Un disparo a las 3 de la mañana del 25 de julio de 1976 sacudió el silencio de Sañogasta, un pequeño pueblo de La Rioja. Wenceslao Pedernera recibió el balazo y comenzó a luchar contra sus atacantes en el living de su casa. Le siguieron varios tiros más. Esa tarde, a sus 40 años, el campesino laico que se había comprometido con el proyecto de Enrique Angelelli murió. Hacía una semana también habían sido asesinados en El Chamical los curas Gabriel Longeville y Carlos de Dios Murias y poco más de una semana después lo sería también Angelelli.
Casi 47 años después, este viernes comenzó en La Rioja el juicio por el asesinato de Pedernera. Está imputado por este y 35 hechos más el oficial de Inteligencia de Gendarmería Eduardo Alfredo Britos, quien permaneció prófugo durante dos años en Paraguay para evitar a la Justicia.
Britos es el único identificado del grupo de encapuchados que esa madrugada tocó la puerta de la familia Pedernera para asesinarlo. Solía jactarse frente a otros de haber sido quien lo mató. Cuando otro gendarme que no estaba de acuerdo se lo reprochó, recibió como respuesta un tiro en el pie.
El represor, ya condenado en 2013 a 15 años de prisión, exhibía esa violencia constantemente. Era “más que violento, un psicópata, agresivo”, lo describió una joven que, en plena dictadura y siendo novia de su hermano, fue llevada a la sede de Gendarmería para que observara un grupo de mujeres que eran mantenidas atadas en el piso y golpeadas junto a sus hijos. “Esto le pasa a los que traicionan”, la amenazó. Entre 1976 y 1977, Britos también estuvo a cargo del “Instituto de Rehabilitación Social”, una cárcel que funcionó como Centro Clandestino de Detención.
Wenceslao Pedernera estaba en las antípodas de su asesino. Era trabajador rural, se había convertido en dirigente del Movimiento Rural Cristiano y había llegado a La Rioja desde Mendoza para colaborar con el proyecto del obispo Angelelli para mejorar las condiciones de vida del campesinado y organizarlo a través de cooperativas.
“Se había vinculado con Carlos Di Marco y Rafael Sifre, quienes eran dirigentes del movimiento rural en Mendoza, donde él era delegado sindical viñatero. En 1973 se empiezan a venir a La Rioja y empiezan todo el trabajo rural aquí en la pastoral de Angelelli”, recuerda Gonzalo Llorente, quien llegó a la provincia en esa época junto a Sifré.
Llorente hoy es cura en Ulapes, un pueblo rural en los llanos riojanos, pero en 1973 todavía faltaban algunos años para que ingresara al seminario: tenía apenas 19 años y se incorporó junto a “Wence” al Movimiento Rural de la diócesis de La Rioja.
Apoyado por Angelelli, el Movimiento había creado la Cooperativa de Trabajo Legítima (Codetral), un primer intento por fomentar la autogestión campesina en Aminga, el norte provincial, donde habían encontrado un campo abandonado para empezar a producir. Pero el proyecto fracasó: el gobernador Carlos Menem le quitó su apoyo luego de la violenta reacción de sectores más conservadores riojanos, quienes acusaron al obispo y sus colaboradores de “marxistas”.
“La Legislatura rechazó la posibilidad de expropiar ese latifundio y fracasó la propuesta de Codetral. Entonces, el obispo decide comprar con un dinero que habían donado unas hermanas unas 300 hectáreas en la zona de Vichigasta, un campito que se llamaba “La buena estrella”. El objetivo era ir desde abajo: hacer una cooperativa rural, ir incorporando a vecinos, a puesteros campesinos y después podía replicarse a nivel de la provincia como propuesta de trabajo comunitario”, recordó Llorente.
Allí se instaló Wenceslao, esta vez también con sus tres hijas y su esposa, Coca, en una casita pequeña, con el sueño de trabajar la tierra de forma cooperativa. El joven Llorente se agregó también. Estuvieron casi un año en el lugar hasta que las amenazas de la Triple A y la persecución a Angelelli comenzaron a recrudecer.
“A mediados del 75, Monseñor Angelelli nos dice que vamos a hacer un paréntesis en la experiencia porque no nos podía garantizar la seguridad. Así que dejamos: “Wence” se fue con Coca y su familia a Sayogasta, donde había un sacerdote amigo y continuaron con ese trabajo comunitario con familias vecinas”, explicó Llorente y señaló que, a partir del golpe del 24 de marzo de 1976, el movimiento se disgregó. Di Marco y Sifre fueron detenidos en Mendoza y después lograron exiliarse, y él se fue a Buenos Aires. El asesinato de Wence y luego de Angelelli terminaron de desarmar el proyecto.
Sin embargo, tantos años después, la siembra de ese proyecto todavía está. Llorente ingresó al seminario en 1978 y luego regresó a la provincia como cura. “Estamos siguiendo esa pastoral. Toda esa siembra quedó en la memoria del campesino, de nuestra gente, también de la Iglesia”, destacó. Además de ser beato, “Wence” es también el patrono de los campesinos de La Rioja.
El juicio, que comenzó este viernes, trae después de muchos años de demora la esperanza de justicia por el asesinato de Pedernera, el único de los crímenes de los mártires que continúa impune. “Esperamos que se haga justicia, no con sentido de revancha sino de que la verdad, como dice Jesús, nos hace libres”, concluyó. «