Se había generado ese clima de expectativa que precede a los hechos políticos que trascienden la voluntad de sus organizadores. Lo que circulaba por Caballito era la sensación de algo que, dicho de modo simple, “se va de las manos”. El Primer Foro Mundial del Pensamiento Crítico organizado por CLACSO se había convertido en varias cosas al mismo tiempo. Y la senadora Cristina Fernández estaba informada de todo eso. De la cola de gente que serpenteaba por larguísimas cuadras y que daba vueltas por las calles Avellaneda, García Lorca, Martín De Gainza y hasta las vías del tren Sarmiento. De la expectativa con que se seguía, a la distancia, la transmisión en vivo por streaming. De la presencia en el club Ferro Carril Oeste de medios nacionales y extranjeros.
Con ese marco, CFK eligió hacer un discurso que puso el acento en las condiciones de apertura, diversidad y heterogeneidad que debe reunir la coalición opositora si quiere ganar el año próximo. “Un frente social, cívico y patriótico”, fueron las categorías que -no casualmente- utilizó la ex mandataria. Su discurso incluyó definiciones incómodas para buena parte del auditorio pero esa incomodidad (“ustedes saben que yo digo lo que pienso, no sé mentir”) explica que todo estuvo pensado para subordinarse a un objetivo mayor: la construcción de mayorías electorales.
La presentación de CFK estaba programada como la cuarta ponencia del foro. Los nervios, los movimientos en las primeras filas -dirigentes que llegaban a último momento pero con asientos reservados- y el in crescendo de cantitos que se hacían sentir desde el fondo, reflejaban la centralidad de lo que venía. Así llegó el momento de la presentación, que estuvo a cargo del saliente director ejecutivo de CLACSO, Pablo Gentili. “Nuestra presidenta”, la definió Gentili, argentino residente en Brasil, especialista en educación.
Cuando la expresidenta apareció sobre el escenario, desde la primera fila la observaban políticos argentinos, entre ellos Verónica Magario, Fernando Espinoza, Jorge Taiana y Leopoldo Moreau. Los locales se codeaban con invitados extranjeros que harán sus propias disertaciones a lo largo de estas jornadas de CLACSO: eran el español Juan Carlos Monedero, uno de los fundadores de Podemos; el vicealcalde de Barcelona Gerardo Pisarello, nacido en Tucumán pero establecido desde hace años en Cataluña; o el colombiano Ernesto Samper, ex titular de UNASUR.
Cristina arrancó su discurso con una corrección preventiva. Exhortó a los participantes a no definir al Foro del Pensamiento Crítico con el latiguillo de “la contracumbre del G-20”. “Esto no es ninguna contracumbre. Nosotros, como espacio progresista, debemos acostumbrarnos a no presentarnos como ‘la contra’, sino como el espacio político de ideas que excede las categorías de izquierdas y de derechas para ingresar en una nueva categoría de pensamiento, que es la de pueblo”, subrayó CFK.
Esa frase apuntaba a la necesidad de basar la estrategia política en una frente policlasista que represente a todos los sectores agredidos por el neoliberalismo: la construcción ‘populista’ que vincula demandas insatisfechas, una articulación política que desde la teoría fue desarrollada por el fallecido Ernesto Laclau y su esposa, la intelectual belga Chantal Mouffe, otra de las expositoras anunciadas en el foro.
“Las consecuencias del neoliberalismo nos obligan a repensarnos como espacio político de propuestas. Por eso creo que tenemos que incluir nuevas categorías de pensamiento”, remarcó CFK. Sin embargo, a pesar del enunciado, Cristina no profundizó sobre su visión particular de la categoría ‘pueblo’. En todo caso la dejó implícita. Justo en ese momento se produjo un ida y vuelta con el público: una voz masculina gritó “¡pueblo peronista!” y Cristina, que escuchó perfectamente, acotó: “no sólo”. “La categoría de derechas e izquierdas está absolutamente perimida. Sirve para dividir. Debemos acuñar una nueva categoría de frente social, cívico y patriótico, en el cual se agrupen todos los sectores que son agredidos por las políticas del neoliberalismo. Que no es de derecha ni de izquierda”, insistió luego.
Pañuelos verdes, pañuelos celestes
La alusión a que la identidad del espacio progresista no se reduce a la dicotomía izquierdas-derechas no fue la única frase que resonó fuerte en los oídos del auditorio. Un público en el que -dato no menor- abundaban los símbolos y las referencias visuales de la izquierda latinoamericana. En otro tramo picante del discurso, Cristina dijo que en la diversidad que exige la coyuntura -necesaria para vencer al neoliberalismo- hay espacio “para los pañuelos verdes pero también para los pañuelos celestes”. “En nuestro espacio hay de los dos pañuelos”, deslizó. La mención de Cristina al símbolo por el aborto legal, seguro y gratuito y, en contraste, también a la campaña “salvemos las dos vidas”, fue una de las sorpresas de la tarde.
En el pabellón principal de Ferro, una estructura cubierta de 73 metros x 33 metros, se veían muchos pañuelos verdes anudados en las muñecas o atados en las mochilas. La periodista Telma Luzzani, una de las moderadoras del evento, incluso había regalado su propio pañuelo verde a la expositora que habló antes de Cristina: Nilma Lino Gomes, ex ministra de las Mujeres, Igualdad Racial y Derechos Humanos del gobierno de Dilma Rousseff. Con una maestría en Educación, Nilma es una mujer negra que conmovió a la multitud al exponer sobre el racismo en Brasil y en América Latina con anécdotas de su propia vida.
Cristina dedicó la mayor parte de su exposición a contrastar los tres gobiernos kirchneristas con lo que ya transcurrió del mandato macrista. Pidió juzgar ambos modelos a partir de “los resultados”. Entonces comparó el desendeudamiento del kirchnerismo con el reendeudamiento a todo vapor de Cambiemos. También el crecimiento económico (medido por el GCBA) del año 2015, que terminó en 2,6%, frente a la contracción de la economía prevista para este año, que se estima en -3,5%. “La inflación de 2015 fue de 19,8% y la de este año se estima que arrojará 38,2%. A pesar de que desde este gobierno habían dicho que era lo más fácil de hacer”, recordó. Luego se remontó a la posguerra para hacer un recorrido histórico tanto por el surgimiento del Estado de Bienestar como su crisis, que coincidió -según su planteo- con el avance del neoliberalismo.
“¿Qué es la igualdad? Es una construcción política. Pero no es algo que esté necesariamente implícito en la condición humana. La condición humana es la diferenciación”, señaló luego CFK tras reflexionar sobre las categorías de Estado de Bienestar y Estado neoliberal. En ese punto, la ex mandataria coló una broma que disparó carcajadas incluso entre participantes de otros países, como Monedero y Samper. “Todos los perros son perros. Todos los gatos son gatos. Y las yeguas son todas yeguas”, ironizó al destacar las diferencias de las personas con los animales. Era una referencia, por supuesto, a Mauricio Macri. Cristina afirmó que el neoliberalismo se encarga de “pivotear” sobre esa tendencia constitutiva a la “diferenciación”.
“El neoliberalismo operó sobre la sociedad para romper los vínculos de solidaridad. Y la igualdad devino en la individualidad: la meritocracia. Entonces, si tenés trabajo es porque te lo ganaste vos, y si no tenés trabajo es porque no tenés capacidades para tenerlo. La desocupación pasa entonces a no ser un problema del Estado sino un problema tuyo. Todo esto ha servido para que la gente no pueda identificar cuáles son las políticas públicas que le convienen”, planteó.
A la hora de analizar el triunfo de Jair Bolsonaro, CFK diferenció la actualidad brasileña de la coyuntura argentina. “En Brasil se explicitó y se firmó un contrato social, en el marco de este neofascismo. En la Argentina no fue así. De hecho, en 2015 te decían que iban a mantener lo bueno y cambiar lo malo. Tenemos que entender que no todo es igual, cada proceso histórico tiene las características de cada país. Aquí, por ejemplo, cuando la Corte Suprema con los nuevos integrantes votó el 2×1, la sociedad se volcó masivamente a la calle para repudiar eso”, puntualizó.
Nuevo ordenamiento institucional
Quizá el tercer rasgo más comentado del discurso, junto a la frase sobre los pañuelos verdes y celestes y la centralidad que le otorgó a la categoría ‘pueblo’, haya sido la mención a “una nueva arquitectura institucional”. En ese tramo de la intervención, CFK se refirió a las dificultades con las que se enfrentan regularmente los dos poderes del sistema republicano que se eligen en las urnas: el Ejecutivo y el Legislativo. En contraste, Cristina cuestionó el carácter “vitalicio” del Poder Judicial, al que definió como “una rémora monárquica”. Luego dijo que ejercer el gobierno no significa tener el poder, o tener todo el poder.
“El Ejecutivo y el Legislativo apenas representan el 20% o 30%. Cuando uno llega al gobierno apenas cuenta con eso. El 70% o el 80% del poder está afuera y no se elige en elecciones. Me refiero al Judicial, las grandes empresas, los medios de comunicación. Esta situación exige repensar nuevas arquitecturas institucionales, porque hay nuevos actores que antes no existían”, remarcó. Para graficar esa necesidad, la de un nuevo ordenamiento institucional, Cristina utilizó una metáfora. “¿Ustedes se sacarían una muela como se lo hacía en 1789?”, interrogó. No lo dijo de modo explícito, pero hubo quienes interpretaron que se refería a la necesidad de una reforma constitucional.
Antes de despedirse, Cristina contó que vestía una camisa de color pastel que le habían regalado cuatro vendedoras de un local de ropa de la marca Chocolate de la ciudad de El Calafate, en Santa Cruz. La cadena Chocolate anunció su cierre por la caída en el consumo y la crisis de la industria textil. “El regalo me lo hicieron cuatro pibas: Johanna y otras tres. Acababan de perder sus empleos y en sus últimos días de trabajo se juntaron para regalarme esto que llevo puesto. Me dijeron que habían sido muy felices conmigo y que habían tenido trabajo. ¿Cómo no creer en la solidaridad y en el amor?”, se preguntó con una sonrisa y mientras levantaba las palmas de ambas manos.