La política colonial de Inglaterra sobre las Islas Malvinas es un espejo incómodo para el alineamiento europeo contra Rusia por la guerra en Ucrania. Los 40 años del conflicto por las islas del Atlántico Sur pasaron a un segundo plano por la tragedia bélica que azota al viejo continente, pero el canciller Santiago Cafiero y el secretario de Malvinas, Antártida e Islas del Atlántico Sur, Guillermo Carmona, se metieron en la coyuntura británica. Inocularon el tema en la agenda: cosecharon el rechazo del Foreign Office y un sutil respaldo en la opinión pública inglesa que reanimó las tratativas previas a la guerra.

“El gobierno inglés ha sido quizás uno de los gobiernos que con mayor vehemencia ha condenado la violación de la integridad territorial de Ucrania por parte de Rusia. Y es muy bueno que lo haga”, le dijo Carmona a The Telegraph. “Argentina también ha condenado la situación (en Ucrania). Pero lo que está ocurriendo es que, el gobierno británico, al mismo tiempo que condena la violación de la integridad territorial ucraniana, ha mantenido persistentemente, por 189 años, una violación de la integridad territorial de Argentina”, remarcó el funcionario. Carmona asegura que «la hipocresía de Londres» tiene costos para su reputación internacional.

Las palabras del funcionario argentino tuvieron que llegar a la prensa inglesa para que la administración de Boris Johnson se viera obligada a contesar. Basados en fuentes cercanas a la titular del Foreign Office, Liz Truss, consideraron la comparación como “completamente espuria” y agregaron que «apoya el derecho de los países a la autodeterminación, que es exactamente aquello por lo que pelean los ucranianos, y exactamente lo que hicieron los isleños cuando votaron contundentemente por seguir siendo un territorio británico de ultramar”, sustuvieron las fuentes diplomáticas para reivindicar la votación organizada por Londres el 13 de marzo de 2013, que concluyó con el 98,8% a favor de mantenerse como colonia británica.

Según indicaron en la cancillería inglesa, el gobierno “no tiene dudas acerca de su soberanía sobre las Islas Malvinas”. El 5 de abril, en los mismos días de los cruces por Malvinas, la canciller Truss anunció el bloqueó de unos 350.000 millones de dólares de activos rusos como parte del endurecimiento de las sanciones contra el gobierno ruso como represalias por la invasión de Ucrania.

Así como Carmona habló con The Telegraph, el canciller Santiago Cafiero le concedió una entrevista a The Guardian, publicada el mismo día del 40° aniversario. “Tenemos un mandato claro a nivel constitucional. La Constitución argentina subraya dos aspectos importantes de ese mandato: afirma que la recuperación de la soberanía es un objetivo inalienable del pueblo argentino, y también afirma que debemos buscarla únicamente por medios pacíficos, de conformidad con el derecho internacional y respetando la forma de vida de los habitantes de las islas”, detalló el funcionario.

En esta línea, el canciller Santiago Cafiero señaló en un artículo publicado el 2 de abril en The Guardian: “Argentina y el Reino Unido no han podido retomar un diálogo sustantivo para resolver la disputa de soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, y áreas marítimas circundantes, a pesar del llamado hecho por la comunidad internacional a través de resoluciones de la ONU”.

El jefe del Palacio San Martín dejó planteados dos temas que siguen en plena vigencia: denunció la realización sistemática de ejercicios militares en la zona de disputa y repudió las restricciones inglesas a la venta de artículos bélicos a la Argentina.

Los guantes que Cafiero y Carmona dejaron en los medios ingleses fueron tomados por Simon Jenkins, editorialista de The Guardian. En su nota, el periodista recordó las negociaciones que existieron entre Buenos Aires y Londres en 1971 para analizar un eventual arrendamiento por 99 años que finalmente se diluyó entre el lobby isleño y la presión de los bancos ingleses. Algunos historiadores consideran que ese plan se derrumbó con la muerte de Juan Domingo Perón, pero el editorialista sostiene que se extendió hasta antes de la guerra. Jenkins aportó un dato poco conocido: que «la defensa de las islas cuesta más de 60 millones de libras esterlinas al año». Agregó que la guerra le costó a Gran Bretaña «alrededor de 2800 millones de libras esterlinas (9500 millones de libras esterlinas en valor actual)». Y también recordó que «en 2012 se estimó que los contribuyentes británicos pagaron más de 20.000 libras esterlinas por isleño solo para la defensa y aproximadamente un tercio de la población trabajaba para el gobierno».

En su editorial, titulada «La soberanía británica sobre las Malvinas es una absurda resaca imperial que debe terminar», Jenkins se pregunta: «¿No podría Gran Bretaña superar la hostilidad? ¿No podrían los dos países, ambos ahora democracias, volver al menos a los acuerdos de comunicación de las Malvinas de la década de 1970?». Luego lanza un conexto histórico sobre los cambios en la expansión imperial británica que se enfrentan al espejo de Malvinas. «La forma en que Londres plantea el tema de la autodeterminación es una especie de pista falsa. Los isleños no son autónomos, ya que dependen de la buena voluntad de Gran Bretaña para su seguridad. Gran Bretaña se deshizo efectivamente de Adén, Diego García y Hong Kong cuando convenía al interés nacional», advierte Jenkins y reivindica el rol de los subsecretarios David Scott y Ted Rowlands, los dos funcionarios que estuvieron al frente de Malvinas durante el gobierno del laborista James Callaghan. Scott llegó a un nivel de acercamientos que implicó viajes turísticos argentinos las islas, vuelos de hidroaviones, becas de estudios en el continente para los isleños y una plataforma de descongelamiento del vínculo esperanzador.

Ellos, dice Jenkins, «persuadieron a los isleños de la necesidad de un compromiso. Esto casi se logró. Gran Bretaña ganó la guerra, pero ahora se ve obligada a mantener una base militar en el Atlántico Sur (..) La solución de arrendamiento buscada por Rowlands, Ridley y otros, honra la geografía, la historia, la diplomacia y la economía. Es sentido común. Más de 60 millones de libras esterlinas al año en defensa militar para las islas no lo es. Si los políticos de Londres no tienen las agallas para buscar un trato con Buenos Aires, quizás los isleños deberían enfrentar el futuro y buscar uno para ellos», sentenció el editorialista de The Guardian.