Comodoro Py comenzó a meter sus narices en la «Causa Gestapo». Por una vía oblicua (empujada por una inquietud legítima de presuntas víctimas de espionaje ilegal) y por una duda instalada sobre dónde ocurrió la reunión en la que el ex ministro de Trabajo bonaerense Marcelo Villegas esbozó cómo serían perseguidos sindicalistas locales, el expediente podría aterrizar en los tribunales federales de Retiro. Esa suerte de Triángulo de las Bermudas en que las acusaciones desaparecen como por arte de magia.
La clave del ticket de ida desde La Plata a Comodoro Py es el lugar donde ocurrió la reunión. Los investigadores tienen prácticamente determinado que fue en las oficinas del Banco Provincia de la Capital Federal. Entonces, por territorio (jurisdicción) y estando involucrados ex funcionarios federales (los espías), la causa debería transitar por los tribunales de Retiro.
El juez federal Marcelo Martínez de Giorgi le pidió a su colega platense Ernesto Kreplak la copia completa del expediente que está en plena etapa inicial de investigación. Lo hizo a instancias de los abogados del ex vicepresidente Amado Boudou, su amigo José María Núñez Carmona y el ex funcionario del Ministerio de Planificación Roberto Baratta. Los tres –representados por Alejandro Rúa y Graciana Peñafort- fueron espiados cuando estuvieron presos en el penal de Ezeiza.
“Se requiere se certifique si en el Juzgado a vuestro cargo tramita o tramitó alguna denuncia vinculada sobre el armado de una causa judicial a la seccional UOCRA La Plata en relación con las manifestaciones que recientemente surgieron en los medios periodísticos respecto del ex ministro de Trabajo de la provincia de Buenos Aires, Marcelo Villegas. En el caso de que así sea, se solicita la remisión de las copias de dicho expediente (que podría tratarse de la causa FLP 18933/2021) y del material de prueba allí aportado”, le reclamó Martínez de Giorgi a Kreplak.
Aunque con un disparador muy distinto, lo que hizo Martínez de Giorgi termina siendo similar a lo que en algún momento de 2019 intentó su colega Julián Ercolini cuando en Dolores ardía la “Causa D’Alessio”. El juez porteño le pidió a su par Alejo Ramos Padilla que se inhibiera de seguir interviniendo porque él tenía una suerte de contra-denuncia del fiscal Carlos Stornelli, que también involucraba al falso abogado Marcelo D’Alessio. Horas antes de la feria judicial, el expediente finalmente recayó en el juzgado de Ercolini, quien también se la sacó de encima.
Respecto de la «Causa Gestapo», hay un revés de la trama que discurre por afuera de la investigación judicial y, por lo tanto, no parece del interés del juez Kreplak y de la fiscal Ana Russo.
Suponer que el hallazgo del video fue accidental es un desafío a la literalidad. Algo así como que previo a un partido de fútbol un jugador sufra un accidente caminando por la calle al tropezar con una baldosa sobresalida. La caída es accidental, pero previamente alguien (probablemente del equipo rival) se ocupó de sobresalir la baldosa.
La secuencia completa, que dura unas dos horas, muestra que más allá de las explicaciones del ex ministro Villegas y del intendente de La Plata, Julio Garro, a los empresarios que debían participar de la persecución, es el espía Darío Biorci quien llevaba la voz cantante. En el momento en que ocurrió la reunión la conducción de la AFI estaba sólida y monolítica a pesar de la desconfianza que ya se tenían Gustavo Arribas y Silvia Majdalani. La “mesa chica” de la AFI estaba integrada por ellos dos, más Biorci (pariente de Majdalani) y los otros espías que participaron en la reunión, Juan Sebastián De Stéfano y Diego Dalmau Pereyra. Las fisuras en esa suerte de pentágono llegaron después. Pero en las oficinas del Banco Provincia no hubo “cuentapropismo”. Todos los agentes de inteligencia tenían línea directa con la conducción de la AFI.
¿Hay más (videos u otra documentación)? En junio de 2020, la intervención de la AFI halló las fichas de periodistas, académicos y organizaciones sociales espiadas para decidir las acreditaciones para las cumbres del G-20 y la Organización Mundial de Comercio. Por esa época también, el juez federal de Lomas de Zamora Federico Villena, investigando a un narco de la zona sur del Gran Buenos Aires, se tropezó con una tonelada de documentación sobre el espionaje ilegal a un amplio abanico de dirigentes políticos, de Cristina Fernández de Kirchner a Horacio Rodríguez Larreta y Diego Santilli. A fines de 2020 estalló la investigación por el Proyecto AMBA, el desembarco de la AFI en la provincia de Buenos Aires que sirvió de mascarada para el espionaje ilegal a más de 180 organizaciones gremiales, sociales, comedores populares y hasta clérigos.
El juez Ramos Padilla pudo avanzar pese a que un jefe de inteligencia en Mar del Plata, Nicolás Iuspa Benítez, destruyó casi toda la documentación sobre las actividades por una orden verbal y telefónica de alguien a quien nunca identificó. La destrucción no fue total; quedaron vestigios en computadoras olvidadas.
En otras computadoras igual de olvidadas quedaron las pruebas que permitieron avanzar con el espionaje a familiares de víctimas del ARA San Juan, la única causa por la que el ex presidente Mauricio Macri termina 2021 como procesado.
Todos fueron hallazgos accidentales. En los 90, el ex presidente Carlos Menem solía hablar de lo inexplicable como “casualidades permanentes”.
Fuentes cercanas a la inteligencia vernácula explicaron que la AFI “graba todo”, generalmente para información de su conducción. Pero esos videos, una vez que cumplieron su cometido, se destruyen. Bueno, no siempre…
En rigor, lo que parece emerger es una interna por el uso político de la AFI que llevaron adelante Arribas y Majdalani, a través de la contratación de aspirantes improvisados a espías, muchos de ellos provenientes de la Policía de la Ciudad o de vínculos políticos que disimulaban complicidades en travesuras con cosas que no tienen repuesto.
Eso produjo una grieta en la AFI. Los históricos (“la línea”, según la identificación interna) y los advenedizos que trajo Cambiemos. Estos últimos no dejaron tropelía sin cometer y habían comenzado a pagar ese costo. Pero en el revoleo cayeron también los de “la línea” y allí se frenó todo. “No entendieron”.
La Causa Gestapo es una oportunidad de recomponer ese camino, que se insinúa –todavía- lleno de sorpresas.