De los múltiples records negativos del gobierno de Mauricio Macri, hay uno cuyo efecto perdurará por generaciones: la fuga de capitales, un mal endémico de la Argentina, se disparó durante la era Cambiemos a niveles que el país no veía desde la crisis de diciembre de 2001, o la dictadura cívico-militar.
Según un cálculo del economista Diego Rubinzal, en los tres años y medio de macrismo se fugaron unos 64 mil millones de dólares. A un drenaje promedio de 19 mil millones de dólares anuales, la cifra está apenas por debajo de la que se registró en la previa al estallido de la «tablita» de Martínez de Hoz (U$S 20 mil millones en 1982) o el fin de la Convertibilidad (U$S 22 mil millones en 2001).
Las referencias históricas no son casualidad. Como sus antecesores neoliberales, Macri desreguló al extremo la política cambiaria, propiciando el festival financiero que eclosionó en abril de 2018 con la secuencia de devaluación-inflación-recesión que aún continúa.
Con la cuenta corriente en rojo, el gobierno decidió financiar la fuga con un préstamo del Fondo Monetario Internacional. A contramano de sus postulados históricos -que en teoría impiden prestar dinero a países para que sus ciudadanos más afortunados atesoren dólares en paraísos offshore-, el organismo concedió 57 mil millones de dólares. El préstamo más voluminoso del FMI vigente en el mundo. Otro récord de terror.
Aunque el “área técnica” del Fondo intentó restringir el uso de esos recursos, las gestiones del ministro Nicolás Dujovne y, sobre todo, del director David Lipton -representante de EE UU-, habilitaron la canilla libre de dólares para cubrir la fuga.
La disponibilidad de las reservas engordadas con deuda y el incremento letal -para el sistema productivo- de las tasas de interés provocaron el espejismo de “calma” cambiaria que en estos días resucitó la ilusión reelectoral de Macri. Pero los datos sugieren que el espejismo se puede desvanecer antes de que se distribuyan las urnas.
Esta semana, por caso, el Tesoro colocó 58 mil millones de pesos en 3 letras, una de ellas actualizable por inflación. Pero sólo renovaron el 61% de los vencimientos programados, de modo que el gobierno debió convalidar tasas por encima de sus proyecciones para evitar que la huida fuera mayor. De mantener un nivel similar de renovación en los próximos vencimientos -calculó la consultora CEPA-, el Programa Financiero de 2020 requerirá financiamiento neto por parte del Tesoro. Es decir: el ajuste en jubilaciones, ciencia o educación -por mencionar algunos de los que más sufren el recorte de partidas- irá a cubrir el costo de la timba financiera.
La costosa “estabilidad cambiaria”, por cierto, no detuvo el pronunciado drenaje de reservas. A principios de abril, el Banco Central contabilizaba U$S 77.481 millones de dólares de reservas. Dos meses después, la cifra descendió a U$D 64 mil millones. En menos de 60 días, y con aprobación del FMI, se esfumaron 13.500 millones de dólares.
La cifra es similar a la que se propuso fugar el establishment en el año electoral. “Le podemos sacar hasta US$ 15 mil millones al Banco Central en reservas”, pronosticó en noviembre pasado Daniel Artana, economista y director de FIEL, durante un encuentro de inversores organizado por el BNP Paribas. Por lo que se vio en estos días, el consultor se quedó corto.
El uso de la primera persona del plural en el comentario de Artana no fue casual: los economistas del establishment, al igual que los bancos, suelen ser cómplices de los procesos de saqueo financiero como el que se encuentra en marcha.
En esa conferencia -consignada por el semanario Perfil-, el propio Artana justificó la fuga de divisas como un acto de defensa: “El gobierno tiene que estar preparado para que todos nos queramos subir al Arca de Noé”. En ese caso, está claro, la primera persona del plural no incluyó a los pobres ni a los empobrecidos asalariados que a duras penas pueden llegar a fin de mes. Y que aún así deberán pagar la cuenta de estos años de fiesta especulativa para pocos. La factura es abultada: el país enfrenta vencimientos en moneda extranjera por 150 mil millones de dólares entre 2020-2023.
Total normalidad. «