“La pandemia se politizó tanto que duele, porque en el medio hay gente”, señala Carla Vizzotti, secretaria de Acceso a la Salud de la Nación. Y ese dolor se le siente en la voz a la persona a cargo de la comunicación de la estrategia sanitaria para poner freno a la pandemia del coronavirus desde sus informes diarios en el Ministerio.

“Nuestra responsabilidad es salvar la mayor cantidad posible de vidas. Para eso tomamos decisiones con la empatía y la honestidad intelectual de analizar toda la situación. No solo el número de casos, sino lo que significa. No se trata de que si aumentan los contagios volvemos a Fase 1. Quien simplifica así se equivoca. Porque sabemos que la gente transita situaciones de cansancio, miedo, enojo y negación. Por eso desde hace tiempo trabajamos con grupos interdisciplinarios, sumados al comité de expertos y la mirada de las distintas jurisdicciones. Por eso también el presidente y el ministro se manejan en dos ejes: el de comunicar con las dificultades de la situación y la politización que ocurre, lo que genera un riesgo adicional a la pandemia; y también cuidar la salud pública en un país federal, donde la implementación de las políticas públicas es responsabilidad de las provincias y en articulación con municipios”.

–¿Y cómo funciona esa articulación con jurisdicciones gobernadas por personas con otro signo político en tiempos de polarización?

–Con todos los funcionarios que tienen un rol en la gestión, independientemente del color político, hay una vía de diálogo. También hay matices en relación a las recomendaciones. Pero hay un grupo de personas sin responsabilidad de gestión que en este momento (a diferencia del principio que fue todo más homogéneo) sí evidencian diferencias que a mi entender no se acompañan de una propuesta superadora, ni de una fundamentación o de un análisis muy profundo. Y en ese punto, nuestra preocupación es que en el medio hay gente que puede tomar una decisión y ponerse en riesgo por ese enojo, negación o miedo.

–¿Cómo llevás el rol de comunicar diariamente en este contexto?

–Lo que tratamos de hacer es informar toda la evidencia científica de la que se va disponiendo en tiempo real y analizando los datos en conjunto con los expertos para dar recomendaciones a la población. Realmente creemos que el mayor porcentaje de la población está preocupado, y espera que el Estado le pueda dar recomendaciones para minimizar el riesgo. De hecho, si la mayoría no cumpliera, estaríamos en una situación diferente. Lo que nos parece un desafío enorme hoy es llegar a todos, y por eso estamos trabajando con sociólogos, antropólogos y especialistas en salud mental en relación a lo que significa una sociedad que atraviesa un trauma como una pandemia durante tanto tiempo.

–Algunos plantean que hay que asustar y otros transmitir responsabilidad. ¿Cómo lo ven ustedes?

–Hay diferentes receptores y hay que pensar en todos. En marzo influyó lo que pasaba en Europa para que adhirieran a los cuidados solicitados. Por eso lo que queremos transmitir hoy es que no tenemos que esperar que nos pase a nosotros para darnos cuenta. Ya lo vimos en otros lugares y lo venimos diciendo desde el primer día: al aumentar la movilidad de personas aumenta la circulación del virus. Por eso tenemos que lograr que cada persona con síntomas, por más leve que sean, se quede en la casa; que cada contacto estrecho haga 14 días de aislamiento y que cada persona que tenga que salir tome las medidas que son teóricamente muy simples, pero en la práctica muy complejas de llevar a cabo porque van en contra de nuestros instintos. Aunque sea difícil y nos cueste o nos haga enojar con quien nos lo dice.

–Alberto Fernández dice que su objetivo es que nadie se quede sin atención médica. Pero si los casos avanzan, eso parece inevitable.

–Lo que vimos en varios países de Europa cuando empezó la pandemia es que al desbordar el sistema de salud la mortalidad se triplica. No solo fallecen las personas que tienen coronavirus y no pueden ser atendidas, sino que tampoco se puede atender a las víctimas de accidentes de tránsito o hasta una apendicitis. Por eso el principal objetivo es evitar el colapso del sistema de salud. Ahora, el gobierno se plantea que se infecte la menor cantidad de gente posible. Si tenemos mil camas no queremos tener ocupadas 999, sino el menor número posible. Entonces una cosa es lo que no puede sucedernos y otra cosa es la estrategia de salvar la mayor cantidad de vidas posibles. Entender que con ciertos cuidados y recomendaciones podemos minimizar la transmisión del virus.

–¿Cuál es el indicador clave en este momento?

–La ocupación de camas de terapia intensiva. Y no hablamos del número global, sino de lo que pasa en cada jurisdicción. No es que todo el sistema de terapia intensiva del país está en tensión. Sino que hay lugares como General Roca (Río Negro), el Gran Mendoza o Jujuy, donde hay más tensión. Ahí se activa una estrategia, que sucede todos los inviernos en la Argentina, que es la derivación de pacientes a diferentes lugares. Pero la preocupación es que ese sistema de derivación tampoco dé abasto. Entonces lo que hay que hacer es disminuir el número de casos y que eso se vea en las terapias.

–Pero eso tarda en verse.

–Lo que hagamos ahora se verá en dos o tres semanas. Y en este contexto de un número tan importante de casos diarios, el efecto es disminuir la aceleración de los contagios y la tensión sobre el sistema de salud. Pero es importante transmitir eso, porque sino la gente puede pensar que no tiene sentido el esfuerzo o no vale la pena.

–¿Cómo ves la situación en el Área Metropolitana de Buenos Aires?

–Es uno de los cinco aglomerados más importantes de América Latina en densidad poblacional. Y en esas jurisdicciones es donde se dieron los epicentros de la pandemia en todos los países. Además, el AMBA es el único aglomerado urbano en aislamiento social desde el 20 de marzo. Todas las demás áreas del país pasaron a distanciamiento en algún momento. En ese marco, la Ciudad es la que tiene más incidencia de casos y mortalidad. Y lo que se ve es que la región metropolitana está aumentando excéntricamente. Estamos generando acciones de apertura con protocolo en un momento de circulación y monitoreando si se puede seguir o esperar. Ahí están los matices en un contexto de cansancio y de agotamiento.

–¿Y qué impresión te causan las imágenes de bares colmados de gente sin barbijo?

–Creo que ahí está el impacto de la carta de los trabajadores y trabajadoras de la salud. Allí describían cómo estaban y decían “necesitamos de ustedes”. Necesitamos que la población entienda que debe estar en su casa el mayor tiempo posible y que, si sale, lo haga con cuidado. En ese contexto hay una preocupación epidemiológica, porque aunque sea en un lugar abierto la cantidad de gente que se junta es importante, la distancia física no es de dos metros y el tiempo tampoco es tan corto. Y para un trabajador de la salud que está en la situación que describieron y que ve una parte de la sociedad con esa conducta, la verdad que eso desanima. Y también tenemos que pensar que lo que se haga en el AMBA impacta en la adhesión a las medidas del resto del país. Dicho esto, no es lo mismo una persona que sale a trabajar o a comprar algo que una actividad recreativa y social que puede organizarse con menor riesgo. Las jurisdicciones que habilitaron esas actividades deberán hacer que se cumplan las recomendaciones o decidir qué conducta tomar.

–¿Creés que puede evitarse una marcha atrás con mayores restricciones?

–Hay personas que piensan que no hay riesgo de falta de respuesta del sistema de salud. Pero eso es falso. No tenemos un número suficiente de personas inmunes ni sabemos cuánto dura la inmunidad. Sin vacuna no hay posibilidad de generar ese efecto rebaño que disminuya la circulación. Hay que seguir generando las medidas de cuidado. Por otro lado, hay personas que pueden pensar que ya no hay esperanza de que esto se controle y dejan de cuidarse. No es así tampoco. Las acciones pueden impactar muy positivamente en esa curva. Pero no solo las acciones individuales, también la difusión de información: que no nos dé vergüenza decir “ponete el tapabocas” o “yo prefiero no ir”. Eso también concientiza.

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–Hablamos de la presión sobre los trabajadores de salud, pero también la hay sobre quienes toman decisiones. ¿Cómo pesa la responsabilidad de esta pandemia en la vida de ustedes?

–Todos los que estamos ocupando espacios de decisión también vivimos la pandemia y tenemos familiares con factores de riesgo. El miedo de transmitir el virus también existe. Y por supuesto que la responsabilidad de participar en la toma de decisiones es seguramente la más grande de nuestras vidas. Lo que a mí me pasa, y hablo en términos personales, es que a pesar de tener algún momento de desánimo, de estar cansada y de ver que a pesar del esfuerzo de mucha gente el número no acompaña; veo el esfuerzo que hacen en las provincias o me acerco a un barrio popular con las organizaciones sociales, veo a los curas villeros, a los vecinos, y es imposible no seguir. Es tal el desafío y es tan importante que nos vaya bien, que si ellos están, cómo no vas a seguir renovando energías. «

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La angustia y el compromiso de los trabajadores

Esta semana los trabajadores de Salud de las distintas áreas afectadas al tratamiento de la pandemia publicaron comunicados contando las condiciones en que trabajan y pidiendo a la sociedad que “no los dejen solos” y cumplan las medidas de prevención para poner un freno a la circulación del coronavirus y evitar la fuerte presión ejercida sobre el sistema de salud. En respuesta a ese reclamo, el presidente Alberto Fernández los recibió en la Casa Rosada junto a su ministro de Salud, Ginés González García.

“Los trabajadores les transmitieron su agotamiento, la tensión y su angustia. Les contaron su cotidianeidad, lo que significa ponerse el equipo de protección, no ver a la familia, estar preocupados por ellos, esperar cuatro horas para una derivación, contener a la gente angustiada. Pero después de eso, todos les transmitieron su compromiso indeclinable de seguir. Y también, por supuesto, les plantearon la situación del sistema de salud de la Argentina, que es fragmentado (público, privado y seguridad social), federal (totalmente descentralizado en provincias y municipios), y que tiene un grado de robustez bajo desde hace tiempo, con trabajadores con pluriempleo y condiciones laborales malas”, cuenta Carla Vizzotti, quien también participó de ese encuentro. “El presidente y el ministro tomaron sus planteos y el compromiso de seguir trabajando para que la salud sea una prioridad y poder reformular estas cosas”.

Consultada por Tiempo sobre la posibilidad de implementar un nuevo bono de emergencia, como se dispuso al inicio de la pandemia, o de gestionar un aumento en los sueldos, Vizzotti agrega: “Como trabajadora, sé que el bono es algo transitorio, y poner a la salud en agenda tras la pandemia es un desafío que tenemos que sostener claramente. Aún no tengo la respuesta de cómo, pero ya se está trabajando en eso”.