Los manuales de comunicación electoral señalan que el primer duelo cambió la política para siempre. Aunque ya pasaron 59 largos años, el debate mediático entre Richard Nixon y John F. Kennedy en los estudios de la cadena CBS de Chicago todavía resuena hoy en el análisis de las reglas y consejos que un candidato nunca debe ignorar.
La primera transmisión televisiva de un intercambio cara a cara de postulantes en campaña acaparó la atención de unos 70 millones de personas –casi el 60% de los electores habilitados para votar en aquel momento– y se tradujo durante décadas en interpretación frondosa. Los gestos duros y nerviosos de Nixon chocaron con la aparente calma y fluidez de Kennedy quien, cuenta la leyenda, lucía bronceado tras preparar argumentos y reflexiones en la terraza de su hotel. Confiado en su expertise, el postulante republicano rechazó todas y cada una de las advertencias de sus asesores –no quiso maquillarse y fue imposible disimular en su expresión las huellas de una reciente operación de rodilla– sobre el todavía desconocido lenguaje televisivo. El impacto de ese reto resultó clave para el triunfo del joven líder demócrata en los comicios del 8 de noviembre de 1960.
Desde entonces, los códigos y artilugios de la conversación entre candidatos y electores mutaron al ritmo de los avances tecnológicos y la aparición de nuevos soportes para ese diálogo. Sin embargo, la situación de desafío personal entre aspirantes continúa retumbando como un punto de inflexión ¿decisivo? en el derrotero de cualquier campaña electoral presidencial.
Ajena a la tradición histórica de Estados Unidos o Francia, la Argentina tendrá este año su primer debate en cumplimiento de una normativa institucional: la Ley 27.337 sancionada en noviembre de 2016 establece la obligatoriedad de intercambios públicos entre candidatos a la Presidencia con el objetivo de «dar a conocer las plataformas electorales de los partidos, frentes o agrupaciones políticas».
El 13 de octubre en la Universidad del Litoral y siete días después en la Facultad de Derecho de la UBA, los seis candidatos que sortearon el filtro de las PASO –Mauricio Macri, Alberto Fernández, Roberto Lavagna, Nicolás Del Caño, José Luis Espert y Juan José Gómez Centurión– medirán fuerzas. Lo harán apegados a un reglamento que la Cámara Nacional Electoral (CNE) amasó en consenso con los equipos de campaña durante cinco encuentros celebrados en el transcurso del mes de septiembre. En caso de balotaje, habrá un mano a mano el 17 de noviembre, también en la Universidad de Buenos Aires.
El resultado de las Primarias del 11 de agosto y la posterior agudización de la crisis económico-social que el gobierno endilgó al aplastante triunfo del opositor Frente de Todos pusieron a la convocatoria en el ojo de la tormenta. En la Casa Rosada y en la coalición peronista-kirchnerista se abrió la discusión sobre la conveniencia o no de recrear esa pulseada en un contexto de debilidad institucional.
En rigor, Fernández había desacreditado esa instancia mucho antes. «Se tiene que hacer porque así lo dice la ley, pero debatir con un mentiroso no tiene sentido», dijo semanas después de ser ungido como el candidato presidencial del frente opositor. «En estas circunstancias, el debate puede ser un problema», refrendó casi tres meses después al evaluar el delicado escenario de transición electoral que abrió la caída del oficialismo en las PASO.
Sin embargo, esas reservas nunca llegaron a empantanar la organización. «El proceso fue muy colaborativo de todas las fuerzas políticas. Está claro que la relación de fuerzas que establecieron las PASO no perfila al debate como una situación determinante, pero hay una ley y hay que cumplirla», subrayó el vocero del Consejo Asesor de la Cámara Electoral, Carlos March, a Tiempo. Y agregó: «En 2015 tuvimos el primer debate presidencial a instancias de la sociedad civil. Hoy es una política pública y eso demuestra una evolución en el uso de esta herramienta. Todavía tenemos que afianzar una cultura cívica».
A dos semanas del primer encuentro, los equipos de comunicación de las fuerzas que polarizan la elección comenzaron a analizar las estrategias posibles desde certezas opuestas: Macri se someterá al entrenamiento de sus asesores habituales en este tipo de intervención; mientras que Fernández buscará sortear cualquier plan de coaching y seguirá los ejes que viene marcando de forma intuitiva como el rumbo de su campaña.
El equipo de siempre
En el gobierno destacan la experiencia de Macri en los códigos del debate electoral. El mandatario pasó por esa instancia en cinco oportunidades, tres como jefe de Gobierno de la Ciudad y dos como candidato presidencial. El duelo de 2015 con Daniel Scioli –el exgobernador desistió de la primera ronda, pero aceptó la pulseada previa al balotaje– dibujó algunos hitos: el famoso recorrido de la frase «¿En qué te has convertido, Daniel… parecés un panelista de 6,7,8″, y el beso del final con su esposa, Juliana Awada.
A priori, el esquema organizativo de este año deja pocos resquicios para esas chicanas o efectos gestuales.
«Todavía no empezó la preparación, pero el presidente va a trabajar con el mismo equipo con el que piensa cada discurso público o nota periodística», explicaron a Tiempo fuentes gubernamentales. Esa formación está encabezada por el jefe de Gabinete, Marcos Peña; e incluye al vocero Iván Pavlosvsky; el secretario de Comunicación Pública, Jorge Grecco, –ambos representantes ante la Cámara por Juntos por el Cambio–; y el secretario general de la Presidencia, Fernando De Andreis.
También intervendrán en el entrenamiento Hernán Iglesias Illa, subsecretario de Comunicación Estratégica de la Jefatura de Gabinete; y Julieta Herrero, directora de Discurso de la Presidencia. Se trata del equipo de funcionarios que articula la caja de herramientas del libreto oficial y por cuyas oficinas pasaron en reiteradas oportunidades varios de los miembros del elenco ministerial para traducir (o suavizar) anuncios, especialmente los de medidas antipáticas.
El presidente es un alumno disciplinado a ese trabajo de entrenamiento. Además de su experiencia acumulada, en el gobierno evalúan como positivo un dato que trajo la suerte: por sorteo, será el primero en hablar en ambos debates. Lo hará sin los apuntes y ayuda-memoria que sus representantes sugirieron incluir en el intercambio con el resto de los delegados partidarios: la Cámara rechazó el pedido y dispuso que los candidatos sólo podrán tener sobre sus atriles un papel en blanco y una lapicera.
Marca personal
Con el mismo estilo que modeló la campaña electoral desde que Cristina Fernández de Kirchner lo señaló como cabeza de fórmula, el candidato opositor le hizo saber a sus asesores que no aceptará un entrenamiento especial.
El equipo que coordina Juan Courel trabaja desde la semana pasada en el análisis minucioso de las líneas argumentales que utiliza cada uno de los rivales en los ejes de discusión de una campaña inédita. Esa cartografía será elevada al candidato que, según señalan en las oficinas del frente opositor en el barrio porteño de San Telmo, tomará (o descartará) de la misma forma con que viene construyendo su discurso electoral.
En el Frente de Todos aceptan los límites de ese estilo autosuficiente, pero advierten que los dos slogans que ordenaron hasta ahora la campaña –#EncenderLaEconomía y #ArgentinaDePie– fueron diseñados por el propio Fernández como el resultado del diálogo con gobernadores, intendentes, dirigentes y, además, la lectura atenta de las sugerencias de sus asesores en comunicación.
Los delegados del frente opositor ante la Cámara, Abelardo Vitale y Julieta Waisgold, además del histórico apoderado partidario, Jorge Landau, aceptaron en términos generales el armado de la Cámara y reclamaron una representación federal para la elección de los moderadores.
Esta semana se conocerán los nombres de los cuatro periodistas –dos mujeres y dos varones– que ordenarán las intervenciones en cada uno de los debates. Su actuación será limitada: presentarán a los candidatos y darán el pie para el desarrollo de las cuatro temáticas a desarrollar por encuentro. No podrán hacer preguntas, ni tampoco indicar que finalizó el tiempo de exposición. Cada una de las seis cámaras que transmitirán las exposiciones -una por candidato- contarán con un reloj: cuando se acabe el tiempo no sonará ninguna señal y simplemente se cortará el audio del micrófono.
«Estuvimos todos de acuerdo en que los moderados debían tener un perfil incoloro, sin identificación con un sesgo corporativo. El criterio general fue que el debate no fuera un show», graficó a este diario uno de los delegados que participó de todos las reuniones para definir modos y alcances de un debate complejo en términos televisivos. Todos los espacios coinciden en que garantizar ecuanimidad para seis participantes obligó a un formato más expositivo que de verdadero intercambio.
Las reglas del juego
La organización de los debates presidenciales resultó de un intercambio «amistoso» entre las diferentes fuerzas políticas. El esquema propuesto por la Cámara en consulta con el Consejo Asesor –integrado por Universidades y diferentes asociaciones civiles– fue aceptado por todos en términos generales.
Por el Frente de Izquierda (FIT), los delegados de Del Caño pidieron incluir una instancia de mayor intercambio –en espejo con la experiencia de 2015– que finalmente fue rechazada por la Cámara.
Desde Consenso Federal, el frente que representa a Lavagna, se llevó a la mesa de discusión el título-guía de los bloques vinculados a la economía, el fuerte del extitular del Palacio de Hacienda. El dilema quedó zanjado con el sello «Economía y Finanzas».
El equipo de asesores que encabezan Armando Torres y Alejandro «Topo» Rodríguez asegura que el diseño «no deja lugar para el acting». «Lavagna está muy acostumbrado a hablar en público y va a aprovechar el tiempo para precisar propuestas», amplió Torres a Tiempo.
Cada candidato contará con 45 segundos para una apertura de presentación, y luego se desarrollarán dos temas por bloque: los candidatos dispondrán de tres minutos para fijar su punto de vista. Cuando termine la ronda completa, todos podrán usar otros 30 segundos para interpelar o preguntar a sus rivales. En el último bloque, todos tendrán un minuto para el cierre. «