. Dos de esos cortocircuitos, deslizan en el Gobierno, tienen que ver con el rol que jugó la funcionaria con Venezuela y sobre el papel de la cancillería ante los cuestionamientos y condenas internacionales por la detención política de la líder social Tupac Amaru, que la semana pasada fue visitada en Jujuy por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que visitó el país en medio del escándalo internacional que incomoda a la administración de Cambiemos desde que llegó al Ejecutivo.
Los debates del entorno presidencial con Malcorra sobre el enfoque jurídico para evitar el escándalo lleva el mismo tiempo que Sala acumula presa. Entre los halcones que criticaron duramente a la renunciante ministra están funcionarios como el secretario de Asuntos Estratégicos Fulvio Pompeo, su superior inmediato, el jefe de Gabinete Marcos Peña y otros consejeros de llegada directa a Macri como el diputado del Parlasur Fabián Pepín Rodríguez Simón, el jefe de Asesores José Torelllo y el secretario Legal y Técnico Pablo Clusellas.
La lista de cuestionamientos, admiten dentro del Palacio San Martín, también llega al rol que tuvo Malcorra con Venezuela. En el entorno del Presidente le endilgan la ausencia de una política más agresiva contra el gobierno de Nicolás Maduro, desde que desaconsejó la aplicación de la Carta Democrática de la OEA, como había prometido Macri en campaña para expulsar al gobierno de Caracas de ese organismo internacional. En el Congreso, desde la oposición a Cambiemos, también le enrostran un pésimo rol por sacar a Venezuela del Mercosur.
Luego de la oficialización de la renuncia, el bloque del Frente para la Victoria PJ recordó que presentó al menos cuatro pedidos de interpelación en su contra por el apoyo del Gobierno al presidente de Brasil Michel Temer, la compra de armamento de uso bélico a Estados Unidos por más de 2.000 millones de dólares y la declaración conjunta firmada con el Reino Unido para retomar el diálogo con Londres sin discutir sobre soberanía, pero con la apertura de negociaciones para explotar las riquezas hidrocarburíferas y pesqueras del mar epicontinental argentino.
Otra acusación del bloque integrado por kirchneristas y peronistas llegó a pedirle que retire su candidatura como titular de la ONU, «por su participación en el ocultamiento de abusos de menores cometidos por integrantes de la misión de paz en la República Centroafricana. Cerca de la ministra que dejará el cargo el 12 de junio, descalifican los cuestionamientos opositores y los pedidos de interpelación que motorizan. Uno de ellos, es muy reciente y lleva la firma del mendocino Guillermo Carmona, que acusa a la jefa del Palacio San Martín de haber pisado los exhortos presentados por distintos fiscales argentinos para avanzar con distintas solicitudes del Ministerio Público Fiscal, como la constitución de un equipo binacional de fiscales integrado por los encargados de la acusación en Brasil y sus pares argentinos, mediante un mecanismo que evitaría la dilación de las pesquisas, tal como informó este diario en su edición del domingo pasado.
En el Gobierno niegan en forma tajante las acusaciones de la oposición y reiteran las razones personales de Malcorra para pegar el portazo. Sin embargo la ministra renunciante no será reemplazada por el vicecanciller Pedro Villagra Delgado como continuador de su gestión, sino por el actual embajador en Francia, Jorge Faurie, un diplomático de carrera que sumó una década de ascensos bajo la gestión Guido Di Tella, el famoso ministro de Relaciones Exteriores que Carlos Menem mantuvo entre 1990 y 1999, para protagonizar las relaciones carnales con Estados Unidos.
Faurie fue un hombre clave del menemismo, y luego se transformó en el vicecanciller de Carlos Ruckauf durante el breve interinato de Eduardo Duhalde en 2002, hasta que fue eyectado del cargo por una denuncia de la Oficina Anticorrupción, acusado de omisión maliciosa al ocultar una empresa cuya propiedad compartió con Ramón Hernández, secretario privado de Menem, y el hombre a quien le renovó el pasaporte diplomático en 1999 por cinco años cuando sólo le quedaba uno en el cargo. El problema no sólo tenía que ver con el salvoconducto, sino con las cuentas cifradas en Suiza que habría administrado Hernández.
El segundo canciller que tendrá Macri en su presidencia carga con otra mancha que proviene de su cargo como viceministro de Ruckauf al frente del Palacio San Martín. Fue uno de los funcionarios que se encargó de negar la extradición a Francia del marino Alfredo Astiz, luego de ser detenido en diciembre de 2001 y requerido por la justicia gala por el secuestro, asesinato y desaparición de Dagmar Hagelin y las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet.
En la Casa Rosada definen a Faurie como un todoterreno que tiene llegada directa al Presidente, mientras admiten el excelente vinculo que mantiene con Pompeo desde hace años. Se trata de uno de sus principales promotores y garantes, a quien conoce desde su paso por el menemismo y por el interinato duhaldista en los mismos salones diplomáticos. Tanto Pompeo como Faurier tuvieron un rol determinante en esos años, y volverán a tenerlo ahora, posiblemente unidos por las críticas que le prodigaron a la saliente ministra, que seguirá hablando de razones personales, hasta que la nueva orientación de las relaciones exteriores argentinas confirmen la existencia de discrepancias internas que, por ahora, siguen solapadas.