Eran cerca de las 6 de la tarde de una jornada con resultado cantado cuando el discurso contra el aborto clandestino del senador Alfredo Luenzo, del Bloque Justicialista, despertó los aplausos virtuales de la marea verde. «Si penalizamos a la mujer por abortar, deberíamos penalizar al hombre también, porque es igual de partícipe de ese embarazo». «Quieren forzar a las mujeres a ser madres, díganlo así». «Hay que reconocerlo: somos machistas en recuperación, tenemos que hacernos cargo del proceso de aprendizaje, ojalá que terminemos rápido de aprender, para que todos seamos iguales ante la ley», decía el chubutense en el recinto. Tras la votación fallida, se entusiasma: «Es un momento en que la sociedad está pariendo otra sociedad. El paso que se dio es fantástico».
–Sorprendió con su discurso feminista. ¿Tiene formación en cuestiones de género?
–Siempre me he preocupado por la masculinidad. Es un tema que los hombres no tratamos y que tenemos que revisar frente al nuevo rol de las mujeres en la sociedad. Los que venimos con un patrón cultural muy diferente, de concepción patriarcal, tenemos que tratar de revisar todo eso. Ya no existe más la mamá que plancha y el papá que se va a jugar al fútbol. Tenemos una imagen de lo que significa ser hombre y ser mujer que hay que romper. No es fácil.
–¿Cómo analiza la reacción del Senado ante los cambios sociales, como institución?
–El Senado representa a la sociedad. No es casual que el movimiento de los «celestes» se sintiera tan bien representado. Hay quienes representamos a un sector de la sociedad y otros, a otro, y eso es válido. Rescato haber puesto en palabras el tema aborto, haberlo discutido, haber escuchado. Todos hemos aprendido. Estos cambios se visibilizan más rápido en la calle. Los movimientos sociales son los que generan estos cambios, por afuera de los partidos políticos. Desde los partidos nos encontramos a la par con gente que piensa totalmente distinto en otras cuestiones, gente del PRO y del radicalismo. Incluir nuevos derechos, discutirlos, ya es un salto de calidad. Somos distintos. Los que se mantuvieron en la postura de los pañuelos celestes habrán incorporado ciertas dudas. Las instituciones tienen una dinámica de cambio mucho más lenta que las sociedades, y cada tanto tienen un corte: el divorcio, el matrimonio igualitario o la identidad de género ya son parte de los cambios incorporados y nadie mira raro a alguien que no es hombre o mujer como lo hemos concebido culturalmente. Menos mal que nos hemos sacado de encima algunas cosas. Es un momento en que la sociedad está pariendo otra sociedad, con dolor, y con quienes se acomodan más rápido o más lento. Cinco años atrás nadie hablaba de aborto de manera pública. Las que lo tenían que enfrentar, lo hacían en el peor de los mundos, en el oscurantismo. Se avanza con grises. Lo hemos hablado, y eso fantástico. Es como en terapia: cuando algo se pone en palabras se empiezan a resolver las cosas. «