La crónica cruda y dura de los acontecimientos narró que el cinturón hortícola de La Plata resultó «afectado» por el temporal con severos daños. Que el temporal fue de viento, de lluvia y de granizo. Pero no advirtió que el principal azote fue el de la desidia política y la ausencia del Estado. Es cierto que hubo precipitaciones, que fueron de más de 130 milímetros, que provocó inundaciones en los campos y quintas de la zona, y que se trata del territorio periurbano más grande del país, donde se producen más de 72 tipos de hortalizas que alimentan a más de 14 millones de personas del conurbano bonaerense y otras regiones.
Señalaron además que las zonas más afectadas fueron Los Hornos, Ángel Etcheverry, Lisandro Olmos, El Peligro y El Pato, aunque también impactó en otras zonas cercanas y lejanas como Florencia Varela, Berazategui, General Rodríguez o San Vicente. Que los quinteros se tuvieron que autoevacuar, que perdieron la producción de todo lo que tenían plantado. Y que, encima, cinco días después volvió el agua en forma de granizo y tormenta.
En medio de este caos -que no es inédito ni inesperado- se necesita del Estado presente. Pero lejos de eso, un Estado culpa al otro, algo que es típico de la dirigencia político partidaria en Argentina. Nadie soluciona nada. Ni siquiera para sacar provechos electorales. Las inundaciones muestran que se necesita de más Estado y no menos (como esgrimen a gritos ciertos políticos de la casta mesiánica liberal). Se necesita más -pero mejor- Estado. Un Estado lógico y básico, ese que le devuelve al pueblo aquello que el pueblo propiamente entrega.
Pero el Estado está ausente. Las inundaciones lo prueban. Los trabajadores y trabajadoras del cordón hortícola de La Plata lo venían advirtiendo. La gestión del intendente Julio Garro nunca los recibió. Nunca le importó.
Y los compañeros y compañeras, trabajadores y trabajadoras de la tierra, que se endeudan para pagar las cosechas, ahora tienen una deuda que no van a tener con qué pagar. Además de la inflación, además del alquiler, además de la especulación en los insumos dolarizados. Además de todo, ahora tienen esa deuda que no van a tener con qué cosecha pagarla. Y van a faltar verduras. Y la poca que haya tendrá un precio elevadísimo. Ley de oferta y demanda. Economía de primer curso.
Nahuel Levaggi, referente de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) contó que «además del agua se debe destacar el estado de dejadez por parte del municipio de La Plata con respecto al mantenimiento de las zanjas y los desagües». «Nosotros veníamos peleando -justamente- por esos temas. En estos últimos meses», denunció.
«Sabíamos que iba a venir mucha agua tras la sequía. Ahora tenemos mucha producción perdida. Eso va a afectar en el abastecimiento. Mucha producción de hoja -que estaba para cosechar o que se iba a cosechar- se perdió, lo cual va a hacer que haya menos abastecimiento». Los plantines de morrón y tomate, por ejemplo, que eran la base para la campaña de octubre y noviembre, quedaron ahogados. Se perdieron.
Zulma Molloja, delegada de la UTT en La Plata, realizó una radiografía descriptiva de la tragedia alimentaria que vive la zona y que repercutirá a corto y mediano plazo en los precios y abastecimiento del AMBA: «Soy pequeña productora y resulta imprescindible contar la realidad del campo que venimos viviendo. Es lamentable todo lo que venimos padeciendo estos días. Se vino una tormenta fuerte, cayó granizo, una gran pérdida de toda la producción, tanto como vivienda también».
«Nosotros, como pequeños productores, no somos dueños de la tierra. Somos arrendatarios. Debemos pagar el alquiler del 1 al 10. Y se perdió toda la producción. Teníamos plantados tomates, berenjenas, acelgas, lechugas, rúculas, espinacas, de todo. Toda verdura de hoja. Y es triste. Una pérdida tremenda», relató.
«Estuvimos asistiendo a compañeros, llevándolos a diferentes albergues porque el agua les llegaba a la cintura. Sacamos a los pibes, niñas también, a diferentes abuelos, ayudando, llevándole mercadería, algún colchón. La verdad es que nos sentimos abandonados. El municipio de La Plata nunca nos dio una respuesta. ¡Cuántas veces fuimos a movilizar para que arreglen los caminos y zanjeos! Nunca nos atendieron. Es triste y real. Somos pequeños productores que alimentamos al pueblo, somos quienes llevamos esa lechuga y ese tomate a la mesa de todos y todas», se aflige Zulma en medio de la desesperación.
Y luego agrega: «Los compañeros no pueden sacar el agua porque no hay a dónde drenarla. Están llenos de agua todos los invernaderos. Es muy triste para nosotros como productores. Sabemos que es importante llevar el alimento a la mesa. Y también estamos indignados, preocupados, y cansados de llorar al ver repetirse estas situaciones. Porque no solamente se trata de la inundación, sino que también el agua se lleva las semillas que vos plantaste, o queda flotando. Es mucha pérdida. Y ante el dólar ¡ni hablar! Porque todas las semillas están a precio dólar. A nosotros nos cuesta un montón producir y tratar de comprar la semilla dolarizada. A esto hay que agregarle los costos del nylon anti heladas, el rollo de invernadero, el rollo de goteo, todo se fue a las nubes. ¡Imagínense cómo quedamos! Esta es la triste realidad del pequeño productor».