El tumultuoso cierre de campaña de La Libertad Avanza (LLA) en el estadio Movistar Arena, con su líder, Javier Milei, muy enfervorizado y discurseando a viva voz al compás de sus saltitos, tuvo una impronta rockera. En semejante marco, uno de los oradores previos, el economista Alberto Benegas Lynch, de 83 años, considerado su mentor intelectual, fue –diríase– el Keith Richard de la jornada. La multitud lo oía sin dejar de danzar.
En su show desgranó los siguientes temas: la ruptura diplomática con el Vaticano (ya se sabe que, según la óptica de LLA, el Papa Francisco es nada menos que «el enviado del maligno” en la Tierra»); la «batalla cultural» (ya se sabe que ello hasta incluye la venta de órganos, dado que, también según LLA, todo ser humano es libre de hacer con su cuerpo lo que le plazca, menos, desde luego, la interrupción voluntaria del embarazo) y la «teoría de los dos demonios» (porque, siempre de acuerdo a LLA, la aplicación del terrorismo de Estado durante la última dictadura fue un «mal necesario»). Tales fueron los ejes de su repertorio, entre otras melodías conceptuales del mismo tenor.
Pues bien, este tipo –economista de profesión– es el primogénito de su homónimo, el economista que introdujo la extravagante “Escuela Austríaca” en Argentina, fallecido en 1999. A la vez es progenitor de su otro homónimo, también economista –cuyo apodo es “Bertie”–, quien actualmente encabeza la lista bonaerense de candidatos a diputados por LLA.
Esta igualdad de nombres, profesiones y destinos ideológicos conducen a dos interrogantes: ¿acaso se trata de seres clonados, al igual que los perros de Milei? ¿Y acaso Alberto Benegas Lynch (p) se comunica con este desde el Más Allá, así como lo hace Conan, su difunto mastín? Sólo Dios lo sabe.
Pero bien vale reparar en esta dinastía.
Cabe destacar que el primero de ellos tuvo una desgracia de origen: ser primo hermano del “Che”, cuyo apellido completo era Guevara Lynch, al cual –por razones atendibles– le profesaba un inocultable odio. Por ese motivo, cuando le preguntaban al respecto, él sólo decía: “Somos parientes lejanos”.
Aquella distancia también se manifestaba en sus maneras de interpretar al mundo. Benegas Lynch (p) quedó deslumbrado en sus años mozos con los textos de Friedrich von Hayek, el principal referente, durante la primera mitad del siglo XX, de la ya mencionada Escuela Austríaca, que supo extender el pensamiento liberal hacia un límite algo patológico, delineando así lo que se podría denominar “fascismo de mercado”.
En los ámbitos académicos, este hombre era visto como una curiosidad circense. Especialmente en la UBA, aunque también impartía sus verdades en varios claustros privados. “Chiflado pero no boludo”, solían opinar de él sus alumnos, ya que tenía un “curro”: exigirles que usaran los libros de su autoría, en vista de las pingües regalías que por ello las ventas le depararían.
Benegas Lynch (h) es un calco doctrinario del papá. En consecuencia, este sujeto –autor de 28 libros de escasa circulación, docente universitario y asesor de entidades como la Bolsa de Comercio porteña y la Sociedad Rural– está muy en contra del gasto público –especialmente, en proyectos sociales–, brega por la privatización de todas las empresas del Estado y la eliminación del Banco Central como regulador monetario, siendo el verdadero artífice de la dolarización, entre otras inquisiciones programáticas.
El tal Bertie, por su parte, sin recalar en la actividad académica, trabajó por una década para Banco Santander de Argentina y durante 12 años como director general de Universia Holding del Grupo Santander de España. Pero aún así se advierte su lucidez teórica y un pragmatismo sin límites.
Lo prueba, por caso, su postura ante la Educación Sexual Integral (ESI), expuesta en un streaming compartido con su correligionario, Ramiro Marra, donde soltó: “La solución es lo privado. Que haya colegios que den ESI y los padres financien ese colegio si quieren mandar a sus hijos ahí. Y que luego les pasen las partes por la cara a sus hijos”.
También descolló por su sapiencia durante una entrevista televisiva con Filo News. Allí expuso sus claridades ecológicas:
-Creo que el tema del medio ambiente se resuelve con asignaciones de propiedad. Ahí terminás con todo.
– ¿Cómo es eso? –quiso saber el periodista Julio Leiva.
–Asignar derechos de propiedad. ¿Por qué los elefantes o las ballenas se están por extinguir? La diferencia es el alambrado. ¿Por qué las gallinas y las vacas no se extinguen? Porque hay un propietario y hay un uso económico. Hay gente que valora eso y que pone sus recursos para tener buenos planteles y vender la carne.
– ¿O sea que podemos ser dueños de ballenas?
–Bueno, hay trabajos sobre la privatización del mar, te los recomiendo. Pero estamos a años luz de eso. En principio vamos a tierra firme.
Lo cierto es que Bertie no deja ningún detalle librado al azar.
Desde una óptica transitiva, si Alberto (h) es el Pigmalión teórico de Milei, el suyo no fue otro que su padre.
En tal sentido, este hombre repite una y otra vez el origen de su delicada cosmovisión: “No sé si hubiese sido trotskista, pero quizás sería keynesiano de no ser por papá. Sólo por su inmensa paciencia y perseverancia en mostrarme los otros lados de la biblioteca, pude zafar del estatismo en todas sus formas”.
Claro que ello incluye sus dobleces. No es un secreto el apoyo de don Alberto (p) a la Revolución Libertadora, ni su beneplácito, 21 años más tarde, ante la dictadura de Videla, una etapa que también deslumbró al Alberto (h).
Una lástima que Bertie fuera aún muy pequeño como para disfrutarla en toda su plenitud. Pero siempre hay una segunda oportunidad y quizás, en esta ocasión, por vía de las urnas.
Hay quienes ven con horror esta perspectiva, como el francés Guy Sorman, una figura mundial del neoliberalismo duro, quien, además, conoce a Milei de cerca, dado que fue su profesor. Y sus palabras fueron: “En primer lugar, es un loco. Y sólo en segundo plano es liberal”.
¿Acaso los Benegas Lynch también padecen esta dualidad?