El juez federal Marcelo Martínez de Giorgi llamó a indagatoria al vaciador de medios de comunicación y presunto contrabandista Mariano Martínez Rojas y a la patota que invadió la redacción de Tiempo Argentino el 4 de julio de 2016. Después de un intenso trabajo judicial, encabezado por la abogada María del Carmen Verdú, el juez les imputó a los 15 involucrados los delitos de «usurpación, daño calificado, interrupción de las comunicaciones, interrupción del normal funcionamiento de un servicio público de comunicación, lesiones calificadas y amenazas coactivas». Las penas previstas para cada uno de esos delitos, individualmente, van desde los tres meses a los cuatro años de prisión. Pero lo que ocurrió aquella madrugada en el lugar en el que funcionaba la redacción de Tiempo no fue una sumatoria de hechos individuales y aislados sino una secuencia, una sucesión de delitos encadenados unos con los otros. Y, en esos casos, las penas pueden sumarse. En concreto: todos podrían ser condenados, eventualmente, a penas de diez o más años de cárcel.
Las indagatorias comenzarán el 28 de mayo próximo y se extenderán hasta el 1° de junio. Martínez Rojas no declarará pues, según la información de que dispone el juez, está detenido en EE UU por violar las leyes migratorias de ese país. Sobre él pesan al menos tres pedidos de extradición de otros tribunales, que también le imputan delitos supuestamente cometidos en lo que se conoce como «la mafia de los contenedores».
La lista de los convocados a indagatoria se completa con Juan Carlos Blander, Julián Zacarías Sosa, Pablo Javier Batista, Ovidio Leonardo Ramírez, Juan Carlos Moreno, Esteban Oscar Díaz, Gabriel Martín Moraut, Omar Osvaldo Ontivero, Marcelo Mauricio Cañas, Carlos Roberto Antivero, Carlos Alberto Ruiz Díaz, Henry Omar Castro Vargas, Diego Javier Chaves y Rodrigo Ezequiel Roldán. «Mientras se encontraban en el interior del inmueble mencionado, los imputados, de los cuales algunos se encontraban con el rostro cubierto con capuchas y cuellos polar, destrozaron con objetos duros y/o blandos pudiendo ser puntapiés, los vidrios, mampostería, cerraduras, puertas, cables de redes de Internet y demás elementos que se hallaban en el inmueble».
El juez Martínez de Giorgi anticipó concretamente qué les reprocha a todos los acusados: «El objeto procesal en la presente causa se circunscribe al plan criminal presuntamente encabezado por el empresario Juan Mariano Martínez Rojas, y al menos el grupo de personas mencionado precedentemente, el cual tuvo por objeto interrumpir de manera violenta el normal funcionamiento del servicio público de comunicaciones brindado por el Diario Tiempo Argentino, provocando graves daños en diversas instalaciones y en los sistemas informáticos emplazados a ese fin en el inmueble sito en Amenábar 23 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, destruyendo entre otros elementos imprescindibles para la salida del Diario- cables de red, el servidor interno del diario, el servidor de Internet, las redes de telefonía, y sustrayendo el disco rígido del servidor central, dejando a su vez a los trabajadores en situación de precariedad laboral y despojándolos violentamente de su fuente de trabajo».
Aquella madrugada, según define el juez (ratificando todo lo denunciado por Tiempo desde el primer momento), en el edificio «estaban el sereno Nahuel De Lima, el sereno Gabriel Matías Agüero y la madre de este último y empleada de maestranza y limpieza del diario, Norma Elizabeth Fernández. Los imputados ingresaron al edificio y expulsaron a sus ocupantes, mediante empujones y frases como ‘bájese que se va’ dirigida a Norma Fernández. De igual modo se dirigieron a Matías Agüero, a quien le decían ‘tómatelas, tómatelas por las buenas o si no te vas a tener que ir por las malas’; frases que para los nombrados resultaron intimidantes, motivos por los que a la fuerza abandonaron el lugar».
El juez también subrayó la situación que padeció Nahuel De Lima, «quien posee discapacidad motriz, y el día del hecho estaba recostado entredormido en la sala de reuniones. Se despertó bajo una lluvia de patadas en el tórax y abdomen. Cuando abrió los ojos había varios individuos pateándolo, especialmente en las costillas, que le gritaban ‘andate a la mierda’. Dado que no se podía incorporar ni caminar ya que no tenía sus muletas, se enfurecieron y le volvieron a pegar. Luego lo levantaron entre tres sujetos y lo arrastraron hasta la planta baja, donde sólo tras mucho ruego logró que accedieran a darle sus muletas, antes de que lo echaran fuera del edificio». «