El gobierno de Mauricio Macri enfrenta su primera elección de medio término con un escenario que, a priori, se perfila como favorable para la Casa Rosada. La baja representación parlamentaria del oficialismo en ambas Cámaras del Congreso, sobre todo en el Senado, proyecta mucho por ganar y poco por perder. La elección que formalmente sirve para la renovación de la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado dejará sellada una nueva relación de fuerzas a partir del 10 de diciembre cuando se realice el recambio legislativo.
El oficialismo, junto con sus aliados, pondrá en juego 40 de las 87 bancas que tiene en la Cámara Baja. De repetirse el resultado de las PASO, Cambiemos engrosará su bloque sin mayores problemas: el interbloque que conduce Mario Negri sumaría 18 escaños más de los que pone en juego. Ese crecimiento lo dejaría con la primera minoría con 104 escaños, pero lejos del quórum propio.
La ecuación en el Senado es similar para el oficialismo. La alianza de gobierno hoy tiene 15 representantes (nueve PRO y seis UCR), pero pone en juego sólo tres. De repetirse los resultados de las PASO, el interbloque Cambiemos sumaría seis escaños más en la Cámara Alta por lo que su bloque tendría 21 miembros.
Por su parte, el Frente para la Victoria (FpV) y sus aliados ponen en juego 34 de las 74 bancas de su bloque. Más allá de que seguramente el bloque adoptará otro nombre y que aún resta saber cómo será la articulación entre los distintos sectores del peronismo, lo cierto es que el espacio que tiene como referente a Cristina Fernández de Kirchner podría conseguir la misma cantidad de bancas que pone en juego si los guarismos no varían demasiado respecto de las Primarias del 13 de agosto.
En el Senado, el bloque FpV-PJ, aún con futuro incierto en cuanto a su denominación y composición, pondrá en jugo 15 de sus 36 lugares. Según las PASO, retendría nueve por lo que el espacio, como mínimo, sin pensar en las fracturas, se reduciría a 30 senadores.
El massismo, por su parte, pone en juego 19 de sus 37 bancas. Sin dudas, de repetirse los números de agosto, el Frente Renovador, será el espacio político con mayor reducción en su representación parlamentaria. En caso de poder evitar las fugas posteriores a un posible fracaso electoral, el bloque que responde a Sergio Massa apenas sumaría 23 miembros.
Lo que dejará como saldo novedoso el resultado es un nuevo actor definido y con peso propio dentro del Congreso que será el peronismo no kirchnerista en el que en principio participará el bloque justicialista de la Cámara Baja junto con los bloque provinciales de los gobernadores peronistas. Por estas horas en los pasillos del Congreso dan como un hecho que el armado tendrá su espejo en la Cámara Alta.
Si bien es cierto que el bloque justicialista pondrá ocho de sus 17 diputados en juego y que, si repite la performance de las elecciones de agosto, sólo conseguiría cuatro, también es cierto que con los bloques provinciales y la nueva articulación llegaría a la suma de 42 diputados. Así las cosas, el bloque justicialista se convertiría en la tercera fuerza de la Cámara y desplazaría al Frente Renovador.
El Frente Cívico por Santiago mantendría a sus seis integrantes, lo mismo que el Peronismo para la Victoria, que perderá a Remo Carlotto y sumaría a Juan Manuel Abal Medina.
Claramente, la bancada más diezmada resultaría ser la de Progresistas, que expone siete de sus ocho integrantes y sólo cosecharía uno un socialista por Santa Fe, con lo que serían apenas dos diputados.
También se reducirían los representantes de la izquierda. En la actualidad son cuatro, pero a tres se les vence el mandato y sólo incorporarían uno por provincia de Buenos Aires. «