Esquivando charcos. Así llegan los militantes de Barrios de Pie, La Cámpora, el Movimiento Evita y la UTEP al predio del club Los Chaperos, en la barriada de La Florida, en San Francisco Solano. No los detiene el frío ominoso de la primera mañana. Mucho menos el Covid.
“Sabemos que con la pandemia al acecho tenemos que dar una mano en el territorio. Hoy nos toca ayudar en el operativo Detectar: acompañar en las recorridas, estar junto a los vecinos. Para nosotros, la Patria es el Otro”, sostiene Ezequiel Silva, referente peronista de Solano. Lleva sus principios justicialistas impresos en el tapabocas: una imagen de Perón y Evita abrazados lo protege de la peste. “Estos barrios quilmeños estuvieron siempre olvidados –agrega Silva durante la recorrida por la ribera del arroyo Las Piedritas–, y los vecinos agradecen que se les golpee la puerta para llevarles información, para ayudarlos a prevenir los contagios”.
En el predio del modesto club está el camión donde se hacen los testeos. También las postas sanitarias que reciben a los vecinos con síntomas. “Abrimos Los Chaperos para ayudar en el operativo. La gente estaba preocupada, hubo casos cerca del barrio”, asegura César Aquino, el joven presidente de la institución, y describe la malaria económica que generó la pandemia: “Teníamos merendero para los pibes y las pibas de fútbol, pero ahora damos el almuerzo para las familias. Hacemos una olla para 200. No alcanza”. Aquino mira con nostalgia la canchita desolada. “Se extrañan los partidos del domingo –cierra–. Ya van a volver los goles”.
Natalia Nápoli coordina las cuadrillas. Es directora de Atención Primaria de la Salud de la Municipalidad de Quilmes. Resalta el rol activo del Detectar para prevenir los contagios y brotes: “Ya se hisoparon 9000 personas, visitamos 200 mil casas. No es sólo testear, también es llevar información y apoyo a los vecinos”. Cuenta que de la unión entre Nación, Provincia, municipios y organizaciones sociales nace la fuerza para darle batalla al virus: “Articular es la clave. Es la comunidad cuidando a los vecinos. El personal de salud de la Muni tiene un límite humano, y hay que apoyarnos en las organizaciones del territorio. En Villa Azul y en Itatí se pudo contener el brote con este trabajo común, recorriendo casa por casa”.
Timbre, aplausos o un chiflido. Todo sirve para contactar a los vecinos en sus domicilios. Natalia es promotora de salud egresada de la UBA. Recorre las calles barrosas de La Florida ataviada con su mameluco de bioseguridad, barbijo y casco protector: “Me cuido mucho, tengo dos hijos y un nietito. Pero este es mi trabajo, para esto estudié”. Dice que nota, pese al esfuerzo que implica, que los vecinos mayoritariamente respetan el aislamiento preventivo: “Muchas veces hacemos de psicólogos, porque la gente quiere hablar, cuentan que andan mal de plata. Las necesidades son muchas, pero en general respetan la cuarentena. Eso sí, hay que machacar con que usen el tapabocas”.
José Ortiz, pensionado de 69 años, está sentado en la puerta de su casa. Por suerte, dice, no tiene síntomas. El barbijo se lo pone si su esposa Nieves le tira la bronca. Fumando espera a que se acabe la cuarentena. Su vecino Osvaldo Godoy, 30 años en el barrio, dice que no escuchó de un solo caso en la cuadra. Se acomoda el tapabocas y enfila para el almacén. La patrona le pidió pan para acompañar el guiso carrero.
Don Héctor llega asustado al club. Acompaña a su señora y a su hija. Tienen fiebre y malestar: “Para mí es gripe, pero mi hijo está aislado y por precaución queremos hacer el test”. Es cartonero y dice que está durísima la calle: “Para comer llegamos más o menos, me ayuda el comedor”. A la señora Ramona la acompaña su nieto Diego. Vinieron a testearse: “Positivos mi hija y mi yerno –dice Ramona–. Me vine por precaución, aunque no salgo ni a la vereda. Encima están todas inundadas. Además del virus, tenemos que andar preocupados por si nos tapa el agua del arroyo”.
“El Estado tiene que estar presente, así le vamos a ganar al virus, no queda otra”, sostiene Gabriel Ibarra, de la UTEP, al frente de una posta sanitaria. Como laburante social, siente la obligación de poner el cuerpo y el alma en estos tiempos oscuros: “Ya se lo deben haber dicho muchos compañeros. La mano la damos por convicción. Para eso militamos”. «