Trepada al escenario montado junto a la plaza Castelli, la ciudad de Dolores le exhibía a Patricia Bullrich su típica calma pueblerina. Y a viva voz, soltó:
-¡La gente apoya a Macri! Su gobierno y el de Raúl Alfonsín fueron un ejemplo de moral pública. No somos iguales a quienes hoy nos gobiernan. Por eso estamos acá, frente a los estrados, cumpliendo con la Justicia.
Lo dijo sin ponerse colorada.
Entonces, miró el horizonte, como para ser así captada por las cámaras. Ante sus ojos no había más que 200 seres que aplaudían con tibieza.
Seguidamente acribilló con la mirada a Hernán Lombardi, el actual secretario de Movilización del PRO, quien permanecía con la cabeza gacha.
En ese momento, Mauricio Macri tomó la palabra. El punto más vibrante de su improvisación fue cuando dijo:
–Hay gente que lamentablemente quedó varada en la ruta, porque había más controles policiales que los normales.
Lo dijo sin ponerse colorado.
En ese preciso instante, “Pato” estiró los labios; fue su modo de forzar algo similar a una sonrisa.
¡Pobre! Ella, que había hecho de la acumulación de poder la razón de su existencia, siempre junto al ganador de turno, ahora se encontraba engrampada a ese animal político en caída libre.
Hubo un tiempo en el que ser la presidenta del PRO –y por añadidura, la vicaria de Mauricio– le auguraba un venturoso porvenir. Pero esa sensación se fue diluyendo con el devenir de los acontecimientos.
Quizás haya sido inconsciente ante los primeros signos de esa debacle. Y tal vez sus sueños de grandeza hayan comenzado a tambalear bajo sus pies durante el otoño pasado, cuando Macri le pidió que llevara al prófugo Fabián Rodríguez Simón (a) “Pepín” a su lista para otorgarle fueros.
Lo cierto es que el expresidente temía que su otrora capataz tribunalicio se presentara a la Justicia en calidad de arrepentido.
El propio Pepín hizo alusión a semejante posibilidad al ser entrevistado por Jorge Fontevecchia para la señal Net. TV. Entonces, dijo:
– ¿Arrepentido de qué? No cometí ningún delito; no tengo nada de qué arrepentirme.
Pero dicha afirmación no tranquilizó a sus correligionarios. Porque los macristas saben mejor que nadie lo que vale la palabra de un macrista. ¿Cuán intenso habría sido el azoro de Bullrich ante esa directiva de Mauricio?
De todos modos, el imperio de los hechos no le dio tiempo ni siquiera a deslizar dicha cuestión. Porque su acérrimo rival en el firmamento partidario, Horacio Rodríguez Larreta, se mostró inflexible al anunciar que su candidata para ir a la cabeza de sus diputados nacionales no era otra que María Eugenia Vidal. Aquello fue lo más destacado del encuentro que ellos mantuvieron por entonces
Al concluir, Bullrich atajó a los movileros con forzada resignación:
– No tengo edad ni ganas de pelearme por un cargo.
¿Fue su renunciamiento histórico?
Incluso entre sus aliados aquella frase fue asimilada con escepticismo. Porque los macristas saben lo que vale la palabra de una macrista.
Es posible que a partir de entonces, ella haya empezado a sentir que su tren de la victoria se había convertido en un autito chocador.
Esas aciagas circunstancias la impulsaron a dar (o simular) un paso por elevación al referirse en voz alta a su candidatura presidencial para 2023.
¿Fuegos de artificio?
Tal etapa coincidió con su acercamiento a figuras de extrema derecha, dentro y fuera del PRO.
Entre los primeros estaba el diputado neuquino, Federico Sánchez, líder de Unión Republicana (UR), una línea interna de Juntos por el Cambio (JxC).
El tipo es un cavernícola de manual; en las redes sociales define los ejes de su ideario con solo tres palabras: “Dios, Patria y Hogar”. De oratoria algo rústica, su discurso provida en las sesiones parlamentarias donde se trataba la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) no mostró la vehemencia de los argumentos a favor de la pena de muerte que suele esgrimir de tanto en tanto, como invitado en algún canal de cable.
También es un fanático de la “justicia por mano propia”. El feminismo es otra de sus aversiones predilectas; eso ya le valió una denuncia en el INADI por denostar la Ley Micaela (que establece la capacitación de género para los funcionarios del Estado), a la que considera una forma de “adoctrinamiento marxista”. Sí, ese es su lenguaje.
Entre los extrapartidarios figura nada menos que Javier Milei.
El vínculo entre ellos data del 27 de febrero, en ocasión del “banderazo” con las bolsas mortuorias en Plaza de Mayo.
Fue cuando, al cruzarse con él, Bullrich le estrechó cálidamente la mano ante el bullicioso beneplácito de la concurrencia.
Se dice que el flechazo fue mutuo.
Luego tuvieron una cena, diríase “romántica”, en la casa del sindicalista Marcelo Peretta, otro fascista de renombre.
Allí, ella lo tanteó con la posibilidad de ir juntos en la lista de las todavía lejanas PASO. Pero Milei se hizo el desentendido.
Bullrich entonces asumió que no era el momento indicado para avanzar en ese punto. Y solo dijo:
–Todo bien. Pero queda claro que el enemigo es el kirchnerismo, ¿no?
Peretta ya miraba afanosamente su reloj. Eran las dos de la mañana.
Casi seis meses después, cuando se difundía el resultado de las PASO, ambos se abrazaron en el estudio del canal macrista La Nación+.
“Milei es un fenómeno interesante”, dijo Bullrich.
Desde entonces se han visto otras tantas veces.
Incluso, ciertas personas cercanas a la exministra no descartan que ella lo deje a Mauricio para ser su ladera (siempre junto al ganador de turno, ¿no?).
Lo cierto es que se trata de un amor con final abierto.
Sin embargo, por ahora, Pato sigue caminando junto a Macri, así como sucedió el jueves en Dolores.
Allí, ella dio la nota al increpar a Luis Tagliapietra, padre de una víctima del ARA San Juan y abogado de algunos familiares. Sus palabras fueron:
–Hubo una tragedia, Nuestro gobierno hizo todo lo posible. Y usted está politizando la causa de una tragedia nacional.
Una hermosura de persona. «