La semana pasada, Luis Caputo era el centro de todas las miradas. Su táctica para desarmar una parte de la bola de nieve de las Lebac había funcionado. La gran mayoría de los inversores que no renovaron esos papeles emitidos por el Banco Central adquirió la Lecap, emitida por el Tesoro. El jueves 20 y el viernes 21 el dólar bajó por el ingreso de divisas desde el exterior, algo que no sucedía desde mayo pasado. Y, como frutilla del postre, se decía que todo ello se hacía con la venia del Fondo Monetario, que también había acordado con Caputo el futuro del dólar.
Economistas y analistas aseguraban que el “éxito” de Caputo abría una nueva etapa de estabilidad cambiaria.
Una semana después, Caputo renunciaba a la conducción del BCRA por sus diferencias con el FMI, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y el propio presidente Mauricio Macri.
¿Qué pasó?
La magia de Caputo era sencilla y fácil de comprender: junto con el Ministerio de Hacienda ofreció a los inversores que no renovaban Lebac una deuda en pesos de muy corto plazo cuyos intereses se pueden capitalizar y a tasas más altas que las de las Lebac, en torno del 60% anual, llamada Lecap. El objetivo fue evitar que esos inversores se fueran al dólar.
La consecuencia final fue que mientras el precio del dólar bajaba, el especulador que invertía sus pesos en esta Lecap ganaba. Era el regreso del carry-trade, es decir, el ingreso de divisas desde el exterior para –convertidas en pesos- ganar mucho con la tasa local.
Es el mismo esquema que funcionó entre 2016 y diciembre de 2017. Ingresaron dólares especulativos que hicieron fortunas con las tasas altas en pesos garantizadas por el propio Banco Central con la Lebac.
Caputo consideraba que de esta manera se lograría un nuevo ingreso de capitales del exterior que permitiría incrementar las reservas del país (en manos del Tesoro o en el BCRA) necesarias para asegurar el pago de la deuda externa.
Además, se preservaba el precio en dólares de los activos argentinos: las empresas, las propiedades, las acciones. Y también, las deudas en pesos en manos de los bancos acreedores, tanto de pasivos públicos como privados.
Este esquema, que hace que el dólar se vuelva barato comparado con el peso, con la inflación y la tasa de interés local, y al mismo tiempo baja la presión que la devaluación provoca sobre la inflación, cuenta con una amplia adhesión entre los analistas del establishment local.
Pero para el FMI la salida es otra: su respaldo sólo sucederá si el precio del dólar sube más ahora, antes de pasar a la etapa de la estabilización. Es decir, estimular el ingreso de capitales extranjeros con el anzuelo de una economía cuyos activos estarán a precio de remate. La ida de Caputo es vista como el triunfo de esta posición. De allí que se espera una mayor injerencia del FMI en la política monetaria y cambiaria argentina, es decir, en la economía y la política nacional.