Esta semana hubo profusión de noticias invisibles. O mejor dicho: invisibilizadas por el sistema tradicional de medios masivos, hoy al servicio del gobierno.
Entre los hallazgos periodísticos que pasaron casi inadvertidos para el gran público se pueden enumerar:
Cambiemos utilizó el nombre de beneficiarios sociales para blanquear dinero en la campaña. El periodista Juan Amorín, en El Destape, comprobó al menos 205 casos de personas que, pese a recibir planes sociales o estar por debajo de la línea de la pobreza, aparecen en las planillas judiciales financiando la campaña del oficialismo en Buenos Aires.
En el mismo medio, Ari Lijalad reveló las operaciones financieras realizadas con dinero del Anses por el fondo creado por Luis Caputo, exministro de Finanzas y actual titular del Banco Central.
En su programa de C5N, Alejandro Bercovich expuso otra sugestiva decisión financiera de Caputo, que pasó sus ahorros personales de Lebac a dólares justo antes de que se iniciara la corrida cambiaria. La movida, claro, le habría permitido proteger y multiplicar su patrimonio en plena «turbulencia».
En El Cronista, Sebastián Iñurrieta reveló que la consultora del flamante ministro Dante Sica mantiene un contrato de $ 4 millones para asesorar al Ministerio de Producción, en el que acaba de asumir. El artículo advierte sobre un potencial nuevo caso de «conflicto de intereses» en un Gabinete minado por los negocios –previos y vigentes– incompatibles con la función pública.
El robusto blindaje mediático que aún protege a Cambiemos prácticamente erradicó esos episodios incómodos de la agenda informativa. En especial de la tele abierta, el medio que más gravita sobre la opinión pública: siete de cada diez argentinos en condiciones de votar aún se «informan» principalmente a través de noticieros y programas de tevé.
La poca difusión de esas revelaciones -que en otros contextos y gobiernos hubiesen tenido tratamiento de «escándalo» –contrastó con la promoción del otro blindaje, el económico, que el gobierno cree haber obtenido pactando con el FMI.
Pero tanto el acuerdo con el Fondo, como la declaración de «emergente» otorgado por el MSCI, tienen un lado oscuro sobre el cual Tiempo se propone echar luz en esta edición: condicionamientos que limitan la soberanía económica, ajustes salvajes y futuro empeñado con más y más deuda.
Como indican antecedentes y pronósticos, el camino estará alfombrado de penurias para las mayorías populares. La elite, en cambio, ya goza los beneficios del «cambio». Los datos están ahí, detrás de la cortina de hierro informativa que comanda Clarín, uno de los conglomerados económicos más beneficiados por el macrismo.
Es cuestión de aguzar la vista y querer mirar. «