La relación del presidente Alberto Fernández con los empresarios más poderosos del país está atravesada por una urgencia que condiciona casi con aires dramáticos el día a día de los argentinos: la renegociación con los fondos de inversión de dimensión global (como PIMCO y Templeton, con vencimientos en el cortísimo plazo) pero también con el FMI en tanto acreedores de la deuda que el gobierno de Mauricio Macri multiplicó hasta llevar a la Argentina hasta el precipicio de la insolvencia. La postergación de los pagos de la deuda, está claro, se convirtió en una necesidad imperiosa de cuya resolución dependerán los próximos 180 días del gobierno. Es la prioridad absoluta del primer tramo de la gestión Fernández. Los dueños de las empresas más importantes, aquellos agrupados en la influyente Asociación Empresaria Argentina (AEA), saben de estos trances y están muy bien informados –con mucho más detalle que un ciudadano común- sobre las acciones que el gobierno ensaya en pos de alcanzar el objetivo principal.
Una de las condiciones del éxito de toda la estrategia oficial es alcanzar un acuerdo con el FMI. Sucede que los acreedores privados exigen que el organismo de crédito que encabeza la economista búlgara Kristalina Georgieva certifique que la Argentina, dado su programa fiscal, incluso en el supuesto de que se le concedan dos años de reperfilamiento, tendrá capacidad de repago de sus obligaciones. De estas urgencias habló el propio Fernández el miércoles pasado en el tradicional almuerzo de fin de año que organiza la AEA y que tuvo lugar en el Hotel Four Seasons de la calle Posadas. “Un muy fuerte condicionante para crecer es la deuda, que se ha tomado en el término de tres años en un enorme volumen y hay que pagarla en muy corto plazo. Eso ocurrió con la anuencia del FMI, que es corresponsable de lo que pasa. Estamos en el fondo del pozo”, fueron algunas de las definiciones más ilustrativas que pronunció allí el presidente.
Los miembros de AEA que escucharon el diagnóstico de primera mano lo vincularon con el proyecto de Solidaridad Social y Reactivación Productiva en la Emergencia Pública, una suerte de ‘ley-ómnibus’ que el Frente de Todos, entre el jueves y el viernes y a velocidad récord, logró convertir en ley. El miércoles, la muy poblada lista de comensales del salón del Four Seasons estaba conformada por Héctor Magnetto (Grupo Clarín), Luis Pagani (Arcor), Paolo Rocca (Techint), Alejandro Bulgheroni (Pan American Energy), Luis Pérez Companc (Molinos), Eduardo Elsztain (IRSA), Enrique Cristofani (Banco Santander), Julio Figueroa (Citibank), Eduardo Constantini (Consultatio), Cristiano Ratazzi (Fiat Chrysler Argentina), Daniel Herrero (Toyota), Luis Fontana (OSDE), Jorge Aufiero (Medicus), Carlos Blaquier (Ledesma), Roberto Alexander (IBM Argentina), Sebastián Bagó (Laboratorios Bagó), María Luisa Macchiavello (Droguería del Sud), Pablo Roemmers (Roemmers), Teddy Karagozian (TN Platex), Alfredo Coto (Coto), Marcos Galperín (Mercado Libre) y Julio Saguier (La Nación), por nombrar algunos. A esa lista hay que sumar a Jaime Campos, titular de AEA.
Algunos de los presentes en el selecto foro empresario –AEA, se sabe, representa a la burguesía más poderosa de la Argentina, cuyos miembros suman en total un promedio de exportaciones de 10 mil millones de dólares al año- tienen lazos históricos de reconocimiento mutuo con el presidente Fernández. En algunos casos eso puede traducirse incluso en cierta afinidad a la hora de analizar la coyuntura. Por otro lado, algunos miembros de AEA que representan al sector energético o a los laboratorios farmacéuticos de capital nacional cuentan con interlocutores privilegiados en el actual gabinete o entre la dirigencia del llamado pan-peronismo. Un ejemplo de esta vinculación lo encarna el petrolero Bulgheroni, con un patrimonio de 2900 millones de dólares según la revista Forbes (el segundo hombre más rico de la Argentina), propietario de PAE y de la cadena de estaciones de servicio Axion Energy.
Bulgheroni tiene diálogo garantizado con el designado presidente de YPF, el economista Guillermo Nielsen, un hombre que –dato curioso- no proviene del sector del petróleo. Nielsen tendrá injerencia en las políticas de aliento a la explotación y producción de Vaca Muerta. “Nadie quiere que la Argentina entre de nuevo en default. Tenemos esa ventaja. Si se le demuestra a los acreedores que se están haciendo las cosas bien en algo que todo el mundo dice que es bueno para el país, como Vaca Muerta, todos van a querer renovar la deuda”, declaró Bulgheroni en una entrevista concedida a Infobae un día antes de la asunción del nuevo gobierno. El miércoles, Bulgheroni escuchó en el Four Seasons cómo el presidente Fernández advertía sobre la delicada situación fiscal (“es mucho más compleja de lo que se cree”) pero al mismo tiempo transmitía optimismo por las tratativas con el organismo que dirige Georgieva. “El FMI aceptó nuestra lógica de trabajo”, señaló allí el mandatario. Tanto Bulgheroni como Rocca se llevaron de ese mismo almuerzo la garantía de Fernández, pronunciada en público, de que Vaca Muerta seguirá siendo una política estratégica. Ese mismo miércoles, por la noche, se conoció el dato de que el gobierno había decidido bajar las retenciones a la exportación de crudo del 12 al 8 por ciento.
En el vínculo con los grandes empresarios, la base de sustentación de la nueva etapa política también puede apoyarse en otros nombres. Se trata de hombres de negocios de influencia creciente, que en los últimos años mantuvieron una relación oscilante y no exenta de conflictos con la gestión Cambiemos. Uno de ellos es Eduardo Eurnekian, de la Corporación América, holding que controla Aeropuertos Argentina 2000, entre otras empresas. Eurnekian tiene mucha llegada en funcionarios muy cercanos a Fernández. Sobre todo entre algunas voces que reúnen conocimiento técnico, respeto político y cuyas opiniones pesan a la hora de establecer las prioridades de la política exterior. Hace tres meses, entre las PASO y las elecciones generales, Eurnekian emitió un consejo público dirigido a quien resultara ganador. “Darle la espalda a los Estados Unidos nuevamente y buscar una alianza con China para obtener fondos sería un gran error”, advirtió, metiéndose de lleno en uno de los debates más actuales de la geopolítica.
Otro nombre que suena mucho cada vez que se habla de los soportes empresariales del período que viene es el de Hugo Sigman, del Grupo Insud, quien llegó a convertirse en el primus inter pares de los laboratorios farmacéuticos nacionales pero que extendió su campo de negocios sobre rubros como los agronegocios y las industrias culturales (edita la versión local de Le Monde Diplomatique y es el artífice de la editorial Capital Intelectual). Sigman tiene excelente trato con el gobernador de Tucumán, Juan Manzur, quien a su vez es el mandatario provincial más cercano a Fernández. Ex ministro del área, el tucumano Manzur conoce muy bien el mundo de la salud, actividad en la que la provisión de fármacos es clave por el espacio que ocupa en cualquier presupuesto público, tanto nacional como provincial.