En este 17 de octubre de 2024, Argentina se ha convertido en territorio experimental del anarco-capitalismo, particular definición de lo que es una especie de tiranía del capital que desvaloriza el trabajo digno, desprecia la justicia social, destruye buena parte del estado por considerarlo una “organización criminal” y entrega la dirección de la economía a los muy enriquecidos sectores concentrados. El final de este experimento ya lo imaginamos, naturalizar la pobreza y profundizar la desigualdad social culmina indefectiblemente en alguna de las variadas formas de estallido, en el mejor de los casos en una nueva frustración política para un importante sector del pueblo que, con su voto, confió en que podía mejorar su condición de vida.
Vale poco resistir a los ataques de este gobierno, si al mismo tiempo no vamos construyendo una alternativa para salir de esta trampa, una opción política capaz de superar las reiteradas frustraciones anteriores.
Desmontar los factores de poder fáctico y corporativo que desde hace tiempo condicionan el libre ejercicio de la democracia en tanto sistema en el que debería imponerse siempre la voluntad del pueblo, resulta fundamental para remover los obstáculos que una y otra vez han impedido poner en marcha o han limitado los objetivos perseguidos por un plan de desarrollo económico y social orientado a desplegar toda la capacidad productiva de nuestro país redistribuyendo la riqueza de manera que sirva al bienestar general y no a una minoría privilegiada.
El papel de la clase trabajadora organizada es central, porque está llamada a constituirse en eje articulador del gran Frente Nacional y Popular que debería incluir a trabajadores y trabajadores sindicalizados y de la economía popular, al importante movimiento cooperativo que existe en nuestro país, a los pequeños y medianos empresarios del comercio y la industria y a los pequeños y medianos productores del agro, entre otros sectores, enarbolando como consigna central la recuperación de la producción y el trabajo en Argentina, conscientes que la defensa de de esos pilares del Proyecto que debemos retomar significa confrontar con el modelo de concentración y extranjerización de la economía que el neoliberalismo ha consolidado capturando el control del sistema financiero y del comercio exterior para ponerlo al servicio de sus negocios.
El poder popular
La movilización de las fuerzas nacionales y populares resulta imprescindible para dotar a un nuevo gobierno del poder necesario para reconquistar el derecho a la autodeterminación como lo hicimos a partir de aquella jornada de octubre de 1945, para reinstalar con las adecuaciones necesarias el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional con la convicción de que optar por ese modelo es decidirse por la liberación. Es romper con la lógica que pretenden imponernos las corporaciones multinacionales que en estos tiempos de globalización y exclusión, aspiran a borrar fronteras y suprimir soberanías nacionales para satisfacer sus necesidades de maximizar ganancias de la manera menos riesgosa aunque sea brutalmente deshumanizada.
La tarea iniciada por Juan Perón a partir de la Revolución de junio de 1943 y muy especialmente desde su conducción de la Secretaría de Trabajo, significó una transformación cultural en el seno de las mayorías nacionales. La acción de Perón en aquel tiempo terminó con el estado de resignación de las masas demostrando que avanzar en la conquista de derechos sociales era algo posible, pero también que esas conquistas sólo podían sostenerse en el tiempo con la acción colectiva y organizada del pueblo.
La ofensiva neoliberal impuesta a sangre y fuego a partir del golpe militar de marzo de 1974 desestructuró el rol del Estado y debilitó significativamente la industria nacional extendiendo simultáneamente la prédica de que la prosperidad es un desafío individual. Con las privatizaciones esa idea penetró en algunas de nuestra organizaciones que dejaron de ser libres del pueblo para transformarse en defensoras de intereses sectoriales desconectadas del principio siempre vigente de que nadie se realiza individualmente en una comunidad que no se realiza.
El aspecto cultural
La concentración de los medios de comunicación y su misión de deformar la opinión pública para que acepte de manera sumisa el nuevo orden establecido, fue contribuyendo a forjar una nueva colonización cultural que hoy solo puede revertirse con la revalorización de la organización del pueblo en todos los frentes y la construcción de medios de comunicación popular, instalando esa tarea como objetivo estratégico para lograr el éxito de nuestro proyecto.
Es necesario comprender que la expresión de la voluntad popular no debe terminar con el sencillo acto de depositar el voto en una urna en cada elección. La movilización de masas del 17 de octubre del ’45 garantizó las elecciones del 24 de febrero de 1946. La victoria del Partido Laborista que permitió la llegada de Juan Perón a la Presidencia inauguró un nuevo período de Democracia Representativa, Republicana, Federal pero también Social, que se extendió hasta el golpe militar de septiembre de 1955. De allí en más sobrevinieron dictaduras y gobiernos que llegaron por elecciones con proscripciones y sin proscripción, pero siempre condicionados por el demoliberalismo que no acepta otro protagonismo que el de los partidos políticos y sus representaciones en el área ejecutiva y legislativa.
La lealtad, más que a un líder o a un gobierno es a una causa y su expresión se refleja en el compromiso del pueblo a través de sus organizaciones y de un estado permanente de movilización como protagonista activo en el ejercicio de una auténtica democracia que solo sirve si expresa el poder de las mayorías respondiendo al supremo objetivo de alcanzar la grandeza de la nación y la felicidad del pueblo
El 17 de octubre es mucho más que una jornada que cambió el rumbo de nuestra historia. Es la expresión más alta de demostración de poder para imponer la voluntad popular.