En agosto del próximo año se realizarán las primarias para determinar candidatos a la renovación del Senado y Diputados de la Nación. Los hombres que piensan la estrategia político-electoral de la alianza Cambiemos tienen en claro que, más allá del resultado, no dejarán de ser minoría. Por lo tanto, el objetivo es conseguir que el peronismo se mantenga dividido. Y eso no se consigue rezando.
El oficialismo calcula que mientras el peronismo kirchnerista, justicialista e incluso la vertiente massista, continúen atomizados la conducción de la Cámara Baja, a cargo del macrista Emilio Monzó, será favorable a sus necesidades.
En el discurso de los macristasque manejan los hilos del bloque Cambiemos suele escucharse que Sergio Massa es el hombre a vencer en las próximas parlamentarias. Pero eso no se traduce en una declaración de guerra sino en aprovecharse de ese perfil pragmático. El juego pendular del tigrense, que va de opositor furioso a «responsable», no los desvela sino que más bien lo agradecen porque puede anular una respetable elección del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires.
Si Massa tiene un desempeño electoral aceptable, calculan, la distribución de las bancas de este importante distrito será más equitativa. No es poco: los oficialistas están convencidos de que la principal batalla electoral se desarrollará en la provincia porque, sostienen, «es un referéndum psicológico del presidente».
Aunque el macrismo tiene chances de mejorar en Diputados la cosecha de curules, aunque no se transforme en mayoría, en el Senado tienen la certeza de que la correlación de fuerzas no cambiará por varios años. «Dios nos bendijo con (Miguel) Pichetto que es un hallazgo para nuestros intereses», graficó uno de los integrantes de la mesa chica del PRO.
Pero si algo está claro es que con bendiciones no se ganan elecciones. Para eso, el macrismo sabe que debe resolver, por lo menos, el tema de las tarifas. El objetivo es que las estrategias que pergeñen tengan algún resultado positivo. «